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La clase política. Gaetano Mosca.

INTRODUCCIÓN
1. AL FINAL de la "Advertencia" para la tercera edición de los Elementi di scienza politica publicada en 1939, Gaetano Mosca, por entonces octogenario, hablaba de esta obra como de "su trabajo mayor" y "su testamento científico". En efecto, le había dedicado sus mejores energías durante cuarenta años, recogiendo y perfeccionando en ella algunas ideas maestras, a las que fue esencialmente fiel por más de medio siglo.

La primera edición apareció, sin una línea de prefacio, en 1896 impresa por los editores Bocea (la indicación tipográfica lleva la fecha de 1895), pero era la reelaboración y la conclusión, aunque provisoria, de dos obras precedentes: del desbordante trabajo juvenil Sulla teorica dei governi e sul governo rappresentativo. Studi storici e sociali (Turín, Loescher, 1884), con el cual el autor, de apenas veintiséis años, entraba en el debate político italiano con agresividad y autoridad, animado de sincera pasión civil. y nutrido de buenos estudios, después del advenimiento de la Izquierda al poder; y del ensayo, posterior en pocos años, sobre Le costituzioni moderne (Palermo, A menta, 1887), que, criticada la Teoarica, se presentaba como una obra de transición, al mismo tiempo integración de lo anterior, y embrión de lo nuevo (en parte no muy desarrollado). La Teorica era ya, en el sentido más mosquiano de la palabra, una obra de ciencia política, tendiente a "exponer las grandes leyes que regulan la organización de los gobiernos", y a en traer de una desprejuiciada observación de los hechos, la refutación de los errores que impedían prosperar a los Estados y provocaban su decadencia: el enemigo por derrotar era el régimen parlamentario. En cambio, Le Costituzioni moderne era una obra de política constitucional, donde, limadas algunas asperezas polémicas contra el régimen parlamentario, se proponían reformas moderadas con el principal propósito de contraponer al privilegio de la riqueza el mérito de la cultura, y hacer surgir la clase intelectual como nueva protagonista ent.re las dos fuerzas antagónicas de la riqueza y del trabajo.

Tras la primera edición de los Elementi, y coincidiendo en parte con el periodo su actividad política (diputado en 1909, senador en 1919, subsecretario de las Colonias entre 1914 y 1916), Mosca publicó en los años siguientes varios escritos menores, casi todos ocasionales, sobre problemas económicos, políticos y constitucionales de actualidad. El único ensayo teórico de cierto relieve fue la introducción turinesa de 1902, titulada El principio aristocratico ed il democralico nel passato e nell'airvenire, que replantea y desarrolla un tema central de la obra mayor. Pero la reflexión sobre los problemas de la "nueva doctrina" no disminuyó, aunque prosiguió en forma subterránea; y así, cuando en 1923 salió la segunda edición de los Elementi, ésta aparece enriquecida por una segunda parte completamente nueva, que comprendía, junto a una especie de examen de conciencia al comienzo, y un juicio sobre el espíritu de la época al final, ulteriores esclarecimientos sobre la doctrina, una formulación más precisa de algunos principios, correcciones de enfoques precedentes, impugnaciones, polémicas, críticas de teorías pasadas. Esta segunda edición, dividida en dos partes bien diferentes, constituye el texto definitivo de la obra: en la tercera edición, que aparecerá dos años antes de su muerte, Mosca se limitó a agregar escasas notas al final de cada capítulo, con el fin de señalar cambios ocurridos en el desarrollo de sus ideas, dar noticia de algún nuevo texto, aportar confirmaciones de sus tesis propias, con evidente complacencia, a raíz de acontecimientos ocurridos entretanto, especialmente el desarrollo de la Revolución rusa y la instauración del Estado soviético, al que se mostró desde el comienzo fuertemente hostil.

Para un examen crítico e histórico de la obra de Mosca, remito a:

2. Ya desde las primeras páginas de la Teorica, Mosca confiesa que su primer impulso para ocuparse de los estudios políticos provino de la comprobación de su retraso con respecto a las ciencias de la naturaleza: al no ser la verdad científica demasiado diferente del juicio vulgar, el campo estaba invadido por diletantes y charlatanes. Como se daba perfecta cuenta de los mayores obstáculos que las ciencias sociales encontraban en su ámbito, confiaba en el progreso de los estudios históricos que suministrarían un mayor acopio de datos a la observación y a la explicación científica del fenómeno político. Aun cuando en esta primera obra la expresión "ciencia política" no aparece, quedan ya claramente delineados el método y el objetivo de un estudio científico de la política. El método es el de la comparación histórica; la finalidad, extraer de la confrontación de los hechos históricos en épocas y regiones diferentes, las "leyes constantes" que regulan el nacimiento y la decadencia de los Estados. La norma principal en la que debe inspirarse quien pretenda internarse por esta nueva vía, consiste en acumular el mayor número posible de datos históricos. En el proemio de la Teorica relata que, habiéndose dedicado desde niño a la lectura asidua de libros históricos, estaba en posesión de un capital que le había sido de suma utilidad para efectuar sus estudios.

