Las contribuciones e impuestos en la época de Santa Anna. Por Doralicia Carmona Dávila.
Desde los tiempos del imperio romano, los excesos y la mala aplicación de los impuestos se asocian con tiranías, dictaduras y autoritarismo.
Después de la derrota. El 12 de junio de 1848 los invasores norteamericanos abandonan la capital de la República y el 16, la ocupa un grupo de liberales que tratan de evitar la guerra civil. De momento, poco o nada producen las aduanas ni los estancos, los Estados no envían "el contingente" que es lo que corresponde por la recaudación de impuestos y contribuciones.
Reorganizar y cohesionar al país, aprovechar el dinero de la indemnización y, reordenar la hacienda pública es, políticamente, la clave para lograr la estabilidad; de esta tarea se encargaría José Joaquín Herrera, quien sustituye como presidente a Antonio López de Santa Anna Pérez de Lebrún, primero como interino, y después constitucionalmente.
La hacienda pública exhausta.
Todo esto, mientras el "seductor de la Patria", Santa Anna, cada vez que se aleja de la capital, adquiere una imagen de salvador de México, y los ministros de hacienda se suceden en medio de escándalos y alborotos. Lo poco o nada que se logra recaudar de las rentas nacionales, es de inmediato captado por los agiotistas cuyos negocios han sido el origen de las fortunas de algunas poderosas familias.
Al concluir la administración de José Joaquín Herrera, hay algunas mejoras materiales así como "un anhelo indecible de ir hacia el porvenir, de conquistarlo, de seducirlo[1]". La hacienda pública, sin otro recurso efectivo que el de la indemnización, ha dado un gran paso con la gestión financiera de Manuel Payno al ordenar los presupuestos. El problema es que ese dinero ha sido gastado "sin saber ni cómo ni dónde".
Los conservadores que actúan unas veces en una administración y otras veces con otra, son organizados por Lucas Alamán, quien es muy impopular entre los liberales por creer que la colonia ha dado al país paz, orden, prosperidad. El ejército sigue a Santa Anna, que unas veces es federalista, y otras centralista. El clero, mal gobernado por sus obispos, se agrupa según sus conveniencias que dependen de si ven la posibilidad de gobernar la sociedad por medio o a expensas del Estado a través de los Garza en México, Munguía en Michoacán y Labastida en Puebla. Por su parte, los ricos se sienten amenazados por las reformas liberales.
Mariano Arista, en medio de un alarmante incremento de la delincuencia y brotes de cólera, sucede en enero de 1851 a José Joaquín Herrera. Los problemas que encuentra son aún más graves: La cuestión financiera, las vías de comunicación, la seguridad, la activación de la economía; la incapacidad y deshonestidad de los funcionarios, la improvisación y la anarquía; el contrabando, los fraudes a los causantes; desorden y despilfarro en los gastos, salarios excesivos que se imponen algunos funcionarios nombrados por favoritismo, jubilaciones que improcedían, etc.
Son tan claros el desorden y la corrupción aunados a la arbitrariedad de los impuestos y a la poca transparencia en su distribución que la gente se resiste a pagar. De hecho, algunos levantamientos militares y caídas de otros gobiernos, han sido causados por los excesos de las cargas impositivas.
Cada nueva administración cambia, suspende, modifica o incrementa los impuestos; algunos de ellos han sido cobrados desde la época virreinal, como la alcabala; además, por millares se cuentan leyes, reales cédulas, decretos, ordenanzas, circulares, disposiciones, reglamentos etc., sin que alguna codificación que los resuma.
Los ministros de Hacienda describen crudamente la situación: aunque han ahorrado en los sueldos de los empleados y no es defendida la frontera norte, el déficit pasa de los trece millones.
Los ministros proponen diversas medidas: suspensión de pagos, aumento de los impuestos, tomar las rentas de los Estados; alzas a los derechos de importación, contribuciones a los productos de la industria fabril, controlar las rentas aduanales y el contrabando; acabar con el bandidaje; igualar o suspender el cobro de impuestos al consumo; medidas todas probadas ya en otras administraciones. De hecho, el medio más claro para allegarse de recursos, ha sido el producto de las rentas aduanales, pero, el contrabando casi las ha nulificado.
Santa Anna seduce a la Patria por última vez
A mediados del mismo año de 1852, estalla un movimiento en Guadalajara que pronto se generaliza, los sublevados piden la destitución de Arista. En octubre, miembros de la milicia acuerdan con el plan del Hospicio mantener el sistema federal, desconocer a Arista y convocar a un nuevo Congreso para reformar la Constitución. Arista, presionado por militares y políticos, se resiste a disolver el Congreso y en enero de 1853, renuncia.
