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2025 Ene 23 La verdadera defensa de la patria. Luis de la Barreda Solórzano.

Si la soberanía es, como la define el Diccionario de la Real Academia Española, el poder político supremo que corresponde a un Estado independiente, habremos de admitir que en México el gobierno no ejerce plenamente ese atributo porque el poder lo comparte con grupos criminales que imponen, deponen o intimidan autoridades; controlan territorios en los que se obedecen sus designios; cobran cuotas a productores, comerciantes y empresarios; secuestran y asesinan a miles de personas cada mes; dan órdenes a servidores públicos; bloquean avenidas y carreteras; entran armados a pueblos en ostentosos desfiles sin que nadie les impida el paso; dictan toques de queda; reclutan jóvenes para integrarlos a sus filas; trafican con drogas; establecen narcolaboratorios; roban la mercancía de los camiones de carga; asaltan a los automovilistas no sólo en autopistas, sino en las mismísimas calles de las ciudades. ¡Uf, la lista es ominosamente agotadora!

Y esas fechorías y crímenes, casi en su totalidad, quedan impunes. No contamos con policías y ministerios públicos suficientes y altamente profesionales. Los cuerpos policiacos y las agencias investigadoras han sido ninguneados por los sucesivos gobiernos con la convicción de que ni las elevadísimas tasas de criminalidad ni la escandalosa impunidad les restarán votos a sus partidos, como no se los quitó a Morena el desastre en salud, educación, instituciones democráticas, derechos humanos, etcétera. Ésa sí es una reforma urgente: la de las instituciones de prevención y de persecución de los delitos. Pero un alto porcentaje de mexicanos parece aceptar que el horror de los crímenes sin castigo es tan fatal como las exhalaciones del Popocatépetl.

Como señala Gilberto Santa Rita, académico de la Universidad Iberoamericana, los cientos de miles de desplazados en México, cuyos desplazamientos son forzados por el crimen, demuestran que el Estado ha perdido la soberanía más básica, que es la soberanía sobre el territorio, del que el gobierno debería tener el poder y el control. En muchas ciudades y pueblos hay presencia del Ejército, pero se carece de una estrategia eficaz para enfrentar el problema. Muchas veces esa presencia se limita a efímeros patrullajes que no alivian la situación, pues los criminales simplemente dejan que pasen, que se alejen, y vuelven a las andadas. No sería así con la presencia constante en cada comunidad de una policía bien capacitada, bien pagada, bien armada, con elementos y recursos materiales y tecnológicos suficientes.

Ricardo Monreal, coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, afirmó que, ante la medida de Donald Trump de declarar terroristas a los cárteles del crimen organizado, “debemos responder con unidad y cautela, construyendo un frente común con la presidenta Claudia Sheinbaum”. El inefable Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado, llamó a la unidad en torno a nuestro gobierno y a nuestro pueblo. En términos similares se manifestaron todos los gobernadores del país y la jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

¿Unidad para defender a los grupos criminales, respecto de los cuales las autoridades han sido negligentes, tolerantes o incluso cómplices? ¡Ah, que se lo pregunten a los familiares de los asesinados, los desaparecidos y los secuestrados, a los desplazados, a los extorsionados! Fernando Savater advierte que la defensa de la patria, de ciertos valores establecidos, la solidaridad con los oprimidos o contra la tiranía, provienen del mismo afán —mejor o peor orientado— de felicidad (El instinto de felicidad, A decir verdad, Universidad Veracruzana).

Como apunta Pascal Beltrán del Río, lo que debemos hacer es “extinguir las razones por las que nos hemos colocado en la mira de Trump. Y no hacerlo por él, sino por nosotros mismos. No para darle gusto a él, sino por nuestra propia conveniencia… Una revisión mínimamente autocrítica nos tendría que llevar a admitir que los cárteles se han convertido en un poder paralelo, que controla regiones y extorsiona a empresas de todo tipo, y que el debilitamiento del Estado de derecho ha expuesto a millones de mexicanos a ser secuestrados, desaparecidos y asesinados (Excélsior, 21/I/25)”.

La verdadera defensa de la patria ha de ser la defensa efectiva de los mexicanos contra quienes impunemente les arrebatan la vida, la libertad, el patrimonio, el suelo en que se meció su cuna, la tranquilidad.

 

 

Tomado de: Excelsior