En un ensayo algo posterior, Studi ausiliari del dzritto costituzionale (1886), Mosca atribuye al derecho constitucional la tarea de la ciencia política, entendiéndolo, no ya como "un comentario del estatuto italiano o de la carta francesa", sino en un sentido más amplio y más riguroso, como "ciencia que escruta las leyes reguladoras del ordenamiento político de las distintas sociedades humanas". Entre las disciplinas auxiliares, la más importante sin duda es la historia, entendida como sociología comparada, a la manera de Spencer. Aun admitiendo que el estudio científico de la historia y de la política está todavía en formación, y que las leyes propuestas hasta ahora son pocas e inciertas, Mosca le reconoce igualmente una importante función negativa, consistente en liberar la mente de concepciones apriorísticas.

Al problema del método está dedicado el primer capítulo de los Elementi. Mosca permanece fiel a su vocación inicial de científico nato para combatir prejuicios y errores que aquejan de modo particularmente desastroso el estudio de la política. Pero por primera vez señala con particular insistencia que la condición misma de la posibilidad de una ciencia política se funda sobre la comprobación de que hay "tendencias psicológicas constantes, que determinan la acción de las masas humanas". Esta observación abre el camino a la formulación —que debe ser rodeada de la más prudente cautela, máxime cuando se dan los primeros pasos— de algunas tendencias o leyes que regulan la vida de los organismos políticos. Si el punto de vista es esencialmente psicológico, el material de construcción, aunque resulte tosco e informe, debe ser suministrado por la historia: cuando Mosca declara que a la ciencia política se adecua el método histórico, quiere decir que la ciencia política debe llegar a conclusiones propias, partiendo del estudio de los hechos comprobados. De este modo adopta una posición muy definida; por un lado, contra las doctrinas políticas distorsionadoras, que buscan sólo justificar, despreciando los resultados de la investigación histórica, a ciertos regímenes con menoscabo de otros (entre éstos, la teoría democrática es para Mosca particularmente funesta y falsa): y por el otro, las doctrinas seudocientíficas, que aun partiendo del examen de los hechos. llegan a conclusiones inaceptables por la pobreza y escasez de los materiales utilizados (por ejemplo, la célebre clasificación aristotélica de las formas de gobierno).

Con esta postura frente al fenómeno político, Mosca se inscribe en la línea de los escritores realistas. Pero en el concepto de realismo político deben distinguirse dos aspectos diferentes, según que "real" sea contrapuesto a "ideal" o a "aparente" En la antítesis real-ideal, concepción realista significa dirigir la atención, no a lo que los hombres piensan de sí mismos, o se imaginan que son, sino a su comportamiento efectivo. En cambio, la antítesis real-aparente significa atender a la verdadera naturaleza de las relaciones sociales que se esconden detrás de las formas exteriores de las instituciones. La ciencia política alcanzará para Mosca su objetivo, cuando logre sobrepasar la cortina de las fórmulas políticas (hoy diríamos de las ideologías) y romper la costra de las instituciones; en suma, cuando pueda descubrir lo que hay dentro y lo que hay debajo.

 

