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2021 El populismo visto desde la perspectiva discursiva. Nuevas tendencias de abordaje. Luis Manuel Arellano Cervantes

Resumen: Actualmente, el populismo es uno de los fenómenos más relevantes de la política a nivel mundial. Esto se ha reflejado en la creciente literatura académica y las diversas perspectivas desde las cuales se ha estudiado dicho tema en las ciencias sociales. En particular, el reciente giro discursivo-performativo dentro de los estudios académicos sobre populismo propone estudiarlo como un fenómeno comunicativo que es empleado por actores políticos. Concretamente, el enfoque teórico-discursivo postula que el populismo debe ser entendido como un tipo de discurso centrado en la construcción de “el pueblo” desvalido opuesto a “la élite” ilegítima. Esta perspectiva ha buscado entender la dimensión estratégica que adquiere el populismo en la comunicación de actores políticos sin importar su posición en el espectro ideológico. El propósito de este ensayo es exponer de manera sintética los aspectos principales de la perspectiva discursiva sobre el populismo y los últimos avances dentro de las investigaciones de este campo.

Introducción: un tipo de discurso

 

El ascenso al poder de actores políticos que por sus acciones polémicas y estilo de comunicación suelen atraer la atención mediática, como el caso de Donald Trump en Estados Unidos o de Jair Bolsonaro en Brasil, ha propiciado que comentaristas y analistas políticos de diversos países hablen constantemente sobre populismo. Usualmente, este término es utilizado mediáticamente para caracterizar negativamente a aquellos gobiernos o actores políticos que se considera que están manipulando a la población con discursos demagógicos.

Por otra parte, algunos políticos, como el presidente estadounidense Barack Obama, han utilizado este término para referirse a sí mismos como demócratas cercanos a los problemas que aquejan a la población. La atención que ha recibido el populismo recientemente en estos ámbitos demuestra su relevancia a nivel global. Sin embargo, es importante destacar que, desde las ciencias sociales, se ha teorizado al respecto de manera muy distinta.

En la academia se ha abordado el tema de forma sistemática a partir de la década de 1950 desde diversas perspectivas teóricas. Si bien existen divergencias dentro de las ciencias sociales en torno a cómo abordar este fenómeno, la perspectiva discursiva del populismo (Laclau, 1977; De Cleen y Stavrakakis, 2017), al estudiarlo como un tipo de discurso centrado en construir al “pueblo” como agraviado o desvalido en oposición a “la élite” ilegítima, ha resultado lo suficientemente flexible para poder dar cuenta de cómo este fenómeno se presenta en diversas regiones del planeta y cómo es usado por actores políticos sin importar su posición en el espectro ideológico.

Específicamente, el enfoque teórico-discursivo ha buscado entender su uso estratégico en la comunicación de los actores políticos contemporáneos para demandar, defender o impugnar proyectos políticos. Por lo anterior, este enfoque también pone de manifiesto que el estudio del populismo debe contemplar aspectos performativos de las prácticas sociales del ámbito político en las que sucede.

Este ensayo presenta de manera sintética el panorama teórico general sobre los estudios del populismo para centrarse en los aspectos más importantes del enfoque discursivo. Posteriormente, presenta las últimas tendencias dentro de las investigaciones de este campo.

 

Panorama general de los estudios sobre el populismo

El panorama actual de los estudios sobre populismo es más diverso que nunca debido a que se ha ido complejizando la forma de entender el fenómeno. La primera mención del término populismo fue a finales del siglo XIX cuando fue usado por los propios miembros del Partido del Pueblo de Estados Unidos para nombrarse a sí mismos. Sin embargo, fue hasta mediados del siglo XX que el estudio del populismo comenzó a expandirse. La producción académica se ha incrementado considerablemente desde la década de 1990 (Rovira Kaltwasser et al., 2017).

Por consiguiente, el entendimiento del fenómeno ha cambiado debido a que los investigadores, al principio, sólo explicaban casos particulares. Posteriormente, se generaron enfoques comparativos que tuvieran capacidad de explicación sobre regiones como América Latina o Europa, que históricamente han sido las dos regiones más estudiadas desde la academia (Rovira Kaltwasser et al., 2017). De aquí que se empezó a hablar sobre “oleadas” de populismo.

