2024 Oct 26 Mundo aparente y mundo invertido. José Elías Romero Apis.
Creo que nuestra actualidad está invertida y que convivimos con muchas apariencias. Una de ellas es la justicia. Nos conformamos con el discurso justiciero y cerramos los ojos ante una realidad que nos anuncia que nos encaminamos, aceleradamente, hacia un estado de justicia medieval. Apariencias de justicia.
Me gusta soñar y me gusta despertar. Disfruto soñar porque me gusta lo bello, lo feliz y lo perfecto. Disfruto despertar porque me gusta lo real, lo auténtico y lo verdadero. Pero, sobre todo, me gusta combinar y, entonces, sueño despierto. Eso es delicioso y mucho lo recomiendo.
Se dice que ése es el secreto de los más sabios estadistas que han logrado la excelencia, el éxtasis y el éxito. Porque la pura ilusión tan sólo lleva a la decepción, a la derrota y al desastre. Ésa es la política de los tontos. Y la pura realidad tan sólo lleva al odio, al enojo y a la destrucción. Ésa es la política de los malos.
Repito que no estoy en contra de la ensoñación. Toda mi vida me he esforzado por ser muy objetivo, por ser muy realista y por ser muy maduro. Para mi fortuna, todavía no lo logro y todavía disfruto en ensoñarme y en ilusionarme con lo que no existe. Por eso estoy convencido de que lo peligroso no es soñar, sino sustituir la realidad con el ensueño y con lo ficticio.
También por eso creo que nuestra actualidad está invertida y que convivimos con muchas apariencias. Una de ellas es la justicia. Nos conformamos con el discurso justiciero y cerramos los ojos ante una realidad que nos anuncia que nos encaminamos, aceleradamente, hacia un estado de justicia medieval. Apariencias de justicia.
Hay apariencias de democracia. Contamos con uno de los sistemas electorales más perfectos del mundo. Pero no tenemos democracia porque no tenemos demócratas. Casi todos quieren ser los únicos. Casi todos quieren “todas las canicas”. Que no haya otros poderes ni otros partidos ni otras ideas ni otros derechos ni otras voces que no sean los de ellos. Apariencias y nada más.
Hay apariencias de libertad. Pero no sabemos si en el fondo existe. Cada vez es más generalizada la percepción de que, hoy que creímos estar más cerca de la libertad, es cuando estamos más cerca de la dictadura. La falsa solución de la represión empieza a tocar a las puertas. Hay apariencias de gobernabilidad. Pero hasta el poder presidencial ya peligra. Por ejemplo, ya le dieron tanto poder al Congreso de la Unión que ni el pueblo puede defenderse de sus acometidas. Hasta la Presidenta corre peligro ante un “camarazo” frente al que no tenga ni amparo que la proteja ni Suprema Corte que la defienda. ¡Cuidado… mucho cuidado!
Un gobierno se sostiene tan sólo porque es gobierno, no porque sea bueno. México y Estados Unidos son las dos democracias más estables en más de un siglo y ambas han tenido muy buenos, así como muy malos gobiernos. Pero ninguno se ha caído porque las instituciones sostienen en firme a todos sus gobiernos de los muy buenos o de los muy malos.
Ejemplo de esa fortaleza por estabilidad nos lo han dado sus gobernantes más poderosos y que han sido los más respetuosos de su Constitución. No siempre por obediencia, pero siempre por conveniencia. Porque el presidente que desconoce la Constitución es como el Papa que desconoce al Evangelio. Se rompe la cuerda de su trapecio. En la realpolitik, al mal gobierno no lo tiran los otros porque son mejores, sino que lo tiran los otros porque son más fuertes.
Menciono a dos que se hicieron fuertes hasta la leyenda el día que defendieron su Constitución y su Suprema Corte. Lázaro Cárdenas frente a El Águila y John Kennedy frente a George Wallace. Desde ese día y hasta la fecha, a esos dos presidentes se les guarda miedo a su recuerdo y respeto a su memoria. Algún día detallaré los pormenores jurídicos y políticos de esas dos gestas.
Estoy muy convencido de que la actual y las siguientes generaciones están equipadas para reconstruir, para fundar y para renovar lo necesario. No sería yo el indicado para decir lo que cada generación deba hacer. Los cambios del porvenir ya los sabremos en su momento. Por eso decía Miguel de Unamuno que la verdadera revolución es el tiempo. El tiempo es el único que cambia todo y es el jefe de la verdadera transformación.
Tomado de: Excélsior