3. En cuanto al modo de concebir el método y la función de la ciencia, Mosca fue un positivista. En diversas ocasiones citó varias fuentes de su pensamiento, y entre los autores a los que rinde mayor homenaje se cuentan, primero Taine, y después Saint-Simon. En el proemio de la Teorica dice que se "apropió de hecho" de muchos enfoques y juicios de Taine, recogidos de los "estupendos volúmenes" sobre los orígenes de la Francia contemporánea. En la segunda parte de los Elementi atribuye a Saint-Simon el mérito de haber trazado "las líneas fundamentales" de la doctrina de la clase política "de un modo bastante preciso y evidente", más de cien años antes. Entre los autores que ampliaron su horizonte cultural, aquellos con los que se internó en severas pero no hostiles discusiones críticas fueron Comte y Spencer. Sirviéndose de sus propias teorías, les reprochó, por lo demás con razón, un excesivo simplismo. Por un lado, el prolongado coloquio con los escritores de historia, lo mantuvo alejado de las apresuradas generalizaciones de los filósofos de la historia; y repitió a menudo que “el simplismo no se adapta bien a las ciencias que se ocupan de la psicología del hombre, animal muy complejo, pleno de contradicciones y que no siempre se preocupa de ser lógico y coherente". Por otro lado, su positivismo fue solamente metodológico y no lo indujo nunca a la tentación de aceptar la concepción naturalista de la sociedad, propia: de algunos positivistas. Cuando se habla de positivismo en las ciencias sociales, no se distingue nunca suficientemente, sobre todo por parte de sus detractores, el trasplante de los métodos más rigurosos y aceptados de la investigación, propios de las ciencias de la naturaleza, al dominio de las ciencias sociales —que es una operación legítima y que se demostró fecunda—, de la acrítica extensión de teorías concebidas para explicar fenómenos del mundo natural al mundo de la sociedad, como ocurrió en los tiempos del darwinismo social. Mosca fue positivista en el primer sentido, no en el segundo: desde el primer capítulo de los Elementi dedicó largo espacio a la refutación de las teorías naturalistas más acreditadas, como la que busca explicar la variedad de los fenómenos políticos por la diversidad del clima y en general del ambiente físico, a la que se atribuye valor determinante para la diversidad de las razas humanas, con lo que despejó el campo de teorías, más que tendenciosas, socialmente peligrosas, como las de la raza superior o el genio de las razas. En cuanto al darwinismo social, que tuvo su momento de celebridad en las últimas décadas del siglo pasado, tanto que confundió sus aguas, en una dirección con el marxismo vulgar, y en la dirección opuesta con el nitzscheanismo no menos vulgar, Mosca se resistió a aceptarlo en su aspecto más groseramente naturalista, contraponiendo a la lucha por la existencia la lucha por el predominio, y considerando solamente a esta última como un elemento característico del movimiento histórico. Es necesario todavía agregar que, aun contribuyendo a la formación de la ciencia política, Mosca no se dejó atraer nunca por la ilusión o la presunción de que el camino fuese fácil y estuviese ya en gran parte recorrido. Se dio cuenta perfectamente de que las ciencias sociales habían dado muy pocos pasos desde el punto de partida; reconoció, acaso con un dejo de amargura, que la ciencia política en particular se encontraba todavía en un estadio precientífico, porque no había, logrado establecer aún un complejo de "verdades indiscutibles" Creía firmemente en el progreso de la ciencia política; que se desarrollaría parejamente con la ampliación de los conocimientos históricos en el tiempo y en el espacio; pero no fue ni tan impaciente ni tan infatuado como para confundir sus deseos con la realidad.

 

4. Respecto al problema de la función práctica de la ciencia, Mosca estuvo animado por el ideal netamente positivista de la potencia reformadora inherente al saber científico. El concepto de una ciencia positiva de la política acompañó constantemente en su obra a la idea de una política científica: la función práctica de la ciencia política debía consistir en hacer menos genial el arte del gobierno, a la vez que más respetuoso de la realidad; en enseñar a los gobernantes y a sus opositores a respetar las "leyes constantes" descubiertas a través de la aplicación del método positivo al estudio de la política. Ya en la Teorica, este ideal había dado fuerza a la polémica contra los diletantes y los demagogos, que será un elemento común a todas las obras siguientes; esto es, contra aquellos que, o no se preocuparon jamás de conocer dichas leyes, o las violan a conciencia. En las Constituzioni moderne, Mosca previno a los estudiosos de problemas constitucionales de que no se dejaran sobrepasar por la evolución de la sociedad, que no permitieran que "tuvieran lugar importantísimas alteraciones sin que la ciencia política supiera dirigirlas y moderarlas". Al final de la primera parte de los Elementi, después de haber condenado al materialismo histórico como teoría no científica, afirmó que el único modo de combatirlo y extirparlo era contraponer "a un sistema metafísico", "un sistema totalmente positivo". La tarea de elaborar ese nuevo sistema positivo le correspondía a la ciencia política. En un ensayo algo posterior (Il programma dei Iiberali in materia di política ecclesiastica, 1897), se alegró al comprobar que la "verdadera ciencia" había logrado "imponerse como fuerza social en sí misma y formar parte del complejo de influencias políticas que constituyen la contextura del Estado". En fin, le dedicó expresamente al problema un parágrafo de la segunda parte de los Elementi, titulado "Si los progresos de la ciencia política podrán en el futuro evitar las grandes crisis sociales": puesto que en el pasado, más de una crisis fue evitada mediante el simple empirismo político, una obra mucho más eficaz podrá_ desarrollar en la época presente "el ·conocimiento exacto de las leyes que regulan la naturaleza social del hombre; cuyo conocimiento enseñará a distinguir lo que puede acontecer, de lo que no puede ni podrá ocurrir en el futuro... y hará además posible aplicar a la vida política el mismo método que la mente humana pone en práctica cuando quiere dominar a las fuerzas naturales".

