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Ciudadanos ante las Urnas ¿ZOON POLITIKON?

"La ignorancia nos entrega al primero que pasa; la indigencia al más poderoso". Simón Rodríguez maestro de Simón Bolívar.

Los antiguos griegos llamaron idiote, idiota, al que no se interesaba por los asuntos públicos y no participaba en la política, pues sólo un idiota no se percataría de que la política nos concierne y afecta a todos. Desde entonces, el ideal de la democracia es un pueblo interesado en la política que rechaza la apatía y el abstencionismo. Queremos seguir viendo en el ser humano el to zoon politikon, el animal político de Aristóteles, que por naturaleza participa activamente en la vida pública a pesar de la manifiesta indiferencia y desinformación del ciudadano común.

Queremos seguir viendo en el ser humano el to zoon politikon, el animal político de Aristóteles, que por naturaleza participa activamente en la vida pública a pesar de la manifiesta indiferencia y desinformación del ciudadano común.

 
Se continúa pensando como Rodrigo Borja que "la democracia es la conjugación del verbo participar en todos sus modos, tiempos, números y personas". Está viva la aspiración de que los ciudadanos estén atentos al desarrollo de la vida política, se informen sobre los acontecimientos, estén al tanto de las principales cuestiones y sean capaces de elegir racionalmente entre las diversas opciones que se proponen y de comprometerse en su realización.

Desgraciadamente, muy pocas personas actúan de este modo. La realidad es otra: la militancia en los partidos u otras organizaciones políticas es limitada y la mayoría ciudadana se muestra más interesada en sus asuntos privados, en las competencias deportivas y en los espectáculos que en la política.

La participación política incluye distintas conductas: atender a la información política, votar en las elecciones, ser miembro de un partido político, aportar fondos a causas políticas, realizar tareas de campaña, intervenir en algún movimiento social o formar parte de algún grupo de presión; desempeñar algún cargo político, o tomar parte en análisis y discusiones ya sea en el hogar o en el trabajo; asistir a manifestaciones y mítines o ser parte de motines, plantones, marchas, huelgas de hambre, etc.

Los niveles educativo, socioeconómico y cultural de las personas son determinantes de la participación política. A mayor nivel de educación, ingreso y status social de la gente, mayor participación política: se acude más a las urnas, se afilia más a las agrupaciones, se tiene mayor influencia política y de un modo u otro se interviene más activamente en los procesos políticos.

En contraste, los pobres, los que tienen educación limitada y menor status socioeconómico es menos probable que sean políticamente activos, ya que sienten que no tienen poder para hacerse escuchar y por tanto, será muy poco lo que puedan conseguir. Cuando participan es probable que lo hagan estimulados por la propaganda electoral televisiva, el clientelismo, el corporativismo, regalos o compra de votos. La participación sin poder es característica de los marginados. En México existen 54 millones de pobres y la escolaridad es de 7.7 años en promedio.

Quienes participan en política, no lo hacen de la misma manera y con igual intensidad. La participación lo mismo puede ser completamente racional, abierta, partidista, sistemática y comprometida, que sólo ser fruto de las circunstancias y emociones del momento. Además, toda participación requiere de ciertas habilidades de comunicación y tiene costos para la gente, desde tiempo, dinero u otros recursos, hasta el riesgo de perder el empleo, la libertad o la vida.

Las instituciones y tradiciones políticas alientan o inhiben la participación. Una cultura política democrática la fomenta, en tanto que la autoritaria la desalienta. Quienes provienen de familias donde la política tiene importancia tienden a una mayor participación, al igual que quienes son miembros de organizaciones vinculadas con la política y quienes conviven entre gente que tiene contactos con personas o ambientes más politizados. Asimismo, la existencia de partidos fuertes por su membresía y de medios masivos libres, críticos e independientes pueden estimular la participación.

