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2025 Ene 20 El retorno de Donald Trump y la geopolítica del nacionalismo tecnológico. Mario Luis Fuentes.

La llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos implica el fortalecimiento de un grupo de poder económico y político que persigue una hegemonía global basada en un modelo nacionalista-proteccionista. Este grupo promueve una visión que combina el proteccionismo económico con el dominio estratégico de tecnologías emergentes y los recursos materiales críticos para su desarrollo.

Su enfoque desafía directamente las lógicas globalistas que, en las últimas décadas, han buscado construir un orden internacional fundamentado en la cooperación multilateral, los derechos humanos y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), frente al cual los señalamientos sobre su fracaso para construir una sociedad global más igualitaria, con menos pobreza y con más justicia y solidaridad, ha cimentado los discursos de odio y populistas que, desde otros sectores del poder económico, se presentan como “antisistema” y como justicieros respecto de las carencias y crisis planetarias. En efecto, el proyecto nacionalista de Trump busca consolidar la supremacía de Estados Unidos en sectores clave de las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, la industria aeroespacial, todo el sector energético, la computación cuántica y las redes 5G. Estas tecnologías son consideradas las herramientas del poder en el siglo XXI, y su dominio implica una ventaja estratégica en términos militares, económicos y diplomáticos.

Este grupo también busca controlar los recursos naturales esenciales para el desarrollo tecnológico, como el litio, las tierras raras y el cobalto. El reciente impulso de Estados Unidos para garantizar el suministro de estos materiales, a través de alianzas bilaterales y presión geopolítica sobre países productores, refuerza su búsqueda de hegemonía global. Así, mientras el discurso se centra en “hacer a América grande de nuevo”, el trasfondo revela una estrategia que combina nacionalismo económico con ambiciones globales de poder tecnológico.

La postura de este grupo contrasta radicalmente con el discurso multilateralista de las décadas recientes, en el que la agenda global se ha enfocado en temas como los derechos humanos, la lucha contra el cambio climático y la transición hacia una matriz energética más sostenible. Sin embargo, el regreso de Trump al poder representa un retroceso en estas agendas. Su retórica racista, misógina y abiertamente contra los derechos humanos refleja una lógica que privilegia el poder económico y político sobre las preocupaciones éticas y ambientales. Esto no sólo debilita los esfuerzos globales para enfrentar el cambio climático, sino que también socava la legitimidad de las instituciones multilaterales que han intentado promover un orden internacional basado en la cooperación y la justicia social.

México enfrenta desafíos particulares ante esta visión del mundo. La retórica de Trump, que describe a los migrantes mexicanos como una amenaza para la seguridad y la economía estadunidense, se alinea con los discursos xenófobos y racistas promovidos por las derechas europeas. En países como Hungría, Polonia e Italia, estas corrientes han implementado políticas antiinmigrantes que, además de violar derechos humanos, han erosionado el tejido social y la cohesión regional.

En el caso de México, esta retórica no sólo exacerba tensiones diplomáticas, sino que también tiene consecuencias directas sobre nuestra economía y seguridad nacional. La posible imposición de mayores restricciones comerciales y arancelarias pondría en riesgo a diversos sectores económicos nacionales, que son pilares fundamentales de la economía nacional. Además, las políticas migratorias endurecidas no sólo criminalizarían aún más a las personas migrantes, mexicanas y de otras nacionalidades, y podrían, incluso, obstaculizar los flujos de remesas. El retorno de Donald Trump y la consolidación de los grupos de mayor poder y de corte nacionalista en Estados Unidos marcan un desafío significativo para el orden global liberal. Este proyecto amenaza los avances logrados en derechos humanos y sostenibilidad, y redefine las relaciones internacionales bajo una lógica de dominio y exclusión.

Para México, este escenario representa riesgos económicos, sociales y políticos que requerirán estrategias firmes y una postura clara en defensa de la cooperación multilateral y los derechos humanos. La capacidad de México para enfrentar estos desafíos determinará sus posibilidades para navegar en un contexto geopolítico cada vez más complejo y fragmentado.

 

Tomado de: Excélsior