Debido a esta tendencia, que busca analizar los puntos en común que tienen diversos actores políticos surgidos bajo contextos sociales similares, se han caracterizado diversas “fases” o periodos populistas. Uno de los más estudiados es el periodo “clásico” del populismo latinoamericano de mediados del siglo XX, el cual está caracterizado por personajes carismáticos que movilizaban sectores sociales normalmente excluidos con políticas asociadas a la izquierda. Algunos ejemplos de actores políticos que se suelen identificar en esta época son Juan Domingo Perón, en Argentina, y Getúlio Vargas, en Brasil.

Posteriormente, se observó una “nueva oleada” en Latinoamérica que representó un viraje hacia actores políticos que en sus programas políticos tendían más hacia la derecha, como fue el caso de Alberto Fujimori, en Perú, y Carlos Menem, en Argentina. Más adelante, otra nueva ola es identificada en la región a partir de actores políticos carismáticos que lograron movilizar grandes sectores a partir de programas de izquierda y que implementaron reformas enfocadas en sectores excluidos en sus respectivos países, como es el caso de Hugo Chávez, en Venezuela, Rafael Correa, en Ecuador, y Evo Morales, en Bolivia.

En la región europea se han identificado casos que usualmente son asociados a partidos radicales de derecha que presentan una retórica ultranacionalista, emblemáticamente representados por el partido francés del Frente Nacional y el Vlaams Blok de Bélgica. A diferencia de los casos latinoamericanos, éstos suelen surgir en contextos más institucionalizados y por ello suelen tener una duración más larga en la escena política. A pesar de que históricamente el populismo en Europa era vinculado a dichos partidos de derecha, en el contexto de la crisis financiera de 2008 surgieron partidos que reclamaban el fin de las medidas de austeridad impuestas por la Unión Europea y que se han identificado como nuevos tipos de populismo de izquierda, como es el caso del partido Podemos, en España, o SYRIZA, en Grecia. Estos ejemplos han atraído la atención de investigadores debido a que representan una variante populista más inclusiva que otros ejemplos anteriores (Rovira Kaltwasser et al., 2017).

Por otra parte, la diversificación de enfoques académicos que abordan el populismo ha propiciado que haya estudios en diversas latitudes del planeta al grado de que actualmente se estudian casos en regiones como Asia, África y Oceanía. Algunos ejemplos característicos son el de la política Pauline Hanson, en Australia, que es conocida por apelar a sectores conservadores por medio de una retórica nacionalista centrada en políticas antinmigración, o el caso de Thaksin Shinawatra, en Tailandia, quien es un empresario devenido político que apeló a un discurso populista para movilizar sectores rurales en su país. Lo que guardan en común muchos de estos actores es que buscan presentarse a la población como personas “comunes” o cercanas a la población y que se encuentran alejadas del “establishment político” en sus respectivos países.

Es importante mencionar que los actores políticos o partidos que se caracterizan como populistas están clasificados en función del enfoque de estudio utilizado y, por ello, aún no hay un consenso total en la academia sobre todos los casos que deberían ser incluidos. Igualmente, no hay un acuerdo sobre cuál es la mejor manera de abordar el fenómeno, aunque todos los enfoques comparten algunas características en común; específicamente, la división central entre “el pueblo” y “la élite” (Kefford, Moffitt y Werner, 2021: 3). Esta división hace referencia a que los actores políticos identificados como populistas buscan apelar por medio de su retórica a la identidad del “pueblo” definida por su oposición a la “élite”. Esta identidad varía dependiendo de las características de cada país y de lo que el actor político desea destacar. En algunos países, sobre todo en Europa y en naciones anglosajonas que tienen un alto número de refugiados e inmigrantes, el “pueblo” se presenta en oposición a los extranjeros y a la élite política que les ha permitido ingresar. Por ello es que usualmente en estas regiones se suele asociar al populismo con actores políticos de derecha. Como se mencionó, esto no sucede en casos como los de España o Grecia. En otros lugares, sobre todo en América Latina, el “pueblo” se presenta en oposición a la “élite” política corrupta que controla los recursos y el dinero de un país.

