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2024 Oct 1 Cien pasos para la transformación. Proyecto de Nación 2024-2030. Claudia Sheinbaum.

LAS PROPUESTAS
LA PROPIA HISTORIA COMO RAZÓN Y CIMIENTO DEL PROYECTO.
El discurso ideológico de la 4ªT, el “Humanismo Mexicano”, no se ha construido teniendo como base una de las teorías sociales generales disponibles y de validez universal —aunque no las ha ignorado— sino que ha sido elaborado básicamente como una interpretación de la construcción histórica del Estado nacional mexicano vista “desde abajo”, desde sus bases sociales. Se trata de una narrativa de la evolución política, social, material y cultural de nuestro país para ser captada y asumida como propia por todos los sectores que conforman la base social y popular del partido-movimiento Morena.

La visión de los orígenes y desarrollo de la nación mexicana elaborada por el movimiento de la 4T busca reflejar tanto la experiencia efectiva como la utopía de amplias capas de las clases subalternas y que, además, les provee de razones legítimas para movilizarse y sostener su apoyo a un cambio en el estatus quo por la vía de las políticas y las propuestas formuladas por el discurso presidencial y por el de la candidata que busca sustituirle al frente del gobierno.

LOS ANTECEDENTES SON VIGENTES. El proyecto de la 4T para modificar la estructura del antiguo régimen tiene como punto de partida la violenta ruptura del lazo colonial entre la sociedad novohispana con su metrópoli europea y el inicio de un difícil y, en ocasiones, contradictorio esfuerzo por hacer de la colonia de un gran imperio una nueva nación soberana.

A diferencia de otras experiencias independentistas americanas, la mexicana prácticamente desde su inicio, y de manera natural, adquirió un claro contenido de rebelión social y no sólo contra el estatus colonial sino contra algo más concreto y profundo: una estructura institucional y social percibida como básicamente injusta —discriminatoria y extractiva en exceso—, por numerosas comunidades indígenas, por sectores mestizos y por grupos criollos marginados del proceso de la toma de las decisiones en asuntos que les concernían directamente.

La 1ª T. El alcanzar la independencia formal de España —vista como la primera gran transformación (la 1ªT) y fundación del Estado mexicano, no significó poner punto final a las inconformidades sino al contrario, resultó ser el punto de partida de otro proceso igualmente complicado y violento —la 2ª T— encaminado a convertir a la ya declarada inexistente Nueva España en una auténtica nueva nación. Muy pronto, la discusión y disputa entre los nuevos grupos de poder en torno a la construcción del naciente entramado institucional llevó a una violenta agudización de las contradicciones sociales, políticas y económicas que habían aflorado pero no se habían resuelto formal o efectivamente a lo largo de la década de la lucha independentista.

La 2ª T. De nuevo y sin solución de continuidad: México, fue lanzado a otro período de gran disputa ideológica, violencia y fragmentación que sería la dura forja de una Segunda Transformación. Esta 2ª T implicó superar dos formidables guerras internas y tres invasiones extranjeras. Dos de esas invasiones fracasaron pero una, la emprendida por Estados Unidos entre 1846 y 1848, significó una derrota permanente para México pues le amputó un vasto territorio y le hizo perder mucha de la confianza ganada con la independencia. Las luchas internas de entonces se caracterizaron por su encono y ferocidad. La llamada “guerra de los tres años” logró separar a la iglesia del Estado e imponer una constitución republicana y liberal en un entorno con estructuras y cultura coloniales. Una subsecuente “guerra de Reforma” logró sostener esa constitución frente a la oposición conservadora temporalmente apoyada por una gran fuerza expedicionaria francesa. Todo este proceso culminó con el triunfo de las fuerzas del cambio y con una pérdida notable del poder de la Iglesia Católica aunque a un costo muy alto: la devastación de una sociedad dividida por su estructura de clases, enconos muy profundos y con un tiempo perdido para una tarea urgente: la construcción de una nación que, además, estaba a la defensiva frente a un cada vez más fuerte y expansionista vecino del norte.

