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2022 Ene 1 Prensa Inmunda. Edgar Morin.

Esto tiene el desagradable olor de la verdad. HENRY KISSINGER
Prefacio
Dado que hoy corren tiempos extraños, conviene advertir que este no es un libro para chairos o sus contrapartes de derecha, los también llamados derechairos. Tampoco para ayatolas de los medios de comunicación quienes consideran sus opiniones una suerte de fetua donde no cabe ninguna oposición, duda o cuestionamiento. Sirve para entender el hoy, y que el periodismo que conocemos está desapareciendo, pues la crisis del sector es mundial. Fue pensado para aprender cómo el poder manipula, y cómo aprender a no dejarnos manipular.

Su concepción fue resultado de un curso que imparto desde hace varios años en la licenciatura de Comunicación de la Universidad Nacional, titulado Poder político y medios de comunicación. Durante los encierros forzados de la pandemia se materializó y comencé parte de la escritura, en buena medida para lidiar con las ausencias y pérdidas sin duelo que el covid trajo consigo.

Luego, cuando las restricciones lo fueron permitiendo, realicé entrevistas de carácter anónimo y confidencial a algunos reporteros, columnistas, articulistas, un jefe de información, un exdirector de periódico, funcionarios a cargo de oficinas de comunicación social estatal y federal, asesores y estudiosos de los medios, así como a una criminóloga.

En ciertos casos retomé conversaciones que venían de años atrás, mantenidas al paso del tiempo, pues tengo la fortuna de contar con la amistad de hombres y mujeres relacionadas con el campo profesional de la comunicación. Esto incluye a varios periodistas, aunque en absoluto significó que todos —amig@s o no— hayan accedido a ser entrevistados, y tampoco faltó quien simplemente no llegó a la cita concertada con antelación. Es un gremio donde hay de todo, como en todas las otras agrupaciones y en la vida misma. De cualquier modo, agradezco infinitamente su tiempo, paciencia y confianza para ser entrevistados, así como a las gargantas profundas que compartieron su conocimiento, al igual que a todas aquellas personas que de distinta manera han soportado mis trabajos de investigación, como a Nat que los padece.

El resultado de esto fue una primera versión bastante extensa y académica que no funcionaba tan bien para las nuevas circunstancias de un mercado editorial pospandemia. Así que se volvió a trabajar en una nueva mezcla que le permitiera ir más allá de lectores universitarios para quienes estaba destinado en principio. No fue suficiente, y tras darle vueltas con el editor Enrique Calderón optamos por otra remezcla a la que se sumó Samuel Segura, quien hizo un gran trabajo para ayudarnos a crear esta suerte de remix o breviario sobre la compleja interacción de poderes legales y fácticos con las empresas y empresarios de medios de comunicación y los periodistas, a través de recompensas, manipulación, espionaje, uso de códigos, mensajes, amenazas o asesinato. Para ambos, como para Lalo Flores, Scarlet Perea y todo el equipo de Penguin Random House, también mi agradecimiento.

Toda esta remezcla —al menos es la apuesta— permitirá que el libro llegue a un público más amplio para aportar elementos que permitan entender que uno de los principales objetivos de políticos e industrias ocupadas en moldear creencias y opinión, de las relaciones públicas, la propaganda o los intelectuales que hablan sobre cómo dirigir el mundo es mantener a la gente aislada y dividida.

Mientras las personas estén aisladas no serán capaces de comprender muchas cosas, como alerta Noam Chomsky (2002, p. 159). Esto se rige bajo el simple principio de que la población es peligrosa, y si consigue implicarse en temas importantes podría alterar la distribución del poder. Así que más que intentar convencer a las personas, tal como hace un propagandista, Prensa inmunda ofrece historias y herramientas que buscan ayudar al desafío de que las personas piensen por ellas mismas —como propone el mismo Chomsky— para identificar y descifrar distintos engaños o manipulaciones que suelen transitar por medios de comunicación y redes sociales.

Sobre el título del breviario conviene advertir lo siguiente. Una de muchas incongruencias de la política deja ver ciertas ganas locas de quedar bien con el superior jerárquico, lo cual incluye todo tipo de intentos por adivinar su pensamiento o deseos. Esto pudo verse, por ejemplo, en la Ciudad de México al nombrar como coordinador de Comunicación Ciudadana a un joven cuyo currículo lo muestra más activista que periodista o publirrelacionista, y que fue evidenciado desde su toma de posesión por decir en un programa de televisión que “la prensa en México es inmunda”.