El positivismo había sustituido el viejo sueño del gobierno de los filósofos por el del gobierno de los científicos. Saint-Simon, al combatir a metafísicos y juristas, había sido su primer anunciador y afirmador. Mosca, en el momento mismo en que exaltaba la función práctica de la ciencia política, auspiciaba una mayor intervención de la clase culta —hoy diríamos de los intelectuales— en la vida política activa. Una política más científica presuponía una clase política culturalmente más preparada. Sólo una clase política en esas condiciones podría renunciar a los mitos fáciles de la redención total y a las soluciones estrictamente "al día". Esos mitos son buenos para destruir un orden, pero no para reconstruir otro mejor; y esas soluciones pueden retardar la declinación de una sociedad, pero no impedirla definitivamente. En un periodo de grandes transformaciones sociales, "política científica" significaba, para un conservador impenitente como Mosca, la resistencia contra el espejismo de la revolución redentora, y a la vez el consejo de introducir retoques moderados y ponderados en el sistema para impedir su disolución interna y era científica, no solamente porque se servía de los resultados de la ciencia política, sino también porque extraía su inspiración del ideal científico del procedimiento gradual, según el método de "la prueba y el error", dando un paso por vez y siempre con pie de plomo. Una política científica era a los ojos de Mosca un ejercicio del poder, al cual la ciencia política le debía enseñar a evitar los dos extremos de la inercia y del cambio demasiado brusco. En uno de sus Pensieri postumi, destinados probablemente a no publicarse, Mosca expuso claramente su pensamiento secreto y constante: ...finalmente, el siglo XX y quizás también el XXI, podrán hacer progresar de tal manera a las ciencias sociales, que se encontrará la manera de transformar lentamente una sociedad, sin que decline, y evitando las crisis violentas que con frecuencia acompañan a la decadencia.

 

5. El comienzo de un estudio científico de la política reside para Mosca en un descubrimiento fundamental: cualquier gobierno está regido por una minoría organizada. A ésta la llamó Mosca, con un nombre que debía convertirse en el emblema de su doctrina, “clase política". El ideal de la ciencia política y el descubrimiento de la clase política están estrechamente conectados: esta "verdad indiscutible", finalmente alcanzada constituía un momento decisivo en el pasa, je de la política de la metafísica a la ciencia. Se había creído hasta entonces que había cuando menos tres formas de gobierno: el de uno, el de pocos y el de muchos. En el siglo XVIII, por obra sobre todo de Rousseau, se había creído la fábula de que podía existir el gobierno de todos, y que éste era el gobierno mejor. Pero el descubrimiento de la existencia de una clase política en toda forma de gobierno, hacía justicia sumaria a todas las teorías precedentes, que habían pecado, o bien de un conocimiento demasiado restringido del fenómeno político, o bien de una deplorable confusión entre lo que es y lo que debiera ser; y abría al estudio de la política d camino de la investigación científica, rico en aventuras pero también en promesas.

La teoría de la clase política fue enunciada en la primera página de la Teorica: "...en todo tiempo y lugar, todo lo que en el gobierno no es parte dispositiva, ejercicio de autoridad, e implica comando y responsabilidad, es siempre la atribución de una clase especial, cuyos elementos de formación, según la época y el país, pueden variar muchísimo ciertamente, pero, de cualquier modo que esté compuesta, siempre constituye una escasa minoría ante la masa de los gobernados a los cuales se impone". Con la definición de la clase política, se abre el capítulo segundo de la primera parte de los Elementi: "... en toda sociedad, comenzando por las más mediocremente desarrolladas y que han llegado apenas a los principios de la civilización, hasta las más cultas y Fuertes, existen dos clases de personas: la de los gobernantes y la de los gobernados. La, primera, que es siempre la menos numerosa, desempeña todas las funciones políticas, monopolizad poder y disfruta de las ventajas que a él van unidas; mientras que la segunda, más numerosa, es dirigida y regulada por la primera ... y a ella le proporciona, al menos aparentemente, los medios materiales de subsistencia y los que son necesarios para la vitalidad del organismo político". La Storia delle dottrine politiche, última obra de Mosca (1932), termina con un capítulo titulado "La teoría de la classe política", en el cual la teoría es presentada como el término final de· una historia bimilenaria y a la vez como comienzo de una nueva fase del pensamiento político. "... las épocas se renuevan".