 

El populismo desde el enfoque discursivo

La literatura académica contemporánea sobre populismo ha documentado que existen diversas perspectivas para estudiar este fenómeno (Rovira Kaltwasser et al., 2017). Brevemente, abordaré cada una de ellas para luego centrarme en el enfoque discursivo.

 

El populismo como ideología

Primero encontramos las aproximaciones que se pueden encuadrar dentro de lo que se conoce como el enfoque ideacional. Esta perspectiva, cuyo exponente más conocido es el politólogo Cas Mudde, propone conceptualizar al populismo como un tipo de ideología delgada. Ésta considera que “la sociedad” está dividida en última instancia en dos grupos homogéneos y antagónicos: “el pueblo puro” y “la élite corrupta”. Sostiene que la política debería ser una expresión de la volonté générale (voluntad general) del pueblo” (Mudde, 2007, citado por Moffitt y Tormey, 2014: 383). De acuerdo con Mudde (2017), lo que diferencia al populismo de otras ideologías que presuponen la oposición central entre pueblo y élite, como el socialismo, es que la base de este antagonismo es primordialmente de carácter moral.

 

El enfoque ideacional ha sido uno de los más usados debido a que permite una definición mínima sobre el populismo que puede ser fácilmente operacionalizada en investigaciones empíricas. Sin embargo, ha recibido algunas críticas (Moffitt y Tormey, 2014; Moffitt, 2016) debido a que ha sido difícil encuadrar las características del fenómeno dentro del concepto de ideología delgada. Particularmente, el autor de este concepto, Michael Freeden, no concuerda en que el populismo entre dentro de esta categoría conceptual debido a que está pensada para otro tipo de ideologías ampliamente reconocidas que poseen actores identificables, movimientos sociales reconocibles y un mayor grado de recorrido histórico en general.

 

El populismo como estrategia política

Otra aproximación es la conceptualización del populismo como estrategia política. Este enfoque busca dar cuenta de las particulares formas en que los líderes políticos identificados como populistas mantienen la conexión y el apoyo de sus seguidores. Kurt Weyand, principal exponente de esta aproximación, postula que una estrategia política está constituida por los “mecanismos para estructurar relaciones de participación política, construcción de apoyo y autoridad gubernamental” (Weyland, 2017: 55). En particular, al estudiar la estrategia política se busca entender cómo un actor político en una posición de liderazgo logra mantener el apoyo de los ciudadanos y qué tipo de actor político es. De acuerdo con Weyland (2017: 56):

 

el populismo es una estrategia política que gira en torno a un político individual. Específicamente, el populismo recae en un liderazgo personalista, busca impulsar su autonomía y poder, desafía, empuja a un lado o domina a otro tipo de actores, como es el caso de facciones de élite o partidos políticos organizados. En particular, los líderes populistas combaten a la “clase política” establecida.

 

La manera en que se relaciona el líder con los seguidores consiste en “buscar o ejercer el poder del gobierno basado en el apoyo directo, no mediado y no institucionalizado de un gran número de seguidores, en su mayoría no organizados” (Weyland, 2001, citado por Moffitt y Tormey, 2014: 386). En resumen, esta perspectiva postula que el populismo es una estrategia política basada en la movilización de masas heterogéneas a partir del liderazgo de tipo carismático de un actor político.

Moffitt y Tormey (2014) han observado que el problema con este enfoque es que hay ejemplos históricos, como es el caso del Frente Nacional en Francia, en los que el populismo puede surgir en entornos altamente institucionalizados y no necesariamente se necesita una figura carismática para movilizar a las masas (aunque suele ser algo común). Por ello, este abordaje no es aplicable directamente a todos los casos; en particular, se ha empleado para estudiar ejemplos en América Latina. Por lo que se puede decir que esta aproximación, a diferencia de otras, no “viaja” tan bien para estudiar diversos contextos y momentos.

