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ACTITUD POLÍTICA

En su acepción corriente, el término de actitud señala un comportamiento, la manifestación exterior de un sentimiento. Para un psico-sociólogo, todo comportamiento, ya se trate de una conducta (comportamiento activo) o de una opinión (comportamiento verbal), es una respuesta a una situación. La actitud es la variable intermedia que permite explicar el paso del segundo al primero de estos términos. Ni es comportamiento (y por lo tanto no es una opinión aunque muchas veces se empleen cada uno de estos términos en lugar del otro) ni factor de la situación. Ni es respuesta ni “stimulus”, sino una disposición o más bien una preparación para actuar de una manera y no de otra. Al ser variable intermedia, la actitud es, pues, variable hipotética.

Una definición tiene que tomar en consideración estos diversos elementos: la actitud es una disposición, es un principio de organización de los comportamientos en relación con un objeto o una situación, y se forma y modifica en el tiempo. Es una disposición relativamente persistente que tiende a presentar una reacción organizada frente a un objeto o una situación dados.

Se pueden clasificar las actitudes según su origen, su objeto o sus características.

Según su origen se pueden distribuir separando las actitudes individuales, que pueden, por otra parte, ser comunes a varios individuos; de las colectivas, que son las actitudes de un grupo en tanto tal; o según su objeto, distinguiendo las actitudes físicas relativas a elementos no humanos, el clima por ejemplo, de las actitudes sociales relativas a situaciones o problemas sociales o culturales. Estas distinciones no son excluyentes, porque no todas las actitudes sociales son colectivas y viceversa.

Las actitudes políticas son actitudes sociales formadas en relación con situaciones políticas, las que a su vez, constituyen situaciones sociales consideradas con una perspectiva de poder; es decir, de gobierno o de supervivencia de la sociedad.

Las actitudes también se pueden distribuir según sus características. Dos parecen ser fundamentales: la dirección —se puede estar “por” o “contra” el orden establecido, la igualdad política, etc. (en cierta forma es el signo algebraico de la actitud) y la intensidad —se puede ser más o menos hostil o favorable—. De estas cualidades esenciales, a veces se han deducido características secundarias como la coherencia ausencia de direcciones contradictorias— o el “relieve” —importancia de la actitud considerada en el campo psicológico del grupo o del individuo. Pero la definición de estas dimensiones está evidentemente unida a la creación de las técnicas de estudio, incluso de medida, de las actitudes.

La actitud, como variable hipotética, no se presta a la observación directa, sino que en cierta forma tiene que ser inducida de sus manifestaciones.

Existen tres maneras de estudiar las actitudes:

a)            El estudio extensivo de los comportamientos políticos se hace sobre las diversas formas de expresión de las actitudes políticas, en particular sobre las opiniones y los votos.

b)           La apreciación global de las actitudes por la observación intensiva se sitúa en otro “plano” de profundidad. Trata de aprehender una totalidad, más que de describir sus elementos exteriores. Es el caso, por ejemplo, de las biografías —memorias, obras literarias o trabajos científicos— y de las entrevistas hechas en profundidad.

c)            Las escalas de actitud permiten señalar con precisión no sólo la dirección sino también la intensidad de las actitudes políticas. JG