La 2ª T significó, por un lado la consolidación de un Estado laico, formalmente democrático y republicano y que echó abajo y clausuró el proyecto de arraigar un gobierno monárquico tutelado por Francia. Sin embargo, por otro lado la forma democrática de gobierno a la que se aspiraba se quedó en eso, en forma, y lo que sí arraigó fue una estructura política oligárquica con el poder concentrado en un solo hombre: Porfirio Díaz, con un proyecto de modernización económica relativamente exitoso en un marco de “orden y progreso” pero que resultó excluyente de un elemento esencial en la etapa inicial de la construcción de una nación: los intereses y la participación de las mayorías.

La 3ª T. Al arrancar el siglo XX México se encontró de nuevo sumergido en otro período de violencia extrema en su accidentado proceso de construcción de la nación: la Revolución Mexicana o 3ª Transición. Esta transición se significó por la violenta reacción de los excluidos por la dictadura

personal y la estructura oligárquica del gobierno del general Porfirio Díaz y desembocó en una revolución social que culminó en la consolidación un régimen que, si bien incorporó a masas populares, no lo hizo bajo formas democráticas sino corporativas y con reglas efectivas para regular la transferencia del poder entré los miembros y grupos de la nueva élite política. De esta manera se perpetuó la ya arraigada contradicción entre una estructura formalmente democrática y una realidad autoritaria que, además, propició la formación de una nueva oligarquía empeñada en continuar la transformación económica esta vez enmarcada en una estructura política corporativa, de partido único, sin división real de poderes y centrado en una presidencia sin reelección pero sin contrapesos. Daniel Cosío Villegas definió a este tipo de régimen como una “monarquía absoluta sexenal y hereditaria en línea transversal”.

LA 4T. Las tres transiciones que antecedieron a la actual fueron detonadas por estallidos de violencia generalizada y prolongada, producto de arreglos políticos excluyentes de los intereses y voluntades populares, que llevaron a una concentración insultante de los privilegios y riqueza y a una corrupción material y moral de la esfera pública disolvente de su legitimidad. En ningún caso, y ya en el poder, las dirigencias de las tres transiciones pudieron administrar y menos aún resolver de acuerdo a sus propios principios las contradicciones de intereses que las originaron, especialmente las de carácter social. Sus respectivos regímenes tuvieron fallas de origen que se fueron agudizando con el tiempo hasta desembocar en crisis terminales.

 

EL DESARROLLO DE LA 4ª T A LA LUZ DE SUS ANTECEDENTES

La transición que hoy está en curso, la 4T, al explicarse a sí misma —su proyecto y los medios para llevarlo al cabo—, busca hacer suyos los valores fundamentales de las tres que le antecedieron para plasmarlos en su ideario: el “Humanismo Mexicano.” Pero también tiene plena conciencia de los errores, fracasos y causas de las crisis de las transiciones previas, especialmente la más reciente. Es esta experiencia acumulada de éxitos y fracasos pasados más la experiencia propia de la 4T, la que puede y debe mantener como guía para confrontar los viejos y nuevos “grandes problemas nacionales”.

De las raíces y razones de la 4T se desprenden grandes temas que deben destacarse en la agenda de Morena de cara a un nuevo período presidencial y al avance en la consolidación de un nuevo régimen. De entrada vale la pena empezar por reconocer el valor de una gran ruptura de la actual transición con el pasado: la de hoy ha evitado con éxito el uso de la violencia como un instrumento en la etapa actual del proceso de construcción y consolidación de la nación mexicana. En la agenda de la 4T y fruto de las experiencias histórica y recientes se encuentran, entre otros, los siguientes temas.

CONSOLIDACIÓN. Alcanzar el poder nunca fue el objetivo final del partido-movimiento de la 4ª T sino apenas el punto de partida para lograr su meta última: la modificación del régimen existente para dar paso a otro que aliente y sostenga una sociedad más justa y a tono con el contenido del humanismo que proclama en su ideario.