Por ley, se encarga de la presidencia interina de la República el magistrado que preside la Corte Suprema de Justicia de la Federación: Juan B. Ceballos, quien invita al Congreso a llamar a una Convención, "de la que todo podría salir, menos una presidencia de Santa Anna".
El Congreso consigna al presidente al Gran Jurado Nacional; Ceballos disuelve las Cámaras; diputados y senadores protestan y procuran seguir reuniéndose; se genera un motín que es dispersado por la policía. Ceballos pierde autoridad y presionado por los conservadores, pacta con ellos su propio regreso a la Corte de Justicia y una dictadura de un año, de la cual se encargaría Santa Anna.
Por su lado, Alamán plantea a Santa Anna las condiciones con que el partido conservador lo apoyaría: intolerancia religiosa, gobierno fuerte, acabar con el sistema federal y de todo lo que se llame elección popular, así como organizar un ejército.
Así regresa Santa Anna a la Presidencia, regresa tras haberla ocupado antes en diez ocasiones, su presencia revela la profunda crisis política de México.
Los abusos.
El 29 de mayo de 1853, declara los ramos que forman parte de la hacienda pública, divididas en dos clases: rentas nacionales y municipales. Las nacionales son los productos por arrendamiento o enajenación de los bienes muebles e inmuebles del dominio de la nación. Además, derechos de:
Importación y exportación. Circulación de moneda e impuestos al oro y la plata. Al consumo. Por la venta de fincas rústicas y urbanas. Productos de la renta del tabaco y del papel sellado. Naipes, salinas, correos, lotería, acuñación de moneda. De fortificación en Veracruz. Peajes. Al consumo de géneros, frutos, licores y efectos nacionales. Pasaportes y cartas de seguridad. Réditos y capitales reconocidos a la nación. Sobre títulos. Los de oficios vendibles y renunciables. Multas. Alcances de cuentas. Donativos. Patentes sobre giros mercantiles. Profesiones y ejercicios lucrativos. Objetos de lujo. Sobre sueldos y salarios. De amortización sobre la adquisición de fincas y capitales por las manos muertas. De descubrimiento de tesoros ocultos. Impuestos sobre herencias. Sobre fincas rústicas y urbanas. Y, descuentos para montepío y militar.
Las municipales comprenden el producto de propios y arbitrios. Cerveza. Diversiones públicas. Canales. Patentes y licencias. Mercados públicos. Contribución directa sobre el valor de fincas rústicas y urbanas. Sobre carruajes, carros, caballos y bestias de tiro. Derechos municipales sobre efectos nacionales y extranjeros.
Antonio de Haro y Tamariz, entonces ministro de hacienda, critica los despilfarros. Santa Anna lo hice renunciar, e inicia abiertamente un gobierno personal con muchos títulos, entre ellos, el de su Alteza Serenísima. Su corte de soldados con uniformes pintorescos y señoras con muchas alhajas contrastan con la miseria y la ignorancia de la gente del pueblo.
Para cubrir tanto gasto Santa Anna vende a Estados Unidos la Mesilla por siete millones y aunque una parte de ellos llega al Erario, de inmediato es consumida por la guerra y el agio. Además, con el mismo propósito, restablece las alcabalas y aplica otros impuestos a la propiedad y al trabajo.
Entre las nuevas contribuciones se cuentan ahora: Dos reales mensuales por cada canal. Un peso a cada pulquería, hotel, café y fonda de una sola puerta y tres a cada una de las demás. Medio real por cada puesto fijo o ambulante. Cinco pesos por cada coche, carretela o carruaje de cuatro asientos, dos pesos y medio por los de dos. De tres a cinco pesos los carruajes de alquiler. Dos pesos por cada caballo frisón y de silla. Un peso mensual por cada perro; después por cada animal doméstico. Las penas van desde la pérdida de los animales, hasta las multas. La multa por no hacer espontáneamente el pago es la triplicación de la cuota. Doscientos pesos a los que murmuraran o censuraran al gobierno. Por supuesto, quedan exentos del pago, el jefe supremo de la nación, el arzobispo, los secretarios del despacho, representantes de naciones extranjeras y los de las legaciones del gobernador del distrito y el comandante general.
El 9 de enero de 1854, el ministerio de hacienda, expide un decreto en el que especifica la contribución por las puertas y ventanas exteriores de edificios urbanos y rústicos. El 23 de febrero, otra contribución directa por las luces exteriores de cada casa, vivienda o local. Poco después, se prohibe la introducción de impresos que ataquen o censuren las disposiciones del gobierno.
La gente se rebela contra la injusticia y los excesos de las imposiciones. Ante el descontento general, Santa Anna consulta a algunas personas sobre la manera de transformar su gobierno, pero no les hace caso, y cuando a mediados de 1855, sabe que los levantamientos se extienden por el país... simplemente se va...
Escrito por Super User
Bibliografía básica:
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