2018 Junio 27. Las Campañas presidenciales en el Siglo XX mexicano. Trabajo recepcional presentado para ingresar como socio activo a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.
Doralicia Carmona Dávila
I. Las campañas importan.
Escogí el tema de “Las Campañas presidenciales en el Siglo XX en México”, porque en las últimas décadas se ha desarrollado una onerosa industria de la democracia (1) que, originada en los Estados Unidos, ha echado raíces en América Latina. (2) Intento exponer que las campañas electorales que resultan de esta industria distraen cada vez más cuantiosos recursos públicos y dan ocasión a financiamientos ilegales de grupos de presión y hasta criminales, cuyas aportaciones incrementan la corrupción legislativa, gubernamental y empresarial. (3)
Pero lo más importante: las campañas al estilo americano, por su alto costo, son un medio más de convertir el poder económico en poder político, e impiden una democracia de calidad porque usan complejas y costosas tecnologías de investigación, persuasión y comunicación para provocar las emociones del elector al decidir su voto; y nunca o muy poco, su razón. (4)
En contraste, las campañas democráticas han ser contiendas de oposiciones racionales, no guerras de imágenes diseñadas para prender pasiones y de bots creados para aparentar seguidores. Menos fuente de nuevas ganancias para quienes invierten en candidatos haciendo de la política un negocio más.
II. Supuestos básicos de las campañas.
La democracia reconoce que los hombres son contendientes perennes por el poder, pero que pueden ponerse de acuerdo mediante la política. Como todos deben mandar y todos deben obedecer en función del interés colectivo, “para que la democracia sobreviva al conflicto que lleva en su seno, se requiere que todos los contendientes acuerden respetar las reglas del juego; y el acuerdo fundamental será el destierro del uso de la violencia a cambio de un proceso electoral limpio, donde el voto sea el veredicto que da el ciudadano sobre el ejercicio del poder”.
En la democracia directa no hicieron falta campañas electorales. El pueblo tenía en sus manos el poder político y lo ejercía. En la democracia representativa es necesario nombrar ciudadanos para los cargos públicos: así nacieron las elecciones y los candidatos.
Los ciudadanos aspiran a los puestos porque de ser elegidos, adquieren poder sobre sus electores individuales, aunque no frente al conjunto del electorado. La necesidad de los candidatos de obtener la mayoría de los votos hizo surgir las campañas electorales (5).
Para pedir el voto, los primeros candidatos sólo tuvieron la comunicación interpersonal, por lo que los sofistas usaron la retórica, como el arte de dominar a las masas mediante la habilidad oratoria, incluyendo imágenes para mayor impacto, como las túnicas cándidas, que resaltaban la pureza de los contendientes.
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