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DEBATES ENTRE CANDIDATOS.

Los debates consisten en la confrontación de principios, plataformas, personalidades y antecedentes de candidatos y partidos, para lo que se reúnen en un lugar determinado quienes vayan a contender; hoy, generalmente, frente a las cámaras de televisión.

 

Los debates no influyen decisivamente en la mayoría de los electores, pero si la elección es muy competida pueden tener impacto suficiente como para decidir el triunfo o la derrota.  Su relativa influencia se deriva del hecho de que los electores, ya decididos en favor de un candidato, tienden a bloquear la información incompatible con sus preferencias mediante el proceso de percepción selectiva.  Sin embargo, los indecisos, los poco interesados e informados en cuestiones políticas, pueden decidir con base en el desarrollo del debate.  Además, la cobertura y los comentarios de los medios pueden influir, también, en la percepción que el elector tiene del debate.

 

a. Decisión de debatir

 

Los debates son considerados como un deber cívico de los candidatos y declinarlos se considera un insulto hacia los electores.  Quienes los rehúsan pueden ser atacados por sus opositores; y la prensa, de tener algo qué ocultar, de temer a la verdad y de que son débiles e incapaces de defender sus propias posiciones políticas frente a alguien que sí las puede rebatir.

 

Los debates presentan ventajas y desventajas para los candidatos.  Si la elección parece cerrada y los principales candidatos tienen duda acerca del resultado, el debate puede convenir a todos; pero si no es así, quien va adelante no tiene muchos incentivos para debatir.  Asimismo, como la capacidad de debatir no es pareja entre los participantes, conviene más a unos que a otros.  Los candidatos con menos posibilidades de ganar pueden hacer el juego a alguno de los más fuertes para golpear al opositor que más se teme.  De igual modo, convienen más a los candidatos con menos presencia y a los que retan al partido en el poder, a quienes los debates brindan una gran plataforma.  No obstante, parece ser que la mayoría de los electores desea ver a los candidatos en una confrontación personal.

 

Lo que se mantiene como regla es que nunca se debe aceptar un debate con sustitutos o representantes de los opositores, en cuyo caso procede un rechazo tajante que puede dar oportunidad para atacarlos por no ser capaces de enfrentar el reto por sí mismos.

 

b. Programación y definición

 

El número, horario y formato de los debates son materia de negociación entre los contendientes y sus grupos.  No puede esperarse que los candidatos se coloquen, ellos mismos en posiciones en donde no pueden prever razonablemente lo que pasará.  En consecuencia, cada candidato debe sentirse cómodo con todas las variables principales en la situación del debate: fecha, local, formatos, temas y participantes, así como con moderadores e interrogadores.  Es importante que el candidato sienta bajo control todas las variables principales.

 

c. Estrategia

 

El candidato debe decidir qué asuntos se incluirán en su presentación y cómo fundamentarlos para mayor contundencia; cómo sorprender a los opositores o hacerlos caer un error; qué actitudes adoptar frente a los ataques y críticas a sus posiciones; cómo dominar físicamente el debate por medio de pequeños movimientos; cómo usar el paralenguaje: por ejemplo, la rapidez en la exposición; y, el estilo "humano" o racional" que puede ser más efectivo.

 

"La primera regla del debate es atacar.  La clave es tomar la iniciativa y poner al oponente a la defensiva.  Pero si el ataque parece vicioso o sucio puede revertirse." Las estrategias de debate pueden clasificarse en previas, aplicables durante el debate y posteriores.

 

Las previas parten del supuesto de que un candidato es percibido como ganador, en función de lo que el elector espera que suceda; por lo tanto, se trata de mantener bajas las expectativas del electorado, de modo que no se requiera un gran esfuerzo para generar la idea de haberse desempeñado bien.  De lo contrario, si se pronosticaba que un candidato era superior y sólo lo hizo bien, el público no lo percibirá como victorioso.  Al efecto, los candidatos tratan, por un lado, de elevar las expectativas de sus opositores y, por otro, de acentuar sus defectos previsibles, de modo que la prensa y el público estén especialmente atentos a ellos.