La idea de este libro no viene de dislates de ese tipo, ni tampoco de aquellos calificativos que les endilga con frecuencia el presidente —“hampa (del periodismo)”, “chayoteros”, “conservadores”, “prensa fifí”, “hipócritas”, “muerden la mano de quien les soltó el bozal”, “doble cara” y, por supuesto, “prensa inmunda”—, pero que él considera parte de su derecho de réplica o “diálogo circular”. Se han convertido en elementos significativos dentro de su conferencia mañanera, que sigue siendo un instrumento de información y propaganda eficaz para el presidente —donde se introdujo cierta novedad en la comunicación política, polémicas frecuentes y una confrontación abierta con intelectuales, reporteros y medios de comunicación—, aunque insuficiente para todo lo que debe informar un gobierno, y más uno autoasumido como de cambio.

Así pues, la confrontación del poder político con el mediático sirve para dar cuenta de las profundas divisiones dentro del gremio periodístico, la servidumbre voluntaria, el espionaje o la vigilancia a la que han sido sometidos, su precariedad laboral y no pocas dificultades o conflictos para obtener información.

Sin embargo, la idea provino del todavía vigente Contra los periodistas y otros contras (2018), escrito por el periodista, editor, intelectual y azote vienés de varias clases políticas a principios del siglo XX, Karl Kraus. En dicho libro, Kraus los acusaba entre otras cosas de representar la corrupción de un lenguaje mercantilizado que se degradaba hacia la banalidad, una relajación del estilo y falta de moralidad de la profesión; de paso, consideraba que “las buenas opiniones carecen de valor. Lo que vale es quién las tiene”.

A esto se añadieron otras duras críticas para reflexionar, como las de Álex Grijelmo (2002), quien considera que los periodistas son transmisores dóciles con preparación escasa en materia de lenguaje, pues “la prensa y los medios audiovisuales se han convertido en reproductores acríticos de cuanto el poder desea difundir mediante la manipulación de las palabras [y] han terminado asumiendo como propios los términos más envenenados”.

En este sentido, muchos inconscientemente utilizan o repiten lo que llama “lenguaje de imitación”, el cual termina por apuntalar al mismo sistema ya que siguen la vieja tendencia de amoldarse al poder:

… la mente se amolda, imita, porque en el amoldamiento, en el seguimiento de un patrón, hay más seguridad […] Y cuando se produce ese amoldamiento hay una negación total de la libertad, una negación total de la percepción, una negación total de la investigación independiente. Cuando uno se amolda hay temor. Y los periodistas amoldan su lenguaje al del poder, expresando su temor subconsciente, el miedo a hablar por sí mismos y a comunicarse, una a una, con cada persona que les lee. (Grijelmo, 2002, p. 222)

No todos, obvio. Y suponiendo también que las noticias todavía se consuman de modo masivo, porque en la caída de lectores, audiencias y datos sobre el tiraje y alcance reales de cada medio, un secreto celosamente guardado por las empresas periodísticas, asimismo incide la revolución de la infotecnología. Esa que por igual posibilita mecanismos alternos de financiamiento por medio de donaciones, nuevas formas de trabajo —horizontales e internacionales a la vez, por ejemplo, los Papeles de Panamá—, o nuevas fuentes de información que incluyen el hackeo electrónico. Lo cual ha dado lugar a reveladoras filtraciones de interés público e historias muy graves para la libertad de expresión y el periodismo en su conjunto, como la persecución del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, pues acusaciones en su contra, como animar a una fuente a que le diera más materiales o ayudarle a ocultar su identidad es algo que harían casi todos los buenos periodistas.

Esta revolución digital apenas comienza y mucho de lo que está por venir parece traslaparse con algunas distopías de ciencia ficción. Aun así, hoy como en el futuro los periodistas son un mal necesario. Sobre todo, si trabajan como críticos eficaces del poder, especialmente los de investigación profunda en géneros como el reportaje, y exponen las mentiras, secretos de interés público e incongruencias de la política pública.

Su labor es vital, no solo en términos ideales, pues tienen la responsabilidad social de contribuir a que la ciudadanía esté informada y consciente. Llegan incluso a desempeñar la función del intelectual; esto es la de decirle las verdades al poder en un mundo cada vez más complejo, donde las preguntas de la persona que reportea en busca de la verdad se multiplican: qué, quién, dónde, cuándo, cómo, según quién (la fuente y el procedimiento para obtener la noticia), para qué y cuánto, por lo menos (Grijelmo, 2013).

Ahora que también son tiempos de posverdad, donde se vive en el absurdo, no se cree en nada y abundan los cínicos o escépticos, cabe añadir que además de la motivación ya expuesta, este libro intentó ser escrito desde la posición de ciudadano de a pie que consume noticias e información —que es un bien de interés público—, en internet como radio, prensa y televisión, en una sociedad donde la modernidad no termina de llegar ni las tradiciones de irse, pero en la que abunda desinformación, sobreinformación y todo tipo de propaganda.