Sin embargo, justamente el introducir nuevas leyes y prácticas para cambiar el régimen político es la empresa más difícil del juego del poder como bien lo advirtiera Maquiavelo. Desde la perspectiva del pensador florentino, si la 4ª T retiene en las próximas elecciones el poder ganado seis años atrás, su liderazgo debe seguir enfrentando no sólo la hostilidad de los directamente desplazados de sus posiciones de poder a partir del 2018 sino también de los que han sido afectados en sus intereses desde entonces, de aquellos que con razón o sin ella se consideran o se imaginan que sus intereses están bajo amenaza por el cambio y, finalmente, también la de quienes inicialmente apoyaron el proyecto de transformación pero que al final quedaron insatisfechos por no haber recibido las recompensas materiales o simbólicas que creían merecer o por considerar que el gobierno de la 4T debió de haberse propuesto políticas más ambiciosas como una reforma fiscal o hacer más por modificar las condiciones de las comunidades indígenas o diseñar políticas más efectivas contra el crimen organizado y “la epidemia de desaparecidos”.

SIN VIOLENCIA. Las tres primeras transformaciones arrancaron con o llevaron a situaciones de violencia extrema y esa violencia sólo perdió su centralidad hasta bien avanzado el proceso de consolidación. Pese a que la 4T avala como legítimas las razones que llevaron al uso de la fuerza en las transiciones anteriores, la actual transición desde el inicio optó por la no violencia. Con determinación, imaginación y persistencia la 4T echó mano de una fuerza moral cimentada en la justicia de sus demandas y en su capacidad para convocar a las movilizaciones masivas y mantenerlas pacíficas en calles y plazas públicas y sostener un discurso donde se insiste que el encuentro decisivo con sus adversarios sólo tendría y tendrá lugar en las urnas.

CORRUPCIÓN. La 4T logró subrayar la importancia de las fallas morales de los dirigentes de la 2ª y 3ª T como causa de su fracaso final. La 4T ha hecho suya esta tesis expuesta a raíz del final del cardenismo y el inicio de la posrevolución por Daniel Cosío Villegas en su ensayo sobre la crisis de México. El combate a la corrupción así como la adopción de la “austeridad republicana” y el vivir en “la justa medianía” juarista son lemas centrales en la visión y prioridades de la 4aT. Fue la corrupción la que distorsionó las metas originales de la Revolución Mexicana hasta hacerlas irrealizables y convertirlas en mera demagogia y en disolvente de su legitimidad y de su capacidad creativa. La afirmación ampliamente atribuida a un legendario cacique de San Luis Potosí y miembro de la “familia revolucionaria”, Gonzalo N. Santos, ilustra perfectamente el punto: “la moral es un árbol que da moras, o vale una chingada”. El objetivo de la 4T es revertir tanto en el gobierno como en la sociedad esta brutal visión de la ética pública.

GOBERNAR CON CIUDADANOS REALES. Por largo tiempo el grueso de los mexicanos podía ser clasificados como ciudadanos “imaginarios” y como súbditos efectivos y sólo una minoría como ciudadanos efectivos. Ya no es el caso y la 4aT es, entre otras cosas, un esfuerzo por generar las condiciones en que surja una mayoría de ciudadanos efectivos, participantes y una nueva relación entre ellos y las instituciones de gobierno. Hoy las encuestas y las votaciones muestran que la 4T cuenta con la aceptación y apoyo de una mayoría ciudadana pero las encuestas también muestran que hay una oposición ciudadana dura sostenida por una minoría sustantiva, poderosa y activa. Como en otros países una buena proporción de los votantes de la oposición de derecha a la 4T lo son no tanto por razones objetivas —afectación a sus intereses económicos— sino subjetivas, por su rechazo a la irrupción masiva en el escenario político de aquellos a los que tradicionalmente se había considerado subordinados y marginados “naturales”. En muy corto tiempo se ha acelerado el paso de ciudadanos indiferentes y “plebeyos” a ciudadanos activos y que por ese solo hecho desafían las jerarquías establecidas por la cultura política del estatus quo. Ante esa rebelión cultural y pacífica, pero rebelión al fin de “los de abajo”, muchos sectores medios resienten lo que consideran una pérdida de estatus que se convierte en temor al cambio y en ira, además de una persistencia del clasismo y el racismo. El discurso de la 4T debe evitar promover en las clases medias una “política emocional” que aliente innecesariamente una “polarización afectiva” que interprete el “primero los pobres” como un juego “suma cero” en que lo ganado por los sectores populares implica necesariamente una pérdida para los mejor acomodados y, en cambio, debe insistir en que su objetivo es dar contenido al concepto de una nación sin zonas exclusivas, lo que no implica pérdidas para nadie sino lo contrario: una ganancia general al reforzar las bases de estabilidad de la estructura social.