Aunque Mosca reconoce que la teoría de la clase política no nació con él y está dispuesto a admitir cierto número de precursores, cuando menos estaba convencido de haber sido un innovador en lo relativo a una mejor formulación y a un desarrollo orgánico de la doctrina. Lamentó, como es sabido, que Pareto, que comenzó a hablar de élites y de su circulación en los Systemes socialistes (1902), no hubiese. hecho mención de su obra. Y en un Pensiero postumi, comentando la frase de Croce de que "el precursor es necesariamente un personaje anacrónico y por lo tanto ineficaz en la política del presente", agrega sin ocultar un pequeño toque de orgullo: "Esto es lo que explica en parte la escasa eficacia de la Teorica dei govverni y de los Elementi di scienza politíca cuando fueron publicados por primera vez en 1884 y 1896".

 

6. Es un hecho que gran parte de la obra de Mosca constituye una tentativa muchas veces renovada de demostrar históricamente la existencia de una clase política en los más diversos regímenes·: y de hacer resaltar la fecundidad de la doctrina, así confirmada, para el estudio de los problemas tradicionales de la política.

Mientras la Teorica procede según un orden cronológico, a partir de los antiguos egipcios, a través de la ciudad-Estado de los griegos, el Estado romano y la decadencia del Imperio, el pasaje del Estado feudal al Estado burocrático, hasta el Estado representativo moderno, los Elementi tienen un desarrollo más sistemático: aquí la erudición histórica está aplicada a arrojar luz, con ejemplos probatorios, sobre las tesis propuestas y para convalidar las leyes enunciadas. Del material histórico reunido se excluyó casi por completo el mundo de los primitivos. Para justificar esta exclusión, Mosca aduce dos argumentos: la menor credibilidad de los viajeros con respecto a los historiadores y la diversidad radical entre las sociedades primitivas y las sociedades históricas: "no se debe entender por sociedad una aglomeración de pocas familias, sino lo que comúnmente se llama una nación, un pueblo, un Estado". El mundo histórico en el que se mueve Mosca con mayor seguridad es el de la antigüedad clásica y el de la historia europea; pero no faltan referencias, cada vez más frecuentes con el pasar de los años, a los antiguos imperios orientales, a la India antigua y moderna, a la civilización del Islam, a la historia de las civilizaciones precolombinas o del Japón, de Afganistán o de Abisinia. Los momentos históricos esenciales para el estudio del desarrollo de las instituciones en una historia ideal, que va desde el Estado-ciudad de los griegos hasta el Estado representativo moderno, son la democracia ateniense, el Imperio romano, el régimen feudal, las grandes monarquías de la Europa continental, la formación de las instituciones representativas de Inglaterra, la democracia norteamericana.

Todo régimen tiene su clase política. En la transición de una época a la otra no cambia el hecho de que exista una clase política, pero sí cambia su calidad, su modo de composición y de formación, su organización. Partiendo, pues, del concepto central de clase política, la ciencia política se resuelve en el estudio, históricamente documentado, de los diversos tipos de clases políticas y de la relación que toda clase política establece con el_ resto de la población. Mosca no olvidó jamás, en el curso de sus reflexiones sobre la historia, este principio inspirador: por esto la mejor clave para entender su obra es interpretarla como una sustitución del concepto abstracto de Estado por el históricamente más concreto de clase política, como una reconsideración de los problemas tradicionales del Estado bajo el ángulo visual del grupo de personas que poseen el poder. En efecto, el primer problema que se le presenta es el relativo a las calidades que hacen falta para formar parte de una determinada clase política; y por cuanto observa que, en diversas épocas y según las diferentes sociedades, se requieren calidades diferentes, ·la primera clasificación que propone entre las distintas formas de regímenes es la que tiene como criterio el disímil carácter de la clase política, que puede ser el valor guerrero, la riqueza, el sacerdocio, de donde derivan tres formas de aristocracia: la aristocracia militar, la aristocracia del dinero y la aristocracia sacerdotal. Menos preeminente, al menos en las sociedades históricas, es la posesión de la cultura; pero como se ha visto, Mosca ambicionaba ·un Estado en el cual la cultura pudiese constituir el carácter distintivo de la clase política del futuro. A las tres formas de aristocracia, es preciso agregar, pues, para completar el cuadro, a la aristocracia intelectual, a condición de no olvidar que las tres primeras fueron formas históricas, y la última, una forma meramente ideal, ·una prefiguración de "la ciudad" futura.