Por eso lo de que este no es un libro para chairos, derechairos o ayatolas de la comunicación que anteponen sus filias o fobias ideológicas, sino para quien tiene más preguntas que respuestas y busca elementos para comprender esta relación donde abunda lo inmundo. Por ejemplo, en las redes de vigilancia, el espionaje electrónico, los asesinatos por encargo, la privatización de la seguridad pública, o el sistema instituido entre el poder político y los editores y concesionarios de medios propiedad de la nación que desde su origen ha sometido a los periodistas críticos, permite abonar sueldos de miseria a la mayoría de sus trabajadores de la tecla e imagen, y a muchos de estos empresarios evadir el pago de seguridad social o prestaciones de ley. A esta inmundicia es a la que alude el título.

Así las cosas, el libro consta de 13 capítulos que pueden leerse como una suerte de manual con pistas para aprender a descifrar distintos trucos o mañas del poder político, económico, criminal y mediático. Pero también como un conjunto de historias que describen estas y otras relaciones de poder en diferente lugares, momentos y situaciones, teniendo a medios y periodistas como testigos o protagonistas que muchas veces llegan a ser engañados y manipulados, aunque algunos, demasiado pocos en realidad, han sido capaces de cumplir el sueño de la gran mayoría: que su trabajo informativo de investigación logre echar del poder a un presidente. Como ocurrió con el Watergate, por ejemplo.

Claro que, para desarrollar un cuarto poder, lo primero que tiene que saber cualquier estudiante de periodismo son tres palabras: “todo gobierno miente”, como decía el periodista I. F. Stone. Así que no es de extrañar que diversos encargados de la llamada comunicación social consideren que una parte importante de su labor consiste en impedir a toda costa que lo descubran, o en imponer la visión de su jefe en vez de proporcionar a los reporteros información adecuada para hacer su trabajo.

A estas complejidades se suma, en los últimos años, la tendencia mundial de crear ambientes donde la realidad es irrelevante. Esto es que se busca anular la diferencia entre la falsedad y la verdad por medio de las noticias falsas o fake news, para poder trastocar el sentido con que tomamos nuestras referencias en el mundo real. Cobra forma de estrategia, estudiada por Hannah Arendt, y el ejemplo reciente más conocido por volumen y repetición es Donald Trump, quien declaró una guerra frontal contra los medios noticiosos para intentar sustituirlos por propaganda y así fomentar un ambiente donde el hostigamiento y ataques físicos sean considerados aceptables, de acuerdo con el reporte de David Brooks.

Los estilos varían y en el caso mexicano la conferencia mañanera resulta un escaparate de estas complejas relaciones, hoy narradas desde el poder político de modo muy particular: calificativos e insultos llenos de matices en su entonación, a veces hablando de debate en una sociedad autoritaria sin cultura democrática ni educación para debatir —algo que en otros lugares se enseña desde la escuela, por ejemplo—, o usando herramientas de propaganda que socavan la credibilidad de periodistas y medios que no se subordinen a la línea oficial.

Muchas de ellas con marcado acento religioso a tal punto que no pocos de sus malquerientes hablan de un púlpito mañanero, que marca buena parte de lo que llaman la agenda. Esto es aquello de lo que hay que hablar, el tema de los editoriales, los asuntos importantes. Que, aun con varios tropiezos, la sigue llevando AMLO en una fuerte disputa con grupos de interés, empresas de medios y un sector de la prensa —sobre todo articulistas, columnistas, directivos, intelectuales orgánicos, comentócratas y los típicos bustos parlantes.

Lo que llama la atención, y es otro de los detalles que se hacen evidentes en este breviario que viene a cerrar una trilogía de investigación sobre poderes legales y fácticos, es la facilidad con la que se han enganchado a ese estilo púlpito no solo sus seguidores, sino muchos de sus adversarios y enemigos que también recurren a la manipulación, engaño, la mentira y propaganda, expresada en esa otra actitud nada laica ni democrática como la de los ya referidos ayatolas que últimamente se multiplican por doquier.

 

Índice

Prefacio

Propagare
La máquina del odio
Los topos
Mentiras
Tres redes
Pegaso en el rancho electrónico
El sistema
El jardín del ogro
El impulso autoritario del poder
La empresa
La ética vale un sorbete
Riesgos, nada más
¿Dónde estás, gatopardo?
Notas

Fuentes

Sobre este libro

Sobre el autor

Créditos

 

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