 

Otra estrategia previa es definir cuál será el auditorio al que se debe dirigir, el blanco electoral al que debe apuntar entre toda la gran masa que seguramente verá el debate.  Normalmente, los candidatos mantienen los mismos blancos hacia los que se ha apuntado la campaña.  Definidos los grupos blanco, se formulan las respuestas a las preguntas previsibles.

 

Las estrategias puestas en práctica durante el debate se refieren a los temas por abordar y a la imagen por proyectar:

 

En primer lugar, el candidato debe desarrollar una tesis general que puede ser presentada en las declaraciones de apertura y de cierre, y repetidamente reforzada en las respuestas a muchos asuntos.  Esta estrategia parte del supuesto de que la mayoría de las personas olvidan en un lapso breve, casi la mitad o más de lo que escucha; no así, si un tema es repetido de manera constante.

En segundo lugar, los candidatos deben esforzarse por proyectar un estilo de liderazgo activo o pasivo, según convenga; por personificar un papel definido, como un tipo carismático o un administrador eficiente; y, por tratar de simbolizar lo que ellos creen que son las principales aspiraciones de su auditorio seleccionado.  En suma, los candidatos deben crear una personalidad congruente con el tema reiterado.

 

Las estrategias posteriores a la realización del debate, ya no corresponden al candidato ni a este frente: son parte de la lucha que se libra en el frente de la información noticiosa.

 

d. Preparación del debate

 

Aunque dan la apariencia de espontaneidad, los debates son altamente estructurados.  Se estudian las posiciones que los candidatos probablemente sostendrán; se analizan minuciosamente el contenido, el estilo y los matices que cada uno de los opositores ha mostrado en apariciones públicas.  Se prevén las posibles preguntas, aun las más fáciles, ligeras y triviales, y se desarrollan las respuestas; se realiza una simulación completa del debate en un recinto similar al que se utilizará: con cámaras, iluminación, escenografía, vestido el candidato con la ropa que usará y con personas que conocen a los opositores, a quienes tratan de imitar.

 

e. Algunas recomendaciones para el candidato

 

La recomendación más frecuente, básica y general, es la preparación.  Parecer espontáneo y mantenerse dentro de una estrategia definida sólo puede ser resultado de una ardua preparación.

 

El candidato requiere conocer las reglas y entender perfectamente el formato del debate; tener claros todos sus aspectos: cuál será su ubicación, desde dónde lo tomarán las cámaras, qué tipo de iluminación se usará, por cuáles micrófonos hablará; el tiempo, la frecuencia y el orden de sus intervenciones; de quién provendrán las preguntas.  Se trata de que el candidato evite cualquier sorpresa que lo obligue a actuar de manera improvisada.

 

El candidato debe ir preparado para su presentación de apertura, para responder a las preguntas más difíciles, para cerrar sus intervenciones con flexibilidad, de acuerdo con las circunstancias en que se haya dado el debate; también, para no engolosinarse con los buenos golpes que pueda dar a los opositores, so pena de debilitar su efectividad; para hacer preguntas serenamente, sin parecer malo o mezquino, o provocar el lucimiento de los otros; para mantener en mente que debe dirigirse a los electores blanco, no a quienes están presentes en el debate.

 

Sus propósitos serán abrir ofensivamente en lo que toca a actitud y sustancia, tratar de "tomar la iniciativa y hacer que el oponente reaccione y baile a su música".  Si son muchos los candidatos, lo que importa es sobresalir y dejar una impresión única por sus posiciones, ataques o actitudes.  Si dos de los candidatos se pelean entre sí, es mejor no meterse, sino colocarse por encima de la lucha y tratar de ordenar el debate.  Se propondrá, también, sorprender a los oponentes con algo nuevo, no utilizado durante la campaña.

 

Por último, el candidato debe ir preparado emocionalmente para no mostrarse a disgusto por haber tenido que aceptar el debate con candidatos muy débiles o que desempeñan una función de señuelos en la elección; para mantener la dignidad personal y la ecuanimidad; para no lanzar acusaciones falsas, ligeras o exageradas que puedan resultar contraproducentes; para no pelear con el moderador: si fuera evidente su parcialidad, sólo habrá de señalarlo serenamente.

 

TOMADO DEL MANUAL DE CAMPAÑA

 

 

 http://manual.inep.org/V/V-I.html#5ib