1987 La parte maldita. Georges Bataille.
INTRODUCCION
Bataille y el mundo
No es la menor contradicción de la obra de Bataille la de que, tratando angustiosamente de expresarse en el límite de lo imposible, adopte frecuentemente la apariencia de una negación absoluta, aunque nunca dejara de decir "sí" al mundo, sin reserva ni medida. Bataille estuvo abierto al mundo para lo bueno y para lo malo, para lo más encumbrado y para lo más insignificante. Y su anhelo de aprehenderlo sin límites y sin falsas modestias lo demuestra su constante afán por comunicar y por acercar su pensamiento a los demás, ..a todos los demás", y la exquisita atención que muestra por el más insignificante de sus interlocutores; lo atestigua también el esfuerzo paciente y apasionado que no dejó de realizar, sobre todo durante su madurez —frecuentemente a costa de un trabajo ímprobo y tedioso de información— para interpretar, a la luz de las intuiciones de su tumultuosa experiencia, los acontecimientos no menos tumultuosos que tenían lugar ante nuestros ojos, incluyendo los que, por su formación y por la influencia de la mayoría de sus amigos, habría podido tener tendencia a olvidar, los que hacen referencia a lo que comúnmente se designa con el nombre de economía.
En efecto, además de confesar humildemente su "ignorancia", durante mucho tiempo estuvo dominado por el sentimiento de que "el mundo" no era para él "más que una tumba", por la sensación de estar "perdido en la galería de una cueva" y por la convicción de que no tenía más remedio que dejar "su pensamiento confundirse ... lentamente con el silencio". Pero incluso en estos escritos del período místico, que constituyen, sin duda, la parte más aguda de su obra, no deja de atacar de nuevo, de gritar: ¡todavía no!, de echar a hurtadillas miradas apasionadas a su entorno, hacia ese mundo entonces presa de los peores desgarramientos, que él presentía no poder ser aprehendido en su conjunto más que como un desastre (del cual el hombre "puede ser, es, la cima", pero que él nunca renunció a conocer y explicar.
En efecto, una parte completa de la obra de Bataille, desde LA noción de gasto a LA parte maldita, fue dedicada a este intento de explicación del mundo. Es posible que no sean estos textos los más brillantes que él escribió y pueden extrañar a quienes están acostumbrados a abordar tales problemas bajo una forma más ordenada y más lógicamente discursiva. Pero puedo afirmar que les reservaba un lugar destacado en su obra, que, al envejecer, le preocupaba no haberle dado a este bosquejo la forma acabada que deseaba y que hubiese realzado brillantemente la notable unidad de su pensamiento a través de los múltiples intentos de su investigación, su resuelta voluntad, en fin, durante los últimos años de su vida, de revisar La parte maldita, así como dar a estos aspectos de su obra la culminación definitiva que hubiera podido constituir lo que él mismo pensaba que habría podido ser una especie de ensayo sobre la Historia Universal.
Está claro que a Bataille no se le ocultaba que el intento de una interpretación del mundo exterior implica, ante todo (como señala en el prólogo de La parte maldita), esa "subversión audaz" capaz de emplear, decididamente, visiones dinámicas de conjunto, “acordes con el mundo” sustitutivos del “estancamiento de ideas aisladas”, proyectos de estudios "realizados según las reglas de una razón inquebrantable", así como la acumulación de una documentación que sólo puede ser recopilada por especialistas e incluso, sin duda, por un equipo de trabajo sensible a la curiosidad, a la inquietud y a la investigación, lo que exige la estrecha participación en grupos más o menos interesados por problemas de orden político o económico.
Estas condiciones se cumplieron durante, al menos, dos períodos bastante largos de la vida de Georges Bataille. El primero se sitúa entre 1930 y 1935, marcado por la colaboración de Bataille eh "La critique sociale" y por sus relaciones casi diarias con quienes se habían agrupado momentáneamente alrededor de esta revista. El segundo siguió a la fundación de "Critique" y terminó con la publicación de La parte maldita. Entre ambos períodos hubo años de meditación interior, a partir de 1939 y de la redacción de las primeras líneas de El culpable, libro comenzado "al socaire de un desquiciamiento que todo lo cuestionaba" y que se presentó entonces como una liberación de compromisos y de búsquedas que le parecieron, de pronto, sin salidas y con el que tuvo la impresión de "perderse".
