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2012 Feb 23 Conocimiento, Crecimiento y Desarrollo. Juan Ramón de la Fuente.

La Academia Mexicana de Ciencias, que preside Arturo Menchaca, ha publicado recientemente un documento cuyo título es contundente: El único camino hacia el desarrollo de México pasa por el conocimiento. Recomendaciones para el futuro presidente de México. Tampoco quedan dudas sobre a quién va dirigido.

 

Tiene razón la Academia, pues el conocimiento es hoy, quizá más que nunca, fundamental para el desarrollo, como lo es también para la construcción de una sociedad más libre, más justa y más democrática, sobre todo si partimos de un principio deseable y necesario a la vez: el de la soberanía intelectual de todos y cada uno de sus miembros. Y es que sólo una ciudadanía intelectualmente soberana puede evitar que la democracia se pierda en la burocracia o, lo que es peor aún, se someta a la mercadocracia.

 

El documento de la Academia no tiene desperdicio. Los interesados pueden consultarlo en línea (www.amc.unam.mx). En 19 páginas ilustradas con figuras y cuadros comparativos, se enuncian problemas de fondo y alternativas viables para su solución.

 

Algunas cifras son duras pero ineludibles. Por ejemplo: de todo el gasto dedicado a educación, sólo el 2.3% va a infraestructura. ¿Dónde quedó la modernización educativa?

 

Ya nadie puede poner en duda la deficiente calidad de nuestro sistema educativo. En el informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, conocido como informe PISA, México ocupa, en ciencia, el penúltimo lugar de 36 países, y en el Reporte sobre la Calidad del Sistema Educativo del Foro Económico Mundial, el lugar 107 de 142 países.

 

Otras cifras de la OCDE no son menos preocupantes: sólo 16% de la población de entre 15 y 64 años, es decir, la población considerada como económicamente activa, tiene educación técnica o profesional, en tanto que 28% de la población de jóvenes de entre 15 y 19 años no estudia ni trabaja.

 

Dentro de este grupo el suicidio es ya la segunda causa de muerte en mujeres.

 

En verdad, ¿alguien cree que vamos bien?

 

El documento de la Academia señala, con ánimo propositivo, que aun cuando tan sólo logramos formar alrededor de tres mil estudiantes con doctorado al año (Brasil forma 11 mil, España 23 mil), lo más grave es que dos de cada tres se quedan fuera de nuestro frágil sistema científico. La explicación, se dice, es que no hay plazas. Resulta absurdo, sobre todo si consideramos lo que ha crecido la burocracia en los últimos años y lo que esto ha representado en gasto corriente, dentro del Presupuesto de Egresos.

 

Para cerrar el círculo de nuestra dependencia en un mundo cada vez más interdependiente, la Academia señala también que nuestro índice de cobertura tecnológica bajó de 0.24 a 0.04 en la última década. Esto significa que compramos 96% de la tecnología que hoy usamos.

 

El documento concluye reiterando lo que tantas veces se ha dicho y nadie parece querer escuchar: para ganar hay que invertir. Hay una clara correlación entre la inversión pública en ciencia y tecnología y el crecimiento del Producto Interno Bruto. Abundan los datos que así lo documentan.

 

Muchas de las recomendaciones que ahora le hace la Academia Mexicana de Ciencias al futuro presidente de México no son nuevas, como tampoco lo es el diagnóstico que nos ofrece. En todo caso, lo que podríamos decir es que la evolución del enfermo se ha agravado. Por ello la Academia propone ahora un tratamiento diferente, más radical, que ha sido exitoso en otros países. Si se hace bien, tendría buenas posibilidades de éxito: la creación de una Secretaría de Ciencia y Tecnología. ¿Más burocracia?, pueden preguntarse algunos, de buena fe. Todo depende de cómo se conciba, cómo se diseñe y cómo se ejecute. Circulan ya varias iniciativas. Habrá que analizarlas con cuidado.

 

Un pueblo más educado no es necesariamente un pueblo más libre. Depende de cómo se eduque, de quiénes sean los educadores y cuáles los valores que se persiguen. Pero con mejor educación, con ciencia propia y conocimientos más sólidos de nuestra realidad, de los problemas que nos aquejan y del mundo en el que estamos inmersos, la sociedad irá adquiriendo progresivamente un carácter más abierto, más reflexivo y más tolerante, pero también más productivo y más seguro de sí mismo. Pronto sabremos quién escucha a la Academia.

 

* Presidente de la Asociación Internacional de Universidades