 

El populismo como discurso

Uno de los enfoques que ha mostrado mayor versatilidad para explicar una gran cantidad de casos es la perspectiva teórica-discursiva (Laclau, 1977; De Cleen, 2019). Este enfoque se encuentra dentro de lo que Kefford, Moffitt y Werner (2021) denominan como el giro discursivo-performativo de los estudios sobre populismo, el cual propone que el populismo sea estudiado como un fenómeno de carácter comunicativo y discursivo que es realizado por los actores políticos y que tiene efectos en las relaciones políticas que establecen con sus interlocutores al igual que en la forma como opera la política de manera general. Por consiguiente, algunos autores han considerado que el populismo debe entenderse dentro del ámbito de la comunicación política, lo que también involucra aspectos no verbales, estilísticos y estéticos de la política.

Esta aproximación enfatiza que, para poder comprender este fenómeno y la forma de crear representaciones e identidades políticas en general, no es suficiente sólo con estudiar cuestiones estructurales del sistema político o a las ideologías (como en el caso de los enfoques ideacionales o estratégicos); se tiene que abordar también cómo se crea el sentido en las prácticas sociales: estudiar cuestiones como los actos de habla, elementos paralingüísticos del discurso o la performatividad de los actores políticos al momento de comunicarse o presentarse públicamente.

En particular, la perspectiva teórica-discursiva postula que el populismo es un tipo de discurso que se puede utilizar para “formular potencialmente cualquier demanda, defender o impugnar cualquier proyecto político, ideología o régimen” (De Cleen, 2019: 20). El populismo se formula en el discurso por medio de la representación del “pueblo” a partir de su antagonismo con una “élite” ilegítima. Este discurso se define de la siguiente manera:

 

el pueblo se yuxtapone a una élite en el eje de un antagonismo arriba/abajo en el que el pueblo se construye discursivamente como un gran grupo impotente a través de la oposición a la élite concebida como un grupo pequeño e ilegítimamente poderoso (De Cleen y Stavrakakis, 2017: 12).

 

Considerando la definición anterior, y revisando algunos conceptos clave que considero útiles para clarificar las distintas dimensiones del discurso populista, propongo el siguiente desglose de los principales componentes que lo conforman. Considero que se puede concebir, primero, como un tipo de representación centrada en la categorización (Fairclough, 2003: 88) de identidades sociales de acuerdo con una lógica particular. En segundo lugar, la representación es también una acción discursiva en tanto es usada por los actores para formular demandas, defender o impugnar proyectos políticos, ideologías o regímenes. Este sería su significado discursivo no representacional. En tercer lugar, considero que este tipo de discurso tiene una particular lógica de legitimación (Van Leeuwen, 2007: 91) derivada de su presentación como la representación de la voluntad del “pueblo”.

La perspectiva teórica-discursiva considera al “pueblo” primordialmente como una categoría construida a través del discurso, no simplemente como una referencia a un grupo preexistente a la formulación del mismo. Es decir, “el pueblo” es construido y reconstituido al enunciar el discurso. Esto es así debido a que, bajo esta aproximación, “la política es el proceso de constitución de sujetos colectivos a través de demandas políticas. El populismo es un modo particular de articulación política” (Palonen, 2021: 13). Al formular demandas políticas en representación del llamado pueblo es cuando se constituye y recrea al “pueblo”. Esta aproximación al populismo difiere de otros abordajes previamente mencionados al enfatizar el carácter performativo y constitutivo de las demandas políticas para crear identidades colectivas y relaciones políticas. También se distingue porque subraya la naturaleza contextual del discurso para dotar de sentido a las prácticas sociales.

Una de las principales ventajas que presenta este enfoque es su adaptabilidad a diversos contextos y su flexibilidad para estudiar distintos actores políticos sin importar su posición en el espectro ideológico. Esto es así debido a que lo que se estudia es la forma en que se articula el discurso antes mencionado, no propiamente la ideología particular que motiva al actor que lo enuncia, que difiere en cada caso en concreto.

“Articular” se refiere a la manera en que diversos elementos en el discurso son ordenados para generar un significado más o menos novedoso. Es a través de estas prácticas de articulación que se genera el significado en un discurso (De Cleen y Stavrakakis, 2017). Por ello, otra cualidad que presenta este enfoque es que permite analizar la manera en que se formula el populismo en relación con otros discursos. En contraste con otras posturas, lo que se busca es mostrar la dimensión estratégica que puede llegar a tener el discurso populista dentro de los contextos políticos en el que es enunciado (De Cleen y Stavrakakis, 2017).