Semejante cambio en el pensamiento de Bataille no debe ocultar el hecho de que la búsqueda de una coincidencia de su pensamiento con el mundo, la ardiente aspiración hacia "esa extrema libertad de pensamiento que iguala los conceptos de la libertad de movimiento del mundo" ha ocupado un lugar creciente en su vida a medida que ésta transcurría y que jamás dejó de perseguir.
La constancia de esta preocupación es evidente si se aportan algunos datos. Bataille iba a cumplir treinta y cinco años cuando escribió para la revista "La critique sociale" La noción de gasto, y tenía poco menos de cincuenta y dos cuando apareció La parte maldita, libro que él presenta en el prólogo como el fruto de dieciocho años de trabajo. Así, pues, se puede situar hacia 1931 el inicio de esta reflexión. Aunque, tal vez, haya que ir más lejos aún y coincidir con el período del final de los años veinte, cuando, sin duda con la instigación de Alfred Metraux, tuvo conocimiento de la teoría del "potlatch" expuesta por Mauss en su Ensayo sobre el don, forma arcaica del intercambio, publicado en "L' Année sociologique" en 1925. Este descubrimiento parece encontrarse en el origen del interés que demostró en lo sucesivo no sólo por la etnología sino, también y cada vez más, por los hechos económico ,que llegó a ser como una iluminación que permitió a Bataille imaginarse el mundo como si estuviera animado por una ebullición semejante a la que nunca dejó de estar presente en su vida personal.
Lo esencial de esta publicación está ya en La noción de gasto, texto denso y fulgurante que constituye el pivote de la reflexión de Bataille sobre el mundo, sobre el hombre en el mundo.
En esta obra, a la luz de las observaciones hechas por Mauss y otros antropólogos sobre las instituciones económicas primitivas, se viene a decir que "el intercambio se considera como una pérdida suntuaria de los objetos cedidos" y "se presenta, por tanto, básicamente, como un proceso de gasto sobre el cual se ha desarrollado un proceso de adquisición", afirmándose "el carácter secundario de la producción y la adquisición con relación al gasto". La idea de un "mundo apacible y acorde con sus principios", supuestamente regulados por la necesidad primordial de adquirir, de producir y de conservar no es más que una "confortable ilusión", en tanto que el mundo en el que vivimos está abocado al descalabro, y la supervivencia de las sociedades no es posible más que a costa de considerables y crecientes gastos improductivos. Esta concepción, que Bataille compara. de acuerdo con sus experiencias personales del erotismo y de la angustia. con las del hijo ávido de dilapidación, expuesto a :a avaricia y al comportamiento razonable de su padre, incluso con ciertos datos del psicoanálisis, explica, según él, un gran número de fenómenos sociales, políticos, económicos y estéticos. El lujo, los juegos, los espectáculos, los cultos, la actividad sexual desviada de la finalidad genital, las artes, la poesía en el sentido más estricto del término, son otras tantas manifestaciones del gasto improductivo Dicha concepción facilita incluso una primera base de interpretación de la historia de las civilizaciones: "Y aunque es cierto que la producción y la adquisición, cambiando de forma en su evolución, introducen una variable cuyo conocimiento es fundamental para la comprensión de los fenómenos históricos, ellas no son más que actividades subordinadas al gasto.
En cuanto a la vida del hombre, ésta tiene sentido sólo si está de acuerdo con semejante destino del mundo.
La vida humana, distinta de la existencia jurídica y tal como tiene lugar, de hecho, en un globo aislado en el espacio celeste, en cualquier momento y lugar, no puede quedar, en ningún caso, limitada a los sistemas cerrados que se le asignan en las concepciones racionales. El inmenso trabajo de abandono, de derramamiento y turbulencia que la constituye podría ser expresado diciendo que la vida humana no comienza más que con la quiebra de tales sistemas. Al menos, lo que ella admite de orden y de ponderación no tiene sentido más que a partir del momento en el que las fuerzas ordenadas y ponderadas se liberan y se pierden en fines que no pueden estar sujetos a nada sobre lo que sea posible hacer cálculos. Sólo por una insubordinación semejante, incluso aunque s miserable, puede la especie humana dejar de estar aislada en el esplendor incondicional de las cosas materiales".
En este párrafo magistral se encuentra en germen —expresada, tal vez, con una fuer.td nunca igualada— una concepción del hombre y del mundo que será desarrollada a lo largo de la obra posterior de Bataille, bien se trate de los ensayos filosóficos o de La parte maldita.