Frente a estos nuevos criterios de clasificación cie las formas de gobierno ofrecidos por la teoría de la clase política, caían las clasificaciones tradicionales, de entre las cuales las dos más célebres eran la de Aristóteles (monarquía, aristocracia, democracia) y la de Montesquieu (monarquía, república, despotismo). Ambas habían cometido el doble error de mezclar caracteres sólo relevantes históricamente con ·caracteres esenciales, y de extraer el criterio, considerado sin razón como fundamental, exclusivamente del examen de la sociedad de su tiempo. Desde el punto de vista de la teoría de la clase política, todos los gobiernos están regidos por una aristocracia: pero hay minorías y minorías. La teoría de las formas de gobierno debía comenzar por la doble comprobación de que todos los regímenes son aristocráticos y de que no todas las aristocracias son del mismo tipo.

 

7. Los dos problemas a los que Mosca dedicó mayor atención fueron los de la formación y la organización de la clase política.

Respecto a la formación, puso de relieve dos tendencias constantes, una hacia la clausura y cristalización, otra hacia la apertura y la renovación. En la segunda parte de los Elementi, retomando el preámbulo de 1902, llamó a la primera "aristocrática" y a la segunda "democrática": a la tendencia de todas las clases políticas a hacerse hereditarias de hecho, cuando no de derecho, y por lo tanto a impedir un cambio aunque sea parcial del personal político, corresponde la tendencia contraria de las fuerzas nuevas a sustituir, por las buenas o· por las malas, total o ·parcialmente, a los grupos que están en el poder. La primera tendencia encuentra su principio de actuación en la institución de la herencia; la segunda, en la de la elección (con muchos límites, porque las elecciones pueden ser un canal para la renovación de la clase política sólo en el caso de que el cuerpo electoral no esté constituido por los mismos componentes de la clase política y las elecciones no sean manipuladas). Para quien quiera tener una noción exacta del transcurrir histórico, la más importante de las dos tendencias es, según Mosca, la primera: la otra ha sido siempre solamente un correctivo (útil, pero que debe adoptarse con cautela).

Desde el momento en que Mosca llamaba a la clase política una "minoría organizada", el problema de fondo para una teoría de la clase política se convertía en el de las formas y los modos de esa organización, donde por "organización" se entiende el complejo de los procedimientos empleados por los que pertenecen a la clase superior, para mantener la propia cohesión y ejercer su dominio. A las dos tendencias que presiden la formación (y el recambio) de la clase política, Mosca hace corresponder dos principios diferentes y opuestos de organización, que llamó respectivamente "autocrático" y "liberal" El principio autocrático es aquel en el· que se inspiran las clases políticas en las que: el poder se trasmite de arriba hacia abajo. El principio liberal (que sería más exacto llamar "democrático" si no fuese por la confusión con la tendencia opuesta a la aristocrática) es el principio opuesto, que practican las clases políticas en las que el poder se trasmite de abajo hacia arriba. Puesto que las dos tendencias relativas a la formación y los dos principios relativos a la organización no se superponen necesariamente, su combinación puede dar lugar a cuatro formas de gobierno: 1) aristocrático-autocrático; 2) aristocrático-liberal; 3) democrático-autocrático; 4) democrático-liberal.

Los tipos históricos de organización política en los que se detuvo Mosca en sus obras con particular insistencia, fueron la ciudad-Estado de la antigua Grecia, el Estado feudal, el Estado burocrático, el Estado representativo. En el capítulo III de la primera parte de los Elementi trazó los lineamientos fundamentales y las respectivas diferencias entre los dos tipos intermedios: mientras el Estado feudal se caracterizó por el ejercicio acumulativo de las principales funciones directivas por parte de las mismas personas y por la división en pequeños agregados autosuficientes, el Estado burocrático se señaló por la especialización de las funciones (separación neta entre la función militar y la administrativa) y por la formación de una clase dirigen le de funcionarios pagados con dineros públicos obtenidos por medio de impuestos. En la segunda parte de los Elementi, aunque vuelve sobre la distinción entre Estado feudal y Estado burocrático, Mosca desarrolló especialmente los otros dos lemas, el del Estado helénico y el del. Estado representativo. A estos dos lemas dedicó también su preámbulo romano de 1924, el último escrito teórico de cierto aliento, donde buscó mostrar que los principios organizativos e ideales del primero, no habían dejado de tener influencia sobre la actuación del segundo, en especial el principio de la libertad política, según el cual la ley debe emanar de la conciencia del pueblo al cual se aplica, o cuando menos de la parte mejor· del mismo. Pensaba (y lo repitió en muchas ocasiones) que la ciudad-Estado antiguo y el moderno Estado representativo expresaron dos épocas históricas en las cuales la humanidad produjo sus mejores frutos, alcanzando un grado de madurez superior al de otras épocas.

