De la MEMORIA… 1848 Feb 2 Termina la guerra entre México y los Estados Unidos: son firmados los Tratados de Guadalupe Hidalgo.
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Bajo la mirada del ejército invasor, se negoció la paz a pesar de que la voluntad de una de las partes no era libre, sino objeto de la violencia militar, porque nadie pudo hablar del derecho de Estados Unidos a un milímetro de territorio mexicano. Fue un acto semejante al de quien firma un documento secuestrado en su propia casa y sin ninguna esperanza de auxilio que cambiara su situación. Urgía al gobierno norteamericano dar un marco de legalidad a sus propósitos expansionistas para tratar de ocultar ante los ojos del mundo lo evidente: que esta guerra ha sido cínicamente una guerra de conquista.
[…] México pierde más de 2 millones y medio de km2 de su territorio: Texas, la parte de Tamaulipas ubicada entre los ríos Nueces y Bravo; Nuevo México y la Alta California (hoy California, Nevada, Utah, Arizona y parte de Wyoming, de Colorado y de Kansas); se esfuma así el sueño mexicano de alcanzar la grandeza que había tenido Nueva España en el siglo XVIII.
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Por extraña fortuna para los invasores, en enero de 1848, mientras todavía se discutían las condiciones de rendición de México, James W. Marshall descubrió oro en el molino de la granja Nueva Helvecia del suizo Johann August Suter, cercana a San Francisco, California, de modo que los 75 millones que invirtieron los Estados Unidos en esta guerra, producirán de inmediato ganancias incalculables.
La prolongación de la guerra permitió que en Washington se debatiera si se anexaba a Estados Unidos "All-México", o también si se escalaba su ambición para absorber Sonora, Chihuahua y más suelo de Tamaulipas. En contra de esta demanda radical, John Calhoun, senador esclavista de Carolina del Sur. señaló que "incorporar a México sería la primerísima instancia para un tipo de incorporación de una raza india, puesto que más de la mitad de los mexicanos son indios y la otra mitad está compuesta principalmente de tribus mestizas [...] y la mayor desgracia de la América Hispánica ha de rastrearse en el error fatal de colocar a estas razas de color en términos de igualdad con la raza blanca. Un error como ese destruyó el orden social que formaba la base de la sociedad." (Galeana Patricia. Historia Binacional).
Triunfó la posición del despojo parcial y fue derrotada la que pretendía la anexión completa de México. Pero como señala Juan José Mateos Santillán (Los Derechos Históricos de México sobre el territorio de los Estados Unidos) no fue por altruismo que se respetó la existencia de México, sino por los obstáculos y las dificultades insalvables que se hubieran tenido que afrontar, entre los más importantes: por la religión católica de la mayoría de los mexicanos cuya sede en Europa podría provocar conflictos internacionales en el caso de que se viera afectada; por el racismo que rechazaba la ineludible mezcla a largo plazo con mestizos e indígenas; por lo dilatado del territorio a ocupar que dificultaría su gobierno y requeriría de enorme inversión para explotar sus recursos; por el idioma español y las lenguas indígenas que serían un obstáculo permanente a la integración cultural; por los valores democráticos norteamericanos que tendrían que extenderse a los mexicanos, a menos que se aplicaran prácticas abiertamente discriminatorias a los mestizos y hasta genocidas a los indígenas; y por la falta de legitimidad con que se ejercería el poder político, que implicaría mantener la ocupación militar permanente sobre un vasto territorio para contener el nacionalismo mexicano, como lo señaló el mismo Scott en diciembre de 1847, además de las ambiciones colonialistas de potencias europeas, como Francia e Inglaterra.
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El tratado es la culminación de un complejo conjunto de factores que van desde el expansionismo norteamericano, la inestabilidad provocada por las pugnas entre militares exrealistas, clero, terratenientes y liberales, y la ausencia de una identidad nacional y un liderazgo fuertes capaces de movilizar la resistencia popular como años después sucederá ante la invasión francesa, hasta el centralismo de los conservadores que ocasionó que grandes extensiones de tierra no pudieran ser controladas ni pobladas; además de una administración pública permanentemente en bancarrota por las continuas asonadas y por su ineficiencia en el manejo de los recursos, que expoliaba a la población con impuestos excesivos y los aplicaba a gastos suntuarios. Pero como señala en síntesis Peter Guardino, ya citado, pese a la importancia de los factores mencionados, simplemente “México perdió la guerra porque era pobre [...]”.