Mas, si esta noción de gasto se presenta como anunciadora de lo que seguirá, también está fuertemente marcada por las circunstancias que estuvieron presentes en su elaboración, por el ambiente en el que fue concebida e incluso por las tendencias de la revista en la que se publicaría. Los colaboradores de "La critique sociale" eran, la mayor parte, miembros del Círculo Comunista Democrático, que agrupaba, al lado de poetas y escritores, en su mayoría procedentes del surrealismo, a militantes de los movimientos políticos de la oposición, marcados todavía por su formación marxista teórica a pesar de su ruptura con el "partido" y que seguirían, unos y otros, derroteros muy diferentes.
La revista, importante por más de un motivo, lo era sobre todo por la fuerza de su tono, porque aquellos heterogéneos herejes tenían en común el decir claramente lo que pensaban. ¿Fue para ajustarse al diapasón de esta violencia por lo que Bataille fuerza salvajemente la voz en ciertos pasajes de su artículo, o hay que ver en esta expresión furibunda los primeros intentos de los ejercicios de elocuencia blasfematoria a-los que se entregaría pronto durante el episodio de "Contra-attaque"? Acontece que es difícil encontrar en la obra de Bataille párrafos tan definitivos, por su violencia imprecatoria, como algunos pasajes de esta obra.
La importancia atribuida a la lucha de clases en La noción de gasto refleja, sin duda, las diferencias en las que participaba Bataille con sus amigos de "La critique sociale". Pero ¿cómo acogieron algunos de ellos la interpretación dada a la lucha de clases como un "desenfreno sorprendente", razón por la cual —dado que todas las modalidades del gasto tradicional se están atrofiando en la sociedad burguesa— se confunde con "el tumulto suntuario viviente"? La concepción de la revolución como la forma suprema del "potlatch" no podía dejar de suscitar algunas reservas entre los responsables de la revista. Una nota aclaratoria de la redacción, situada al principio del artículo, señalaba significativamente que. "bien mirado, el autor está aquí en contradicción con nuestra orientación general de pensamiento", y anunciaba la próxima publicación de un análisis crítico que, por lo que sé, no llegó a hacerse...
Aunque es cierto que estos aspectos hay que considerarlos como circunstanciales con respecto a La noción de gasto, y aunque se podrían poner de relieve con bastante facilidad sus divergencias con ciertas posturas adoptadas más tarde por Bataille, caracterizan muy bien la forma que revestía entonces la efervescencia de su espíritu: pero no se puede disminuir un ápice el hecho de que este texto capital es una verdadera fuente de la que mana ya lo que será, unos veinte años más tarde, el libro que él calificó a muchos amigos como el más importante de su obra.
La parte maldita es el único libro de Georges Bataille en el que ha tratado de hacer una exposición sistemática de su visión del mundo: filosofía de la naturaleza, filosofía del hombre, filosofía de la economía, filosofía de la historia.
Siempre es la noción de abundancia lo que está en la base de esta visión, pero él se esfuerza, en esta ocasión, por encontrar una explicación científica a partir de datos sumarios sobre los movimientos de la energía en la superficie del globo. Pero es preciso que estos datos sean suficientes para "encontrar la clave de toda la problemática que plantea cada disciplina que se ocupa del movimiento de la energía sobre la Tierra". No obstante, tratándose de la energía considerada como fenómeno cósmico, se aventura una hipótesis excepcional: siempre hay abundancia porque la radiación solar, que está en el origen de todo crecimiento, se dona sin contrapartida. "El sol dona sin recibir nunca"; de aquí que tenga lugar, necesariamente, la acumulación de una energía no puede ser más que derrochada en exuberancia y ebullición.
Este es el origen de las modalidades de la vida, la cual encuentra límites sin cesar. Ciertamente, hay descubrimientos que permiten saltos hacia adelante del crecimiento, que abren a éste nuevos espacios. Pero no tardan en aparecer otros límites y la pérdida se convierte en ineluctable.
