2025 Feb 9 Un complejo significado. Carlos Carranza.
Todo es cuestión de perspectivas y de aprovechar, con cierta eficacia, lo oportunidad que las jugadas políticas ofrecen día con día. Por ello no es nada difícil encontrarnos con una narrativa triunfalista, llena de hipérboles y edulcorantes retóricos, que nos habla acerca de lo que sucedió con el asunto de los aranceles, Donald Trump y Claudia Sheinbaum. Más allá de los resultados de esta “negociación” y sus posibles acuerdos, se podía deducir —con mucha facilidad— que la batalla discursiva la tenía muy bien construida todo el aparato gubernamental, sus propagandistas y el corifeo que amplifica cada uno de sus mensajes.
Quizá, si los resultados fueran completamente adversos, ya se tenía cimentada esa retórica de soflamas en la que se imponía el patrioterismo que nunca falla cuando se trata de envolverse en la bandera de una soberanía que tiene sus raíces en las expresiones nacionalistas del siglo pasado. Y, sin embargo, ante la pausa que el actual presidente de los Estados Unidos impuso a los famosos aranceles, se pretende ensalzar la imagen de la mandataria del Poder Ejecutivo de nuestro país que alimenta al presidencialismo que se agudizó durante el sexenio pasado. Todo se puede acomodar con cierta facilidad cuando los engranajes del aparato propagandístico se encuentran bien calibrados y funcionales. Cualquier jugada se terminaría aplaudiendo bajo los fuegos de artificio y arranques propios del histrionismo de las viejas películas de charros.
Y, en ese sentido, no se hicieron esperar los refuerzos temáticos —que nunca fallan en sus resultados— y que están probados por sus resultados inmediatos: insistir en su reinterpretación del pasado. Así, mientras cierto porcentaje de la sociedad muestra su pecho inflamado por el nuevo concepto de “soberanía” —tan ad hoc al diccionario propio de la Cuarta Transformación—, se reaviva aquel tema de la conquista española. ¡Buena apuesta para del oficialismo en un momento en el que este tipo de discusiones tendrán una gran cosecha! Insistir en aquello de que España pida perdón por La Conquista vuelve a colocar al actual gobierno en una aventajada posición discursiva en la que se constituyen como los adalides del maniqueísmo populista.
Así, ha resultado tan fácil encender una serie de peroratas en las que no se deja escapar la oportunidad de señalar a quienes no se muestran incondicionales al oficialismo, lanzando una cadena de calificativos que obedecen a ese determinismo que ha implicado su pretendida ideología —tan flexible como sus principios, según el nuevo catecismo del chapulín político—. Así, quienes demuestran la riqueza de su análisis y las profundidades de su reflexión al emplear términos como entreguistas, vendepatrias o traidores, pasan por alto que convertirse en jueces desde el túmulo levantado con la tierra de nuestro país, también implican juegos de contrarios y espejos en los que también podrán ser medidos con la misma vara y buscarán recoger algunas monedas entre el polvo.
Pues, de qué otro modo se puede calificar a quienes prefieren anteponer su trasnochada ideología y mirar a otro lado cuando se habla de la violencia, los homicidios, las desapariciones y la corrupción que ya casi son como una nueva expresión del costumbrismo nacionalista. Es cuestión de un simple ejercicio para subrayar que si el crimen organizado, con sus diferentes rostros y tentáculos, ha terminado por asentar su poder en nuestro país, es gracias a la corrupción de unas autoridades que le dieron la espalda a la justicia y, por ende, a la sociedad. Y, por cierto, cómo llamarle a que las condiciones sociales y económicas hayan obligado a miles de personas a buscar mejor suerte en EU en calidad de indocumentados. ¿Será oportuno hablar de los desplazados a consecuencia de la violencia que impera en ciertos lugares del país ante la distraída mirada de las autoridades? Tal vez el número de ejemplos sea cada vez mayor, pero el factor común en todo esto es que hay quienes han “vendido” a la sociedad por unas cuantas monedas, quienes han “entregado” la seguridad y el futuro del país por otras tantas. Todo es cuestión de significados.
Podrán subirse a la tribuna pública a lanzar denuestos y peroratas —alardeando popularidad y aceptación— pero en los cimientos de esas pretendidas alturas se encuentran las fosas comunes que han sembrado a nuestro país de desgracia, injusticia y dolor. Y, en esto, no se trata de resaltar colores y siglas, pues, como dice Antonio Porchia en una de sus extraordinarias voces, “el mal no lo hacen todos, pero acusa a todos”. Sí, a quienes han sido cómplices y a los mudos testigos que siguen creyendo que el sol se cubre con un dedo.
Y, sin embargo, el futuro allí está, para quienes creen en la educación, la justicia y la moral como esos cardinales en el rumbo del país.
Tomado de: Excélsior