La situación política prevaleciente también puede afectar los niveles de participación: las crisis económicas o políticas, el resultado incierto de elecciones futuras o la inminencia de decisiones políticas importantes, despiertan la inquietud y el interés de la población por involucrarse en la política, como sucedió en los Estados Unidos durante las elecciones presidenciales de 2004.

PARTICIPACION ELECTORAL

Votar es la única forma de participación política para la mayoría de la gente, pero en todos los países esta participación es baja, no es práctica habitual de por lo menos uno de cada tres ciudadanos a nivel mundial. En México, la participación general en las elecciones presidenciales del 2000 fue del 63.97%. En las elecciones intermedias de 2003 fue de sólo 41.67%.

En general, los individuos que más votan son aquellos cuyos intereses están más fuertemente influenciados por las políticas gubernamentales, que tienen acceso a la información que trata de esos intereses, que se exponen a diversas presiones sociales para que sufraguen y que no se ven forzados por diferentes partidos para que voten a su favor. Estos individuos, generalmente, pertenecen a los estratos más altos de la sociedad y se encuentran entre los 25 y 55 años de edad.

En particular, entre más involucrada esté una persona en la política, más votará. Así votan en mayor proporción los ciudadanos afiliados a un partido que los electores libres e independientes. En las elecciones presidenciales se vota más que en las locales. Cuando no coinciden las elecciones locales con las presidenciales se vota menos porque las campañas presidenciales interesan más y despliegan más propaganda que promueve el voto. Si el triunfo electoral es muy reñido aumenta la votación porque los candidatos hacen una campaña más intensa, aumenta la cobertura de la prensa y crece el interés del elector. La calidad de los candidatos y las propuestas de los mismos, así como la calidad e intensidad de las propias campañas, pueden elevar o disminuir la votación. Otros factores pueden afectar la votación, como el clima (si llueve disminuye, por ejemplo), el día (si es puente, etc.) y los eventos que concurren con los comicios (fútbol, etc.).

 ANTE LAS URNAS

Ante las urnas, el elector tiene cinco opciones de comportamiento: votar correctamente, entregar la boleta en blanco, votar con error, invalidar intencionalmente la boleta con anotaciones o tachaduras que expresen rechazo, o abstenerse.

Al votar correctamente, el elector basa su decisión en complejas motivaciones, como su militancia o simpatía hacia un partido, el carisma de un candidato, las promesas de campaña, los logros o fracasos del gobierno o sólo por estar del lado del ganador.

Voto duro


Es el voto emitido por quienes son militantes o simpatizantes permanentes de un partido político, y que lo apoyan en las urnas independientemente de los candidatos y de los programas que ofrezca al electorado, o de la situación por la que atraviese el país, porque sienten una gran identificación partidista. Este tipo de voto es la base electoral, el apoyo más importante de los partidos y les proporciona estabilidad, al igual que al sistema político.

Pero la creciente despolitización de la época actual que limita la participación política a las elecciones, tiende a disminuir la identificación partidista y por lo tanto, el voto duro.

Voto diferenciado

No todos votan por todos los candidatos de su partido, algunos escinden su voto entre otros candidatos. En las elecciones del 2000, 1,773,488 electores votaron por Fox, pero no por los candidatos a senador de su Alianza para el Cambio y al revés, no votaron por los candidatos presidenciales del PRI (Labastida) y de la Alianza por México (Cárdenas) pero sí por sus senadores (131,393 y 773,404 electores respectivamente).

Voto blando

Es el voto que se emite conforme a las circunstancias de cada elección: candidatos, propuestas y campañas de los mismos, desempeño del gobierno, situación económica, etc., que no es fiel a un determinado partido. Es un voto inestable, opuesto al voto duro, que puede cambiar de una elección a otra.

El voto blando es el objetivo de las campañas electorales por su plasticidad, dado que puede ser persuadido o disuadido. Candidatos carismáticos, propuestas atractivas, propaganda impactante, campaña negativa inteligente, etc., pueden decidir la victoria cuando el voto duro no es suficiente para que gane a priori un determinado partido.