 

Estudio del discurso populista en casos empíricos

Al conceptualizar al populismo como un tipo de discurso que es empleado por actores políticos para representar y construir identidades colectivas, y que potencialmente puede ser usado para realizar acciones con diversos efectos en los interlocutores, se vuelve necesario entender cómo es que este discurso se concreta en casos específicos. Es decir, para el entendimiento del significado del discurso populista es necesario analizar cuáles de sus potencialidades se materializan en casos particulares.

Esto es así debido a que el sentido de todo discurso está sujeto a la ocasión y al momento en el que es enunciado. Eso implica que todo discurso está determinado por diversos factores presentes al momento de la enunciación como pueden ser los elementos lingüísticos, los paralingüísticos, el tipo de actores y la audiencia a la que se dirige el enunciador, las relaciones sociales que guardan entre sí los participantes y el ámbito social en el que se encuentran.

En particular, para el análisis del discurso populista en casos empíricos es necesario explorar la manera en que se presenta concretamente en las prácticas sociales del ámbito político como las conferencias de prensa y las entrevistas políticas, entre muchas otras. Entendemos por prácticas sociales a las formas más o menos estables de actividad social (consultas médicas, clases escolares, etcétera), las cuales están conformadas por diversos tipos de elementos (espacios, sujetos, objetos, relaciones sociales, entre otros) de los cuales el discurso, en sus diversas modalidades (visual, verbal, etcétera), es uno de ellos (Fairclough, 2003).

Es por medio de metodologías pertenecientes al ámbito del Análisis del Discurso que se puede estudiar cómo se materializa el discurso populista en estas prácticas sociales. El análisis del discurso estudia las relaciones que se establecen entre el discurso y los elementos que conforman los elementos de las prácticas sociales. Específicamente, el análisis del discurso analiza la manera en cómo éste se efectúa en las prácticas sociales dentro de los tres modos en los que se materializa todo discurso: como una representación, como un tipo de actividad y como la parte discursiva que constituye las identidades de los sujetos en las prácticas sociales (Fairclough, 2003).

Como se mencionó anteriormente, el discurso populista puede ser entendido como un tipo particular de representación y acción que se efectúa en las prácticas sociales. Para el análisis del discurso populista se debe estudiar concretamente el contexto de enunciación y los sujetos que lo enuncian, pues de eso dependerá su uso y los efectos que pueda tener en el entorno y en los interlocutores.

Para analizar casos empíricos desde el enfoque teórico-discursivo (De Cleen y Stavrakakis, 2017) se considera al populismo como una estructura de significado en un nivel abstracto que establece relaciones entre diversos elementos al interior del discurso. Esta estructura es actualizada de manera particular y concreta por actores políticos según la situación de enunciación en que se encuentran. Como se mencionó anteriormente, este abordaje se centra en la manera en que son articulados los elementos del discurso para entender cómo están estructurados y su relación con otros discursos.

En un sentido metodológico, la perspectiva teórica-discursiva considera al significante “pueblo” como el punto nodal principal para analizar cómo el populismo produce sentido en el discurso. A partir de éste, otros significantes adquieren su sentido en este tipo de discurso. Punto nodal se refiere al principal elemento que fija el significado dentro de las cadenas significantes de un discurso (Torfing citado por De Cleen y Stavrakakis, 2017). El significante “élite” se considera como un “constitutivo externo” del cual se crea la cadena de equivalencias del discurso populista (De Cleen y Stavrakakis, 2017: 14). Es decir, las diversas demandas que el actor populista presente en nombre del “pueblo” serán equivalentes entre sí a partir de su oposición con “la élite”.