En esta historia de la vida, el hombre juega un papel eminente por una doble razón. De una parte, la técnica humana abre camino a nuevas posibilidades, del mismo modo que hicieron en la naturaleza "el ramaje de los árboles" o "las alas de los pájaros''. Pero, por otra parte, el hombre es de todos los seres vivientes, el más apto para consumir intensamente, lujosamente, el excedente de energía”. Mientras que su industria multiplica las posibilidades de crecimiento, dispone también de "una facilidad infinita de consumo en pura pérdida". Se encuentra también en él el ritmo ordinario del uso de la energía en el mundo, caracterizado por "la alternancia de la austeridad que acumula y de la prodigalidad". Del mismo modo que hay dos tipos de hombre, uno "poco preocupado por sus obras", como aquel del que nos hablan los etnólogos, y otro "volcado hacia la conservación y la distribución justa", exaltado por la moral moderna, los cuales pueden ser, también los dos aspectos que caracterizan a un mismo hombre en momentos sucesivos, el rostro del cual cambia “de la turbulencia de la noche a los adustos asuntos del día".
Pero de estas dos funciones del hombre es la consumición la que le permite estar de acuerdo con el mundo, pues si el destino del universo consiste "en un cumplimiento inútil e infinito", el del hombre consiste en perseguir este cumplimiento. El hombre es una cima por la dilapidación, operación gloriosa entre todas y signo de soberanía.
Del mismo modo que la moral de Bataille es, en puridad, una "inversión" de la moral corriente, sus concepciones económicas se presentan como una inversión del pensamiento económico común. Bataille estaba verdaderamente impresionado, al igual que la mayor parte de los especialistas que aborda ron estos problemas inmediatamente después de la segunda guerra mundial, por el recuerdo de las grandes crisis de superproducción anteriores a la guerra y, sobre todo, por las teorías que aquellos elaboraron, desde los ensayos de Keynes hasta la hipótesis de la "madurez económica". Y, al proponerse, de entrada. como objetivo, "investigar la cuestión planteada por las crisis del problema general de la naturaleza", al insistir una y otra vez en "la ilusión industrial" no se aparta en absoluto del pesimismo de los economistas de entonces. Pero donde innova, cuando propone un verdadero "cambio copernicano" de las concepciones económicas básicas, es cuando se da cuenta de la diferencia fundamental entre un sistema aislado -en el que domina el concepto de escasez, de necesidad, en el cual se plantean problemas de beneficio y donde el crecimiento puede parecer siempre posible y deseable- y la economía de la masa viviente en su conjunto. en la cual la energía es siempre abundante, y en la que debe destruirse, sin dudarlo. cualquier excedente. Al demostrar que el estudio de los fenómenos aislados es siempre una abstracción. propone un esfuerzo de síntesis que entonces no tenía precedentes, en oposición al espíritu cerrado de los economistas tradicionales, que, en su opinión, son como "los mecánicos que sólo saben cambiar las ruedas”. Crítica en profundidad que ha tenido éxito, pues ya se sabe la aceptación que ha tenido desde que se escribieron estas líneas el término de economía generalizada.
Todo el problema consiste en saber cómo, en el seno de esta economía general, ·se utiliza el excedente. El uso dado al excedente es "la causa de los cambios de estructura", es decir, de toda la historia de la civilización, a la cual se dedican las· tres cuartas partes de los capítulos de La parte maldita, obra en la que se estudia un conjunto de "datos históricos" que ponen en evidencia el contraste entre dos tipos de sociedades, las "sociedades de consumición", como los aztecas o las sociedades primitivas con "potlach", y las sociedades de empresa militar (como el Islam), o industrial (como la sociedad moderna, tal como se ha desarrollado después de la Reforma), dedicando especial atención a la sociedad paradójica del Tíbet, "sociedad de empresa religiosa", en la que el "monaquismo" es un modo original de gasto del excedente, solución de tipo cerrado que, gracias al gran número de monjes improductivos y sin hijos, "retiene dentro de sí misma su violencia explosiva".
Acontece, pues, que el futuro depende de la elección que los hombres de hoy hagan del modo de gastar el inevitable excedente. ¿preferirán seguir "sometidos" a lo que pueden "producir", es decir, dejarán que el excedente provoque explosiones cada vez más catastróficas en lugar de "consumirlo" voluntariamente, de destruirlo conscientemente de la forma que ellos quieran y "gozar" con ello?
