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2024 Jul 11 ¿Derechos reales? No, dádivas y complacencias. Román Revueltas Retes.

La vida no es fácil. Pregúntenselo ustedes a los millones de mexicanos que habitan uno de los países del planeta donde más horas se trabajan. Pregúntenselo a las mujeres que tienen todavía que encarar las faenas domésticas luego de cumplir con una agobiante jornada laboral. Pregúntenselo a los aspirantes que compiten por un puesto directivo en una gran empresa.

Es muy curiosa, entonces, la deriva paternalista y complaciente de nuestra sociedad, alentada ahora, aún más, por el régimen de doña 4T.

Hay un componente clientelar en la estrategia, desde luego, porque se trata de contentar a los votantes, de la misma manera como los programas sociales no sólo sirven para mitigar la pobreza de los grupos más desfavorecidos sino para agenciarse sus favores a la hora de acudir a las urnas.

El asunto, hablando justamente de los recursos que el gobierno reparte alegremente entre esos sectores, es que se trata de una política asistencial de muy corto plazo –no es una estrategia para cambiar sustancialmente el destino de los beneficiarios– siendo que lo que verdaderamente necesitan los pobladores de una nación es poder ejercer derechos reales, es decir, contar, en los hechos, con las condiciones que merece un ciudadano a parte entera.

Estamos hablando de servicios de salud, de seguridad pública y de educación. Y vaya que nos daríamos por bien servidos con que el Estado mexicano asegurara el cabal abastecimiento de las primerísimas necesidades de los habitantes de este país.

No ocurre eso, sin embargo, sino todo lo contrario: estamos sobrellevando una auténtica catástrofe en el apartado de las políticas gubernamentales que debieran garantizar un bienestar verdadero.

De la misma manera como el asistencialismo se ha vuelto la gran receta para manejar la cosa pública, también la deliberada renuncia oficial a mantener los niveles de exigencia que se necesitan para enfrentar los retos de la vida es una estrategia absolutamente perniciosa y nociva.

De seguir así, ya no habrá, muy pronto, exámenes de admisión ni requerimientos ni obligación alguna para subir en la escalera educativa. Los estudiantes no deben de ser sujetos de la más mínima presión. Deben de ser complacidos.

El gran tema, sin embargo, es el siguiente: a la vuelta de la esquina está el mundo real. ¿Cómo es? Durísimo. Tan despiadado como esa pobreza de la que no se sale, ni se saldrá, con los mil 500 pesos que te obsequia papá gobierno.

 

Tomado de: Milenio