Sin embargo, es importante señalar que en el análisis lo que se puede encontrar también son los equivalentes de “élite” y “pueblo”, que varían dependiendo del contexto de enunciación. Es decir, las palabras que se busquen usar para crear la representación de estos dos grupos (élite y pueblo) y las razones que se enuncian para construir discursivamente su antagonismo varían de acuedo con cada caso particular. Lo que permanece es la forma de articular discursivamente la posición antagónica y jerárquica (arriba/abajo) de ambos grupos. Esto permite al actor político posicionarse como representante del “pueblo” frente a sus interlocutores con los fines estratégicos que se busquen: adquirir poder, impulsar proyectos políticos, etcétera.

 

Nuevas líneas de investigación

Hasta ahora la mayoría de investigaciones sobre el populismo en los diversos enfoques se ha centrado en entender el fenómeno en la modalidad del lenguaje verbal o escrito; o bien, de corpus conformados por textos escritos o verbales. Sin embargo, como mencioné anteriormente, el discurso se presenta en las prácticas sociales en sus diversas modalidades (visual, verbal, corporal, etcétera). Llama la atención que actualmente haya pocos estudios que aborden el tema del populismo desde una perspectiva que abarque múltiples modalidades discursivas, pues el discurso populista sucede en las prácticas sociales del ámbito político en las que considero que el carácter multimodal es particularmente notorio.

La multimodalidad es relevante en el populismo pues es un tipo de discurso que busca generar representaciones políticas (en el sentido de que un actor político hace demandas en nombre del “pueblo”). Estas demandas suelen suceder en prácticas sociales cuya mayoría de acciones se presenta en diversas modalidades, ya sea de forma mediatizada o no (un discurso pronunciado en una ceremonia gubernamental y ese mismo discurso transmitido en Instagram), y tienen un carácter performativo. Esta naturaleza performativa hace referencia a que son acciones mostradas que producen “efectos y afectos para sujetos, audiencias y observadores” (Saward, 2017: 2).

En el campo más amplio de los estudios discursivos, el análisis de textos multimodales se está volviendo cada vez más relevante debido a la importancia que han cobrado los medios digitales de comunicación y las redes sociodigitales, que suelen contener textos en diversos formatos y modalidades (video, imágenes, audio, etcétera). Asimismo, el desarrollo de software especializado para la organización y análisis de datos cualitativos, como es el caso de MAXQDA o ATLAS.ti, ha facilitado que haya más investigaciones centradas en estudiar grandes conjuntos de textos multimodales digitales.

Por ejemplo, algunos métodos aplicados por Kay O’Halloran han permitido integrar el análisis del discurso multimodal con el nuevo paradigma de investigación de las “humanidades digitales”, que involucra diversos campos como la creación de archivos de datos, análisis automatizados y visualización de grandes conjuntos de datos de imágenes, textos y videos (Podlasov y O’Halloran, 2014: 71). Estos enfoques se están usando en investigaciones en ciencias sociales para revelar patrones socioculturales en grandes conjuntos de datos digitales.

En el caso particular del ámbito político, las nuevas tecnologías de los medios digitales como You Tube, Facebook, Twitter e Instagram están transformando la forma en que los actores políticos se presentan a la población. Los medios digitales, al generar un nuevo tipo de mediatización de la política, tienen nuevas potencialidades con respecto a la manera en que los actores políticos se comunican con la población para buscar su apoyo o para legitimar sus proyectos políticos.

Los medios digitales presentan un mayor grado de personalización en el tipo de mensajes y en los modos de interacción que ofrecen en comparación con los medios tradicionales. Por ello es que Saward (2017) afirma que los medios digitales tienen el potencial de lograr una multiplicación de efectos performativos en las audiencias. Son estos efectos los que constituyen las identidades, relaciones y hechos sociales, entre otros (Saward, 2017).

Los factores antes mencionados han propiciado que las investigaciones en el campo de los estudios discursivos sobre populismo hayan comenzado a estudiar textos de tipo multimodal conformados por diversos recursos semióticos como imágenes, video y gráficos. Las nuevas investigaciones se han empezado a centrar en publicaciones de redes sociodigitales que hacen algunos actores políticos identificados como populistas.