Por otra parte, la 4T debe seguir alentando el proceso de transformación de los ciudadanos imaginarios del antiguo régimen en ciudadanos reales porque ellos deben ser su principal fuente de apoyo. Para ello se deben mantener desazolvados los canales de comunicación entre dirigentes y bases populares y una política que permita entender al ciudadano las razones y motivos de las decisiones de gobierno, decisiones que siempre serán cuestionadas por las derechas a través de su dominio de los medios de comunicación corporativos.

PARTIDO Y MOVIMIENTO. Al viejo régimen le sirvió muy bien transformar a su partido de cuadros y de Estado original (PNR, en 1929) en un partido de masas (PRM en 1938) para finalmente dejarlo en partido de corporaciones (PRI a partir de 1946). Por su parte desde el inicio (1939) el PAN surgió como partido de cuadros alimentado por clases medias y así se ha mantenido hasta la actualidad. Por largo tiempo el PAN jugó el papel de “oposición leal” hasta que al inicio del siglo se transformó en partido en el gobierno. Por su parte Morena, en tanto que partido es uno de cuadros que están en formación. Sin embargo, en tanto movimiento Morena es una organización de masas. Este modelo dual de Morena ha funcionado relativamente bien hasta ahora y pareciera ser adecuado para la 4T en su ejercicio del poder.

En tanto partido y movimiento a la vez Morena puede considerar la posibilidad de dar voz y organizar a nuevas categorías de actores colectivos como son las categorías generadas por los cambios tecnológicos o del mercado de trabajo. Los millones de mexicanos binacionales son un ejemplo de ciudadanos que por su número, clase social, forma de vida, ligas familiares y experiencias vitales podrían y deberían ser captados como apoyo a un movimiento de izquierda mexicana que asuma activamente y como legítimas sus identidades, problemas, intereses y demandas aquí lo mismo que al norte de la frontera. Otra categoría interesante de ciudadanos a los que Morena les puede ofrecer espacio y propósito son los jóvenes que ya hacen del espacio cibernético su centro de gravedad cultural y laboral. Desde luego que potencialmente los mexicanos que se ganan la vida en el complejo y precario espacio de los trabajadores informales y que la OIT calcula que conforman casi el 60 % de la fuerza de trabajo de nuestro país también pueden convertirse en fuerza política si son objeto de políticas que busquen sacarlos de la marginalidad y darles seguridad en ese tránsito de la informalidad a la formalidad. Los casos mencionados son sólo ejemplos de ciudadanos potencialmente disponibles para ser participantes en las políticas de la 4T en función de su inserción en el mercado laboral, de sus formas de vida y cultura. Es claro que la tarea demanda imaginación política y mucho trabajo a nivel del suelo social para poner a tono las estructuras partidistas con las dinámicas de la época.

EL LIDERAZGO. Sin la voluntad, tenacidad y carisma excepcionales del fundador del movimiento simplemente no es posible explicar el nacimiento y desarrollo espectacular de Morena que en un lapso de 7 años —2011 a 2018— pasó de la nada a ganar la presidencia sin recurrir nunca a la violencia aunque sí a la resistencia pacífica. Luego, tras 36 años de neoliberalismo cerrado, sentó las bases para construir un nuevo régimen con un proyecto de izquierda democrática. Finalmente, y sin pretender nunca violar el principio de “no reelección”, entregó el bastón de mando a su sucesora y prepara su retiro sin haber experimentado merma en su capacidad de mando.