Al llegar a este punto, la reflexión de Bataille, aplicada a la época contemporánea y a las experiencias de uso de las riquezas que en ella se practica, lejos de complacerse en las reacciones pasionales y en los furores que animan ciertos pasajes de La noción de gasto, es la de un hombre al cual la madurez le ha aportado el gusto por juicios más serenos e incluso, a veces, la ambición -tal vez excesiva?- de contemplar no ya soluciones, positivas duraderas, pero sí, al menos, situaciones de equilibrio capaces de facilitar a los hombres un momento de tranquilidad. iQué diferente es el tono del capítulo de La parte maldita dedicado al lujo y a la miseria del usado en las páginas del artículo de "La critique sociale" donde describe las condiciones de la lucha de clases! La apreciación formulada sobre la experiencia soviética -es decir, stalinista- en el libro de 1949, contrasta con el silencio aparentemente reprobatorio con el que queda envuelta en el artículo de 1933. No sólo se formula ahora la opinión diciendo que "no había elección posible'', lo que justifica, en realidad, el ritmo de acumulación adoptado, el cual corresponde a un período de la historia que, sencillamente, ha abierto por otras vías un nuevo espacio al crecimiento, de modo similar a como lo hizo el capitalismo, sino que; incluso "a la misma disidencia comunista" (la que se oponía a las vías elegidas por el poder soviético) se le acusa de participar en "la esterilidad general de las democracias" y se denuncia "la connivencia de los opositores y los burgueses". Con respecto a la sociedad capitalista más poderosa, al subrayar duramente que su comportamiento anterior la llevaba a un atolladero, Bataille admite que tal vez fuera posible que en aquellos momentos estuviera en camino de entrever una solución desprendiéndose del excedente bajo la forma del don puro y simple. A pesar de todas las reservas formuladas, parece que la esperanza impregna una parte completa de los últimos capítulos de La parte maldita, los que dedica al plan Marshall, el cual no podía dejar de impresionar fuertemente al teórico del gasto improductivo, puesto que este plan, tal como había sido presentado al menos, consistía, en definitiva, "en gastar una riqueza inicialmente condenada a propiciar nuevas posibilidades de crecimiento en otros lugares".
Es posible que haya en las páginas de La parte maldita dedicadas al plan Marshall, igual que en las que se evoca la experiencia soviética, y hasta en la concepción un tanto simplista de las perspectivas de desarrollo industrial en el mundo, aspectos que podrían ser calificados como oportunistas. Estos aspectos son, en realidad, en esta obra, muy diferentes de los que creíamos descubrir en La noción de gasto -se presentan a veces incluso en contradicción con éstos-, pero ello es así porque surgen de la influencia de acontecimientos o de lecturas diferentes sobre el hombre extremadamente sensible que Bataille fue siempre. Acontecimientos como la iniciativa del plan Marshall. que ofrecía una ocasión muy atractiva para ver confirmarse por los hechos la teoría del don. o como la guerra fría -era la época de la guerra de Corca- la cual parecía dar en aquellos momentos las máximas posibilidades a la URSS.
Es cierto que Bataille tomó posteriormente plena conciencia de lo que tenían de contingente algunas de estas influencias, y que es una de las razones -no la principal, sino una más- por las cuales deseaba tan fervientemente reconsiderar La parte maldita y desarrollar de nuevo los temas que en esta obra se exponen. Nunca podremos saber cómo hubiera sido la nueva Parte maldita o la obra que le hubiera continuado, pero sí sabemos lo que aporta este libro de Bataille, con el que nos puede ayudar a responder al angustioso interrogante sobre la historia del mundo tal como se viene desarrollando ante nuestros ojos. Cualquiera que sea la opinión que podamos tener sobre determinados aspectos; de la apreciación de Bataille sobre el fenómeno soviético o sobre el americano a finales de los años cuarenta, es evidente que llegó a ver con claridad que la URSS existía para "despertar" al mundo, y que América, efectivamente, bajo el efecto de esta amenaza permanente, parecía empezar a despertarse y a tomar conciencia. Bataille tuvo la iluminación de que podrían establecerse entre ambas fuerzas "intercambios atípicos" y probar así "que las contradicciones del mundo no tenían que ser resueltas necesariamente a través de la guerra". Entrevió, en fin, que el derroche creciente que suponen los gastos atómicos y espaciales de las dos grandes potencias del mundo podrían aparecer algún día como un "potlatch" gigantesco, es decir, como un medio de evitar más o menos conscientemente "ese gasto catastrófico de la energía excedente" que es la guerra.
Así, pues, con La parte maldita, Georges Bataille, precursor de la teoría del don en la vida económica moderna y de la "economía generalizada", ha sido también -más de diez años antes el profeta de la "coexistencia pacífica" del desarrollo de la competición espacial entre los bloques. Esto es mucho para un solo libro, pero es también un legado inesperado por parte de un hombre que durante mucho tiempo trató de evitar la aportación de una doctrina propia.
Jean Piel