 

8. La teoría de la clase política de Mosca fue ciertamente una teoría realista; pero realismo no significa identificar groseramente el poder con la fuerza. Una cosa es afirmar que el poder pertenece siempre a una minoría; otra, extraer la conclusión de que el dominio de la minoría sobre la mayoría se resuelve en una relación de brutal sometimiento. Entre los procedimientos mediante los cuales la clase política organiza el propio poder (en efecto, se trata siempre de una minoría organizada, conviene recordarlo), Mosca otorga el máximo relieve a las que hoy se llamarían las técnicas del consenso. En efecto, concentra su atención, desde la primera obra, sobre el hecho de que toda clase política no puede menos que justificar su propio poder, apelando a valores supremos (Mosca habla de "principios abstractos") compartidos por el grupo. Mosca designa a este principio de justificación, que se encuentra en todo régimen, con una expresión poco clara, a decir verdad: "fórmula política'': La "fórmula política" es el conjunto de creencias aceptadas que le otorga a una clase política un fundamento de legitimidad, y que hace —y aquí empleo un término no mosquiano— de un poder de hecho un poder legítimo; esto es, de un poder que puede haber tenido origen únicamente en la fuerza, un poder que será obedecido no por el sólo temor sino también por íntimo respeto, Mosca habla en la Teorica de "justificación" del poder a través de un principio abstracto; y en la primera parte de los Elementi alude a la "base moral y legal" que una clase política le otorga a la posesión del poder, haciéndolo surgir "como consecuencia necesaria de las doctrinas y creencias generalmente reconocidas y aceptadas en la sociedad que ella dirige". En la Storia delle dottrine politiche escribe que "uno de los primeros resultados del nuevo método" fue la noción de lo que hacia 1883 se denominó "fórmula política", y explica que "en todos los países llegados a un grado aunque sea mediocre de cultura, la clase política justifica su poder apoyándolo en una creencia o de un sentimiento generalmente aceptados en esa época y en ese pueblo".

Con la teoría de la fórmula política, Mosca abrió un camino que pudo llevarlo lejos; pero sólo dio en él los primeros pasos. Mientras los problemas de la formación y de la organización de la clase política fueron continuamente retomados y profundizados por Mosca, la feliz indicación de la fórmula política quedó en sus varias obras en estado de una intuición no desarrollada. Se diría que la fórmula política es un aspecto del proceso general de racionalización de los elementos no racionales de la vida social que Pareto estudió sutilmente con el nombre de "derivaciones" en el Trattato di sociología generale; y, por su parte, Max Weber les dedicó a los diversos criterios de legitimación del poder y a los diversos tipos de poder legítimo una de las partes más célebres de su sociología política. Mosca, en cambio, no fue mucho más allá de la enunciación del problema y se limitó a recordar, cada vez que volvía sobre el punto, las dos fórmulas políticas más usuales y también más obvias (aunque no las únicas): la que justifica el poder haciéndolo derivar de la voluntad de Dios y la que lo justifica considerándolo como una emanación de la voluntad popular.

Aparte del interés científico de Mosca por el problema, es por demás evidente, en las pocas páginas que le dedicó, el intento declaradamente eticopolítico o ideológico (pero la palabra "ideología" no pertenece al léxico de Mosca) de mostrar que la soberanía popular es una fórmula política, esto es, un principio de justificación del poder, y que por lo tanto la teoría de la democracia no tiene base científica alguna: "... si nadie ha visto jamás el acto auténtico por el cual el Señor le otorgó facultades a ciertas personas o familias privilegiadas para regir por su cuenta al pueblo, un observador concienzudo puede también comprobar fácilmente que una elección popular, aun cuando el sufragio sea amplio, no es por lo común la expresión de la voluntad de las mayorías". El que una fórmula política no tuviese ninguna base científica quería decir que era un principio de justificación, no un procedimiento de explicación del poder: lo que no significaba que fuese también una "mistificación" (esto es, una falsificación intencional) o una "vulgar charlatanería" Correspondía a una necesidad real de la naturaleza social del hombre; al menos mientras no fuese instaurado —pero esta acotación es mía— el reino de la política científica.