El nuevo liderazgo de Morena habrá de desempeñar su papel con un estilo diferente al del líder original de la 4T, pues sus circunstancias ya no serán las de tomar la plaza para inaugurar una nueva época sino las de consolidar lo logrado y avanzar el ejercicio del poder en el contexto del nuevo régimen. El liderazgo renovado tendrá y podrá hacer compatible su sello personal en la forma de gobernar con lo que debe mantenerse ya como constante diferencia respecto al viejo sistema: la claridad en las razones que llevan a la toma de las decisiones, explicarlas sistemáticamente e implementarlas de tal manera que mantenga la predisposición ya lograda de gran parte de la ciudadanía no sólo a aceptarlas sino a respaldarlas, a hacerlas suyas.

LOS MEDIOS. Desde su inicio, el viejo sistema autoritario fue diseñado para subordinar a los medios de información. En el pasado, cuando la izquierda era la oposición debió operar teniendo a la prensa, la radio y la televisión en contra. Hoy, cuando la izquierda está en el poder, la situación es la misma: los medios convencionales de comunicación están mayoritariamente en contra. En el contexto de la 4ª T al mando del corazón del aparato de gobierno los poderes fácticos pocas veces se han enfrentado abiertamente con el líder del movimiento pero cotidianamente y con enjundia lo hacen vía los medios de comunicación tradicionales.

La conferencia matutina —la “mañanera”— ofrecida desde Palacio Nacional cinco días a la semana ha representado la forma novedosa y muy efectiva para contrarrestar el asedio sin precedentes al gobierno desde los medios. Quien suceda el movimiento quizá no tiene por qué intentar copiar la fórmula pero deberá diseñar otra que cumpla la misma función: mantener un contacto informativo directo, sistemático y frecuente con la ciudadanía, especialmente con sus bases sociales para neutralizar la interpretación negativa concertada y cotidiana que inevitablemente se seguirá vertiendo contra la 4T.

LA ECONOMÍA. Por casi cuatro décadas el manejo de la economía mexicana siguió los preceptos del neoliberalismo ortodoxo. Sin embargo, los aires están cambiando a nivel mundial al punto que incluso gobiernos de países centrales están considerando reasumir en ciertas áreas un papel interventor en la economía para reordenar prioridades y reasignación de recursos. Las políticas proteccionistas están resurgiendo entre algunas grandes potencias y reorientando inversiones de acuerdo a prioridades y proyectos del gobierno pero que justifican como medidas indispensables para la seguridad nacional y que tienen o pueden tener impacto negativo en las economías de otros países como México.

Hasta ahora el rechazo del discurso de la 4T al neoliberalismo no se ha traducido en fórmulas precisas para saber de qué manera México va a conducirse frente al mercado nacional y mundial aún dominado por las inercias del modelo neoliberal, ni cómo se propone orientar en el futuro inmediato su aparato productivo como resultado de su creciente y acelerada integración a la economía norteamericana. La discusión que tiene lugar en Estados Unidos en torno a su propio modelo económico y su papel en la globalización obliga al gobierno de México, dada su creciente dependencia, a diseñar alternativas dentro del modelo que se adopte y a una disposición a la flexibilidad teórica y práctica sobre el uso de todos los instrumentos que un gobierno con una orientación de izquierda puede usar para proteger las fuentes de trabajo y el bienestar de los sectores mayoritarios.

EL ERARIO. Los recursos del erario mexicano para sostener el aparato de gobierno, fomentar la inversión productiva, particularmente en infraestructura, y cumplir con sus crecientes responsabilidades en educación, salud, vivienda, pensiones, etcétera siempre resultaran insuficientes. El tema es histórico. Durante buena parte de la 2ª T, su política fue calificada como “la política de la penuria”. La 3aT después de un inicio muy difícil logró dar forma a una política hacendaria con menos limitaciones pero sin alcanzar el óptimo dentro de su modelo. Una administración de izquierda con un sector público más activo en materia social y económica va a requerir de mayores recursos para cumplir con las expectativas. Entre 2018 y 2022 la población mexicana en situación de pobreza pasó de 51.9 millones a 46.8 millones de personas pero aquellas en condiciones de “pobreza extrema” no disminuyeron (7.0% en 2018 y 7.1% en 2022 equivalentes a 9.1 millones). La 4ª T tendrá que diseñar programas específicos en este campo como el que se puso en marcha en Brasil hace 20 años: “Fome Cero” (hambre cero) y que sacó entonces a Brasil del mapa mundial de hambre. Ejemplos como éste hay muchos.

