2023 Abr 23, May 13 El contexto sucesorio I, II y III. Gustavo Gordillo de Anda.
Las transformaciones. El presidencialismo autoritario se transfiguró en un Ejecutivo acotado, pero no por los otros poderes constitucionales, sino por los poderes fácticos. El partido hegemónico fue sustituido por un pacto oligárquico entre partidos lubricado con los recursos públicos. Las reglas informales continuaron imperando junto a un activismo legislativo de leyes aprobadas pero no acatadas. Pero la mayor derrota del estado y la sociedad, expresada en la cauda de muertas y desaparecidas, fue la guerra contra las drogas. Hasta nuestros días.
Las bandas criminales. Su lógica es local, territorial y multiforme.
No es, como repite con razón Fernando Escalante, un cuerpo ajeno, externo a la sociedad. Más bien se encuentra empotrado, engastado en la sociedad misma. Ha hecho uso de todos los recursos informales perfeccionados durante el autoritarismo. Ha refuncionalizado los mecanismos de intermediación desechados, aunque por razones diferentes, tanto en el régimen de las alternancias como en el régimen actual.
La cacofonía. La intermediación política está obstruida, en gran medida, porque las dos principales narrativas transportan en su seno aporías, es decir, la imposibilidad de resolver un problema , ni siquiera comenzar a dialogar, si se parte de ciertas premisas. La premisa de que el gobierno actual pone en riesgo a la democracia, recurre a un ente abstracto o se refiere al régimen incipiente que conocimos en los sexenios de la alternancia. La premisa de que quienes critican y se oponen al gobierno actual, son conservadores por definición, o se ilustra con otro ente abstracto o en una referencia histórica decimonónica. En ambos casos las premisas llevan al pasado para incrustarse en una imagen abstracta de futuro. Eluden el presente. Así no hay diálogo posible, indispensable entre las elites, como hemos sufrido de manera lamentable en las decisiones recientes en el Congreso.
Sucesión adelantada. Cuando se dice que AMLO adelantó los tiempos no está claro a qué calendario se refieren. Si se tratara del calendario de las sucesiones priístas, estaría adelantada. Pero entre 1952 y 1982 se contaba con un partido hegemónico, un presidente de la República con enorme concentración de facultades, y una inercia que operaba a favor del sistema a través de diversos mecanismos corporativos. Si en cambio se toma el período 2000 a 2018 lo único que se puede constatar es que, por diversas razones, las sucesiones presidenciales no correspondieron con los candidatos impulsados por los presidentes respectivos. No pasó con Fox ni con Calderón ni con Peña Nieto.
La sucesión con AMLO. El presidente actual tiene menos facultades, pero más poder que durante el priísmo. No cuenta con un partido hegemónico sino con una coalición electoral multiforme, extremadamente indisciplinada y poco articulada. No cuenta con grandes agrupaciones sociales ni con redes de asociaciones civiles como contaron en distinto grado tanto Fox como Calderón.
La fuerza del presidente es él mismo. Un líder carismático que tiene una enorme influencia sobre segmentos importantes del pueblo. Logra movilizarlos para propósitos específicos pero también provoca sobresaltos antes eventos inesperados.
La estrategia sucesoria de AMLO tiene por propósito reforzar su capacidad para operar la sucesión. Es un disuasivo a los potenciales candidatos presidenciales de su coalición. Sépase que es el presidente quien decidirá. En caso de que no entiendan, entra la otra parte de la tenaza. Desarticular a la oposición partidista que deje de ser remansos potenciales para candidatos derrotados. La operación tenaza se ha visto nítidamente en el debilitamiento del liderazgo de Ricardo Monreal en el Senado.
En las siguientes entregas comentaré en torno a cuatro actores claves en la sucesión de 2024: los actores políticos, los actores criminales, los actores sociales, y el actor estadounidense.
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2023 mayo 13. El contexto sucesorio II. Gustavo Gordillo de Anda.
El tío Lucas contraataca. Un patético senador estadunidense por el estado de Luisiana –rankeado como uno de los peores 5 estados en el índice de desarrollo humano (HDI) en Estados Unidos–, cuya ignorancia, estupidez y patanería sólo se compara a la de Fester o tío Lucas en la serie de Los Locos Addams (aunque confieso que es infinitamente más simpático el tío Lucas), expele mierda contra México. El único mensaje posible a votantes hispanos es: sáquelo de Congreso con una patada en el trasero, que parece ser lo único grande que posee.
Pasiones y emociones. El actual momento político mundial acicateado por las redes sociales, las fortalecen. Pierre Ronsanvallon (2020) habla de un régimen de emociones donde distingue tres: emociones de posición (sentirse abandonados), emociones de intelección (visiones complotistas y fake news), y las emociones de acción (la desconfianza a los gobiernos establecidos, a las élites tradicionales).
Pasiones y emociones encuadran la democracia plebiscitaria. Para Tocqueville (La democracia en América, 1998: 287), las costumbres (moeurs, en francés) son “los hábitos del corazón”, algo así como el talante moral con el que se aborda el mundo social. La costumbre (cultura) moldea la sociedad con más firmeza que las circunstancias o las leyes.
Democracia desfigurada. Si la democracia está articulada a partir de dos esferas: la esfera de la voluntad –elecciones e instituciones representativas–, y esfera de la opinión –el ámbito del debate y las opiniones políticas–, como postula Nadia Urbinati, una de las deformaciones de la democracia es el régimen plebiscitario. Este régimen promete recuperar la noción de pueblo como signo de identidad colectiva, pero convirtiendo a las masas en espectadores. Para la politóloga italiana hay tres regímenes que deforman a la democracia: el gobierno de los expertos –como el que tuvimos en México a finales del siglo pasado–, el populismo –como el que tuvimos en el largo periodo del priísmo–, y la democracia plebiscitaria que comienza a despuntar en este sexenio sin que se haya consolidado aún.