Entre el voto blando, destaca el voto de castigo que expresa el desagrado del elector con la situación presente. Lichtman (The Keys to the White House) dice que las elecciones en Estados Unidos son un referéndum respecto a la actuación del partido que ocupa la Casa Blanca, el cual se mantiene en el poder cuando la gente está satisfecha con su desempeño y no existen otros factores que puedan motivar que el elector vote por su relevo.

El resultado de las elecciones del 2000 fue un voto de castigo al PRI, que había gobernado durante setenta años con un gran consenso aunque sin democracia. El viraje al neoliberalismo, los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, las matanzas de Acteal y Aguas Blancas, "el error de diciembre", el rescate bancario, son algunos hechos que indujeron a votar en contra del PRI.

También es importante el voto táctico o útil que es votar por el candidato con más posibilidades de triunfar, que el preferido en primera instancia pero que será derrotado. En México, Poiré (Un modelo sofisticado de decisión electoral racional) estimó en 9% el voto táctico en las elecciones de 1997. En las elecciones del 2000, Vicente Fox pidió a los electores su "voto útil" para "sacar al PRI de Los Pinos". Por el reducido margen de victoria (6.42%) y la importante disminución de votos a favor del PRD y aliados, se piensa que el "voto útil" de los electores hastiados del PRI contribuyó relevantemente al triunfo de Fox.

ABSTENCIONISMO E INCAPACIDAD DE LOS PARTIDOS

El abstencionismo revela la existencia de ciudadanos para los cuales carece de significación el sistema político y que eventualmente pueden constituir una masa manipulable por demagogos y taumaturgos, sobre todo, en épocas de crisis. Por eso se ha considerado una disfunción del sistema democrático y un indicador de despolitización y de integración política insuficiente. Para abatir el abstencionismo se facilita el registro de electores y la emisión de su voto, y los órganos electorales realizan campañas para promover la inscripción en los padrones y la asistencia a las urnas. Asimismo, en algunos países existe el voto obligatorio con alguna sanción para quien incumpla, aunque haya quien sostenga que la abstención es un derecho similar al de votar.

En México, en el proceso electoral de 1994, hubo el menor índice de abstención (24.15%). En los comicios del 2000 el abstencionismo fue de 36.03%. En las elecciones de 2003 llegó al 58.33%. En las elecciones locales se observan índices similares.

Una variante es el abstencionismo "cívico" o "activo" que es cuando el elector deposita en la urna la boleta en blanco o anulada. El abstencionismo activo llega a ser importante como en Argentina, cuando en las elecciones de 2001 se emitieron millones de votos en blanco y anulados; “esos 4 millones de ciudadanos fueron a apoyar a la democracia, pero seguramente no a esta clase política". En México en las elecciones de 2003, el 3.36% de los electores anularon su voto y el 0.6% votó por candidatos no registrados.

El problema para la democracia es que una primera fuente del abstencionismo radica en el hecho mismo de que la agenda de la elección no es puesta por el elector, que tampoco escoge a los candidatos ni las propuestas que plantean, por lo que los ofrecimientos no necesariamente concuerdan con lo que le interesa; además el elector sabe que no existe una conexión directa entre su voto individual y los resultados de la elección, pues su voto es sólo uno entre millones. Así, la primera explicación del abstencionismo son las propias elecciones y la incapacidad de los partidos para satisfacer los intereses del elector con buenos candidatos y propuestas, así como la inhabilidad de las campañas para levantar el entusiasmo del electorado. En México, basta ver el gran abstencionismo registrado en las últimas elecciones federales y locales para ilustrar esta incapacidad de los partidos, pese a su enorme derroche de recursos en propaganda televisiva y de toda índole.

 


Autor: Mario Martinez Silva. Investigador del INEP. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.