Un ejemplo de esta reciente tendencia es el caso de la investigación realizada por Ivana Lorenzetti (2020), la cual hace un análisis crítico multimodal de un corpus de publicaciones en redes sociodigitales de dos actores políticos contemporáneos que son conocidos por su predilección por este tipo de medios: Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, y Matteo Salvini, exministro de Italia. Otro ejemplo del empleo de esta misma metodología multimodal es la investigación realizada por Paolo Demuru (2021), centrada en analizar cómo se comunica el populismo a partir de las publicaciones de imágenes en las cuentas de redes sociales digtales del presidente brasileño Jair Bolsonaro, y también del político italiano Matteo Salvini.

Estos análisis sobre el discurso populista están aplicando metodologías de análisis novedosas que se engloban dentro del campo del análisis del discurso multimodal (MDA en inglés). Este campo de estudio busca entender el potencial de creación de significado de las diferentes modalidades (lenguaje escrito, sonido, gestos, diseño visual, etcétera) y de los medios de comunicación (cara a cara, video, cine, entre otros), al igual que su uso e interacción con el contexto sociocultural en el que operan (política, arte, educación, interacciones diarias) (Djonov y Zhao, 2014).

El estudio de las diversas modalidades y medios en los que se presenta el discurso populista hace posible el entendimiento de una mayor gama de los efectos que se generan con él. El análisis multimodal permite estudiar cómo es que el populismo, al ser entendido como representación y acción, puede constituir relaciones políticas e identidades con diversos potenciales efectos performativos en las audiencias.

 

Reflexión final: más allá de ideologías y estructuras políticas

El campo de estudios sobre el populismo se ha ido complejizando con el paso del tiempo debido a la diversidad de posturas y a la inclusión de más casos de estudio en las investigaciones recientes. Como fue expuesto, existen diversos enfoques para conceptualizar el fenómeno del populismo. Cada aproximación cuenta con ciertas ventajas y desventajas.

Sin embargo, el enfoque discursivo es de los abordajes más exitosos para el estudio del populismo debido a que es muy flexible y adaptable a diversos contextos. Lo que esta perspectiva pone de manifiesto es que no se pueden entender las prácticas sociales del ámbito político sin analizar el funcionamiento del discurso. Esto se debe a que es por medio del discurso que las prácticas políticas se dotan de sentido. Al suceder por medio del discurso, estos sentidos son contextuales y, por ello, deben ser estudiados de manera concreta en casos empíricos.

En el caso del discurso populista, al ser empleado en las prácticas sociales políticas, genera significados representacionales y no representacionales. Éstos últimos se derivan de que el populismo es también una acción discursiva que potencialmente puede ser usada para realizar acciones con diversos efectos en los interlocutores. Prototípicamente, se usa para formular demandas, defender o impugnar proyectos políticos, ideologías o regímenes.

De aquí que también se debe resaltar que el discurso populista tiene potenciales efectos performativos que sirven para constituir identidades colectivas y relaciones políticas con las audiencias y otros observadores. Estos significados surgen no solamente por medio de la modalidad verbal o escrita del discurso, sino que se vuelven posibles en buena medida por medio de la multimodalidad presente en las prácticas sociales del ámbito político. Considero que para el entendimiento de fenómenos que suceden en las prácticas políticas, como es el discurso populista, no es suficiente con el estudio de las ideologías o las estructuras políticas. Se debe de analizar la construcción del significado discursivo en los contextos en los que surge.

Asimismo, considero que se debe de continuar la actual tendencia en los estudios sobre el populismo que comienza a abordar casos de manera multimodal. Estos nuevos abordajes están empezando a estudiar las potencialidades que tienen los medios digitales para generar representaciones políticas y los diversos tipos de efectos que éstas tienen en las audiencias.

El desarrollo de nuevas metodologías que permiten el estudio discursivo en diversas modalidades muestra que aún hay un gran potencial para explorar. Específicamente, la integración del análisis del discurso con el nuevo paradigma de las “humanidades digitales” puede ser un campo de estudio interdisciplinario que puede revelar mucho sobre el funcionamiento del discurso populista en los contextos digitales contemporáneos en un futuro.

 

 

Fuentes

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Tomado de: “Revista Mexicana de Comunicación”. NO. 148. JULIO-DICIEMBRE 2021.

 

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