Rendición de cuentas. En la democracia plebiscitaria la rendición de cuentas vía procedimientos e instituciones –equilibrio de poderes–, se sustituye por el referendo diario que se mide en los índices de popularidad. Ver al presidente o al primer ministro constantemente expuesto en público trasmite una sensación de transparencia y de sinceridad en el mensaje. Desde luego que esto no excluye, sino que más bien exige, una mise en scène. Esta puesta en escena es consustancial al otro componente clave de la democracia plebiscitaria que es el uso del simbolismo. La batalla de los símbolos es la batalla política por antonomasia.
Competencia civilizatoria. El sociólogo polaco Piotr Sztompka (2000) explica la desilusión con la democracia en países de Europa del Este y su regreso a formas diversas de autoritarismo, recurriendo a los hábitos y costumbres de las sociedades. El autor polaco propone un concepto –competencia civilizatoria– que define como un complejo conjunto de reglas, normas y valores, hábitos y reflejos, códigos y matrices, guías (blueprints) y formatos, cuyo manejo habilidoso y semiautomático es un prerrequisito para la participación en las civilizaciones modernas.
Los actores políticos. En el contexto de esta sucesión, hay en principio tres actores centrales: el presidente López Obrador, los llamados partidos de la oposición y Morena. Pero dadas las características del contexto actual, resaltan dos más: el Poder Judicial encabezado hoy por la Suprema Corte y una coalición de organizaciones civiles dirigidas por un segmento importante del empresariado.
En mi siguiente entrega los analizo uno a uno, pero en el marco de una incipiente democracia plebiscitaria, donde la batalla central por los símbolos la ganó AMLO desde el primer día de su presidencia.
Periódico La Jornada. 13 de mayo de 2023 , p. 15
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2023 May 27 El contexto sucesorio III. Gustavo Gordillo de Anda
Decía Charles Baudelaire que el mayor truco del diablo consistía en hacernos creer que no existe. El mayor éxito del presidente López Obrador es convencernos de que la oposición no existe. Cuenta con el atingente apoyo de los Tres Amigos: los dirigentes del PRI, PAN y PRD.
La estrategia sucesoria de AMLO tiene tres pies. Inundar el ambiente político de una expectativa de inevitabilidad en el triunfo de Morena. Establecer incentivos positivos y negativos para que los contendientes de Morena a la Presidencia de la República no se indisciplinen. Arruinar las posibilidades de triunfos de la oposición para que no se vuelvan atractivos para algún posible disidente de Morena.
Reflexiono alrededor de tres actores políticos claves: los partidos de oposición, Morena y los comentaristas.
Partidos de oposición. Las elecciones de 2018 pusieron al descubierto el desfondamiento de los partidos tradicionales que habían, en buena medida, conducido los regímenes de las alternancias. El estado de ánimo que se respiraba ya desde 2012, tanto en la sociedad como entre los partidos de gobierno o de la oposición, era que el poder se había fragmentado y que se requería recentrarlo.
Cuidado con los amigos de la democracia. El Pacto por México (PxM) tuvo el propósito de superar la fragmentación política. Resulta bastante paradójico que quienes hoy advierten signos ominosos de desmantelamiento de la democracia por parte de AMLO no lograron o no quisieron advertir que el PxM era un peligro existencial para la democracia, e incluso que buscó imponer –y casi lo logró– una nueva Constitución por métodos no constitucionales: todo se pactó por fuera de los canales institucionales, por fuera de los partidos, del Congreso, de los poderes Ejecutivo y Judicial y, sobre todo, de la sociedad. Y luego se los impusieron a todos.
Los resultados electorales de 2018 fueron consecuencia directa del PxM que, además, al funcionar a partir de un grupo autoseleccionado al margen de las instituciones, propició más aún la impunidad y la corrupción. Nunca ha habido ni en los partidos ni en sus liderazgos, el más mínimo espíritu autocrítico. Por eso hoy se escenifican episodios dignos del Teatro Blanquita no del espacio público.
No, no creo que sea sólo maldad o astucia –ni Dios lo quiera–, es más bien pendejez en grado supremo.
Morena. Hay poco que decir, no son partido, no son movimiento, pero si son un exitoso muégano político gracias al carisma de su líder y a la amalgama de los personajes más disímbolos y distantes entre sí con dos características en común: la obsesión por ocupar puestos y presupuestos, y la implantación local o regional que les permite movilizar más que clientelas, votantes.
Los comentaristas. Lo que sí existió en el régimen de las alternancias fue un enorme peso –mayor que su fuerza política real– de los intelectuales públicos que sólo se puede entender por la debilidad y cortedad de miras de los partidos políticos. Tocqueville se refería a los hombres de letras y comentaba: ¿Cómo unos hombres de letras, sin posición, ni honores, ni riquezas, ni responsabilidad, ni poder, llegaron a constituirse, de hecho, en los principales políticos de su tiempo, e incluso en los únicos, puesto que si los otros ejercían el gobierno, sólo ellos tenían la autoridad?
El poder de comentocracia. ¿De dónde derivaron su poder? Fernando Escalante lo sugiere en Nexos, México ayer y ahora (abril de 2023). Ahí caracteriza al régimen de la transición como producto de un programa explícito de transformación cultural: mercado, elecciones y estado de derecho. Ese proyecto intelectual fue concebido y elaborado por un gran número de intelectuales que luego lo trasmitieron a través de los medios a su audiencia: un segmento pequeño, pero activo, de clases medias urbanas.
Hasta que el producto se cebó.
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