Hasta ahora la 4T ha puesto el énfasis en la austeridad del aparato de gobierno y en el cobro de los impuestos no pagados por los grandes contribuyentes, pero esa política ya llegó a su límite y no se puede eludir el tema de una reforma fiscal. Y es que un proyecto de gasto social y en infraestructura como el que anima a la 4ª T no es viable con un fisco relativamente pobre. Mientras el fisco de los países de la OCDE recaba en promedio el 34.1% de su PIB en México el porcentaje es de apenas 17%. Incluso si la comparación se efectúa sólo teniendo en cuenta el promedio de los países latinoamericanos México sigue mal parado pues la proporción promedio es de 21.7% ; sólo República Dominicana, Guatemala, Paraguay y Panamá muestran un fisco más débil que el mexicano.

La pobreza relativa del fisco resalta frente a la concentración de la riqueza privada. En nuestro país los 14 poseedores de fortunas superiores a los mil millones de dólares concentran $8.18 de cada cien pesos de la riqueza privada nacional. Como bien lo han señalado los datos de OXFAM, no son las leyes del mercado las que han llevado a tal concentración de la riqueza sino “un sistema legal y tributario hecho a modo” lo que ha propiciado la extrema concentración de la riqueza y la perpetuación de la pobreza en países como el nuestro. Para la 4T debe evaluarse una conclusión contundente de OXFAM avalada por sus estudios sobre el tema: la desigualdad social extrema, como la mexicana, es simplemente incompatible con la democracia.

EL PODER POLÍTICO Y EL ECONÓMICO. Según el diagnóstico del líder del movimiento y que es ampliamente compartido dentro y fuera de la 4ª T, el régimen surgido de la Revolución Mexicana finalizó recreando el carácter oligárquica del de su antecesor, el porfirista, especialmente a partir de 1988 cuando ostensiblemente el poder económico no sólo se asoció sino que se impuso al político. Un gran logro de la 4T ha sido liberar a la presidencia de las presiones de los grandes capitales “los dueños de México”— y hacer de la separación entre los poderes político y económico una característica del nuevo régimen.

Al despuntar el siglo XIX la Nueva España tenía todos los rasgos propios de un sistema donde los poderes económicos —grandes mineros, comerciantes y terratenientes, más las órdenes religiosas y el alto clero en su calidad de propietarios— tenían la capacidad de imponer sus prioridades a la autoridad virreinal. Ese sistema se empezó a resquebrajar con la independencia pero al final del siglo XIX había resurgido una variante que, a su vez, fue puesta en crisis a raíz de la Revolución de 1910. Sin embargo, con el tiempo volvió a tomar forma un nuevo arreglo oligárquico que la 4ª T desafió desde su inicio, al echar abajo el megaproyecto de un nuevo aeropuerto combinado con un gran proyectó urbano en la zona del lago de Texcoco. La 4T tiene como esencia no sólo el mantener una sana distancia entre poder político y económico sino en sostener, en su calidad de representante de la voluntad popular, la primacía del primero sobre el segundo.

LAS COMUNIDADES ORIGINARIAS. Desde la época colonial hasta fines del siglo XIX implicó la subordinación o de plano la destrucción de las estructuras sociales originales. Muchas de esas estructuras se podrían considerar hoy naciones pues poseían un territorio, organización social, lengua, cultura, religión, sistema económico y estructura política. El proceso de subordinación forzada o de destrucción de las comunidades originarias fueron producto de las políticas centralizadoras que permitieron la creación del Estado nacional. Este proceso no fue privativo de México pues con variantes y a partir de los siglos XV y XVI se ha experimentado en prácticamente todo el mundo. Sin embargo, la frecuencia del fenómeno no debe impedir reconocer aquí y ahora sus profundos efectos negativos como el racismo y la pobreza extrema. Es por lo anterior que la 4T propone reconocer a las comunidades originarias que aún subsisten lo mismo que a las afromexicanas, una herencia del período colonial, como actores políticos legítimos dentro del gran marco pluricultural nacional.

