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Del DICCIONARIO ELECTORAL… AUTORITARISMO
Es un estilo de gobierno que tiende a concentrar y centralizar la autoridad de modo que no exista control, crítica, oposición o competencia, y a ejercerla de manera coercitiva y explotadora para beneficio propio, lo cual aumenta la desigualdad entre la élite gobernante y el pueblo en general; en suma, es un estilo que demanda la obediencia incuestionada de los gobernados.
Consiste en el gobierno impersonal de un individuo o un pequeño grupo, cuyos subordinados controlan el aparato gubernamental, en tanto que el pueblo no puede o no desea rebelarse en contra de este control. Es la antítesis de la democracia
El término se deriva de la palabra "autoridad" que significa poder legítimo, pero tiene una connotación negativa; es casi sinónimo de abuso o exceso de la autoridad, de modo que autoritario es quien no tolera contradicción alguna y se impone a los demás.
En los gobiernos autoritarios, la concentración y centralización del poder determina que la política se reserve a quienes están dentro del mismo, que el poder sea autoperpetuante y se base en la intriga y la manipulación; que la riqueza sea obtenida o incrementada mediante las relaciones oficiales y que el prestigio se derive de los puestos y relaciones políticos; que haya un permanente abuso del poder y que prevalezca del interés personal sobre el general; que se nombre y se destituya a los funcionarios con base únicamente en las conexiones políticas. De todo lo anterior resulta desperdicio, prodigalidad e ineficiencia burocrática, inseguridad generalizada porque todos están a merced del poderoso en turno: impunidad y premio para los manipuladores; y que cuando se dispone de grandes recursos, éstos se consuman en la corrupción y el enriquecimiento de la élite, sin ninguna consecuencia relevante para el bienestar general.
El autoritarismo es posible porque responde al deseo de orden, de estabilidad, de simplicidad y certeza; al miedo de decidir por uno mismo y a la aspiración de que otro se haga cargo; a la posibilidad de ser adoctrinados y al querer ser guiados. Por eso genera dependencia, reduce la capacidad de autogobierno y para imponerse utiliza el miedo a la anarquía como la peor y la más grande amenaza. Asimismo, estimula la personalidad autoritaria: convencional, inmadura emocionalmente, que desdeña la debilidad, proclive a aceptar estereotipos, con baja tolerancia a la ambigüedad, preocupada por el status, cínica hacia los valores humanos y negativa hacia toda manifestación de inconformidad. Además, prospera dentro de una cultura política de la subordinación en la cual predominan las actitudes pasivas y la despolitización.
Los gobiernos autoritarios pueden ser radicales o conservadores, de izquierda o de derecha, populistas o tecnócratas. En los países pobres se han legitimado como instrumentos de la modernización para superar el atraso y entrar al primer mundo. Las áreas y el grado en que ejercen arbitrariamente el poder y utilizan la represión para hacerse obedecer puede variar desde las dictaduras sanguinarias y los gobiernos que permiten la oposición formal en tanto no constituya una amenaza para su sobrevivencia, hasta los regímenes que cuentan con elementos constitucionales y formales de gobiernos democráticos, pero como una fachada que les sirve para legitimarse y ocultar su verdadero rostro, en los cuales se aplica arbitrariamente el derecho, la separación de poderes es ficticia, las elecciones son controladas por el gobierno y su partido, el federalismo es un ornamento, los medios masivos se sujetan al control y la censura gubernamentales, y es práctica cotidiana el clientelismo como medio para mantener el apoyo para los gobernantes.
Los regímenes autoritarios tienden a declinar por diversos factores: decreciente calidad de liderazgo, separación tajante entre gobernantes y gobernados, rigidez de las instituciones para absorber el cambio social, baja de la producción con empobrecimiento de la mayoría, desquebrajamiento del monopolio informativo y de la censura por la globalización de las comunicaciones, agotamiento de su ideología o justificación legitimadora, desorientación, desmoralización y descomposición de la élite, generalización de la corrupción, etc.