La 4T se ha significado por reiterar su apoyo a las comunidades que mantienen vigentes rasgos identitarios propios de sus raíces en aquellas naciones originarias y afromexicanas especialmente de las que sufrieron la dura represión de los gobiernos del México ya independiente, como la comunidad Yaqui de Sonora o de los pueblos mayas de la Península de Yucatán. Esta política debe no sólo sostenerse sino ampliarse hasta involucrar a la sociedad nacional en su conjunto como una forma de superar las desigualdades sociales y las actitudes racistas y discriminatorias que aún subsisten entre nosotros.

EL ENTORNO EXTERNO. La experiencia del México independiente confirma una y otra vez que el sistema internacional se rige por las duras reglas de la política del poder y nuestra propia historia así lo muestra. Los límites de nuestra soberanía se hicieron evidentes a partir de

mediados del siglo XIX por su condición de país vecino de una nación cada vez más fuerte y expansionista: Estados Unidos.

Tras la conclusión de la guerra civil norteamericana (1861-1865) y de la intervención francesa en nuestro país (1861-1867) el gobierno de Washington dejó en claro que consideraba a México como parte de una zona de influencia exclusiva. Esa situación acentuada por una creciente asimetría de poder entre México y su vecino del norte aunada en las últimas décadas a la también creciente integración de la economía de México a la de Estados Unidos, especialmente a partir de la entrada en vigor del TLC (1994) y reafirmado por el T-MEC (2018), ha convertido esa relación bilateral en un factor sobre determinante de la política mexicana y no sólo la externa sino también de la interna.

En las condiciones descritas el manejo de la soberanía mexicana seguirá requiriendo de la 4ª T un manejo cuidadoso en extremo, pues a querer que no la relación con Estados Unidos es el corazón de la relación de México con su entorno exterior, aunque eso no significa que nuestro país no deba buscar siempre la diversificación y coordinación de su política con otros gobiernos y organismos multilaterales para ampliar su campo de acción internacional. Siempre hay que tener en cuenta que las grandes potencias tienen abiertos muchos frentes a la vez en tanto que países como el nuestro y en momentos específicos pueden focalizar sus elementos de poder en un solo punto y llegar a tener éxito frente a una potencia.

En la coyuntura actual es urgente insistir ante el gobierno de Washington y la comunidad internacional en la importancia y urgencia de atender las causas que originan el éxodo de millones de personas procedentes del extranjero que cruzan el territorio nacional en su afán de llegar a suelo estadounidense y que eso ha creado un foco de tensión en la frontera con Estados Unidos. Finalmente, es obligado reconocer que el “factor mexicano” es crecientemente parte de la discusión en la compleja y polarizada problemática política interna norteamericana.

LAS FUERZAS ARMADAS. En el régimen posrevolucionario las FF AA solían ser un actor muy discreto en el escenario político mexicano pero hoy ya no es el caso y su papel como apoyo a proyectos centrales pero no propiamente militares de la 4T se ha convertido en motivo de debate y crítica de la oposición que califica de militarismo encubierto el papel que ejército, armada y Guardia Nacional están jugando y podrían seguir jugándolo.

Para entender mejor el debate en torno al papel apropiado para las FF AA mexicanas debe partirse de un hecho evidente: una confrontación armada entre México y cualquier otro país es tan remota que debe descartarse como posibilidad. En los últimos cien años, y salvo la participación de un escuadrón aéreo en las postrimerías de la II Guerra Mundial, las acciones de nuestras FF AA han tenido lugar exclusivamente en el plano interno y no hay ninguna razón para suponer que ese no seguirá siendo el caso. Por razones históricas la izquierda ha desconfiado del ejército y la marina pues en el viejo régimen se les usó como último recurso para reprimir y eliminar a la oposición que si bien en una primera etapa fue de derecha —cristeros y sinarquistas— a partir de la Guerra Fría fue exclusivamente de izquierda.

Sin embargo, por principio la 4T se ha negado a emplear la represión contra sus adversarios pero aprovechando una peculiaridad social de las FF AA, que sus mandos no provienen de las clases altas sino de las medias y populares, en el arranque de su gobierno el presidente logró la aceptación de esos altos mandos para asumir papeles que tradicionalmente no habían desempeñado, al menos no en el grado en que lo hacen ahora, como la construcción de grandes obras públicas (aeropuertos, puertos marítimos, ferrocarriles o sedes de bancos del gobierno), controlando aduanas y aeropuertos, manejando ferrocarriles y aerolíneas, adquiriendo y distribuyendo enseres domésticos en zonas afectadas por fenómenos naturales y otras. Las nuevas tareas y responsabilidades, más la creación de una Guardia Nacional ha elevado el papel político de unas FF AA que aún mantienen una gran autonomía interna preservada por décadas. Sin embargo, los nuevos encargos, el aumento de sus recursos y el cambio en la cultura ciudadana —su democratización— requieren una apertura mayor de las FF AA al escrutinio tanto de las instituciones civiles como de la opinión pública.

En cualquier caso, el nuevo liderazgo de la 4T va a tener que plantearse la naturaleza de su relación con unas FF AA y éstas en su relación con la presidencia en su papel no sólo como parte central en el aparato de seguridad interna, sino de constructora y administradora a petición expresa de una presidencia que se encontró con que la burocracia civil disponible así como las empresas privadas no estaban a la altura de las tareas demandadas. En cambio, ejército y armada son estructuras con la disciplina, la educación y los efectivos necesarios para responder de manera inmediata al tipo de tareas que el primer gobierno de la 4T les encomendó.

EL CRIMEN ORGANIZADO, NUESTRA DISTOPÍA. En el proyecto de la 4T es inevitable iluminar una zona muy oscura de la realidad mexicana: la del crimen organizado (CO). Es necesario tomar en cuenta que la importancia adquirida por el CO lo han convertido en un actor político negativo pero relevante.

El CO ha llegado al punto en que puede tener la capacidad de conformar verdaderos subsistemas sociales regionales donde se asientan y arraigan valores propios del mundo criminal. Sin proponérselo como uno de sus objetivos, el CO pudiera estar llevando a una transformación negativa del Estado mexicano mismo porque ya le ha arrebatado el control efectivo de ciertas zonas del país y generado auténticas bases sociales, lo que socava la naturaleza misma del Estado y su soberanía. Y es así que la autoridad formal no ha podido impedir la operación y expansión de una economía ilegítima ni evitar de manera efectiva la cooperación sistemática de ciertos servidores públicos con las organizaciones criminales.

En este campo la 4T deberá someter a revisión los avances en su estrategia de largo plazo para desalentar el reclutamiento de jóvenes como sicarios y revertir con la FF AA y la Guardia Nacional el proceso que amenaza con transformar regiones del país en auténticas distopías. La historia del desarrollo del narcotráfico en nuestro país que ya abarca un siglo y los casos de Colombia, Ecuador y de El Salvador deben de ser analizados como ejemplos de lo que funciona y lo que ha fallado en la lucha contra un CO cuya penetración en las estructuras legítimas de poder puede alterar de manera muy negativa la naturaleza del Estado mismo y propiciar un desarrollo de prácticas sociales perversas en extremo.

LA CONSTITUCIÓN. La presidencia mexicana es constitucionalmente poderosa pero, en el pasado y en el contexto de un régimen autoritario, esa gran fuerza del Poder Ejecutivo lo fue aún más como resultado de haberse allegado un conjunto de poderes metaconstitucionales e incluso anticonstitucionales que incluían, entre otros, el sometimiento del Poder Judicial.

En el nuevo contexto de pluralismo político democrático el poder presidencial está efectivamente restringido por el marco constitucional, por un pluripartidismo real en el Poder Legislativo, por órganos autónomos de gobierno, por la proliferación de organizaciones no gubernamentales y por la libertad de los medios de información que en buena medida representan la visión e intereses de las grandes concentraciones de poder económico, etcétera.

El reto para la 4T en esta arena es una de las varias donde se enfrentan el esfuerzo por dar forma a un nuevo régimen y las resistencias del antiguo régimen a desaparecer del todo. Es especialmente relevante en este enfrentamiento el que tiene lugar entre el Poder Ejecutivo, propulsor del [..]