 

9. De la tesis de que toda clase política expresa su principio de legitimación, no es lícito extraer la conclusión de que todos los regímenes son igualmente buenos. El realismo de Mosca no coincide con el criterio de reducir la política a mera fuerza; pero tampoco con una actitud de indiferencia ética frente a las diversas formas de organización política, ni tiene nada que ver con el disgusto paretiano frente a la incorregible locura de los hombres. Se entiende que hay modos y modos de tomar posición: está el modo del que asume criterios abstractos que prescinden completamente del estudio de la historia y ambiciona regímenes óptimos, sí, o sea irrealizables, o acaso realizables, sí, pero destinados a ser pésimos una vez realizados; y está el modo del que, habiendo aprendido la lección de la historia, que es una lección de modestia, de sabiduría y de desapacible verdad, ha llegado a encontrar un criterio, no ya para distinguir el régimen óptimo del pésimo, sino apenas para individualizar el mejor, o acaso solamente el menos malo. En este punto, Mosca introduce otro de sus principios cardinales: el de la protección jurídica. A través del principio de la protección jurídica, entra en la ciencia política un criterio para distinguir las formas de gobierno buenas de las malas. Conforme al espíritu del sistema, es un criterio realista, porque está o presume estar fundado sobre la observación histórica y se remite, no a valoraciones ideales de transformaciones radicales de la sociedad, incompatibles con la naturaleza del hombre, sino a valores medios y comunes, como el del máximo de orden compatible con el máximo de libertad.

Con una expresión muy lejos de ser feliz, que por lo demás abandonó en seguida, Mosca entiende por "protección jurídica" aquellos "mecanismos sociales que regulan la disciplina del sentido moral": se trata del amplio tema que las ciencias sociales tratan hoy bajo el rótulo de "control social". Si se entiende por "sentido moral" el freno espontáneo o provocado de los sentimientos egoístas, no hay ninguna sociedad que pueda sobrevivir sin preocuparse de formar, alimentar, conservar, el sentido moral en la mayor parte de sus componentes. A la búsqueda de esta finalidad concurren la religión y la organización separada o conjuntamente según las diferentes sociedades, pero con mayor eficacia, a juicio de Mosca, la segunda. Ahora bien, así como no todas las de organización política consiguen instituir una eficaz protección jurídica, las formas mejores o menos malas son aquellas en las cuales el sistema de la defensa jurídica alcanza con mayor aproximación el propio fin, que consiste en proteger al grupo social de los efectos destructivos de los comportamientos extraviados.

El mejor sistema de protección jurídica es, según Mosca, el que se funda sobre la presencia efectiva del mayor número de fuerzas sociales contrapuestas. Donde predomina una sola fuerza política las inclinaciones egoístas de la clase política terminan por predominar y dar origen a una de las tantas formas de regímenes despóticos. La disciplina del sentido moral en la que consiste la protección jurídica, como habíamos visto, es posible solamente donde los petitos particulares se frenan recíprocamente, confrontándose y oponiéndose. Es innecesario recordar que la idea inspiradora de este modo de caracterizar el buen gobierno es la teoría de la separación de poderes, formulada por Montesquieu. Pero puesto que las diversas fuerzas que deben tener campo libre para actuar, deben ser las representantes de las diversas fuerzas sociales que componen una determinada sociedad, la teoría mosquiana deI buen gobierno evoca también la teoría clásica del gobierno mixto. En efecto, Mosca se refiere explícitamente a la teoría del gobierno mixto en la primera y segunda parte de los Elementi; en la segunda parte, especialmente, después de haber descrito las dos tendencias (autocrática y liberal) y los dos principios (aristocrático y democrático), afirma que "la solidez de las instituciones políticas dependen de una oportuna fusión y contemporización de principios y tendencias diversas". En fin, en la Storia delle dottrine politiche concluye el libro, y a la vez el curso de su pensamiento, afirmando que "del estudio objetivo de la historia" se puede deducir que "los regímenes mejores", esto es, los que han tenido mayor duración y evitado las crisis violentas, "son los mixtos", o bien aquellos "en los cuales no prevaleció de modo absoluto ni el sistema autocrático, ni el liberal, y la tendencia aristocrática se vio atemperada por una renovación -lenta pero continua de la clase dirigente": Resumiendo los caracteres principales del buen gobierno, Mosca se remite en este pasaje al capítulo V de la primera parte de los Elementi, donde había considerado como condiciones fundamentales para obtener una protección jurídica cada vez mayor la separación del poder laico del eclesiástico, así como la separación del poder político, tanto del económico como del militar.

 

10. Con el reconocimiento de la bondad del gobierno mixto, interpretado como régimen de equilibrio entre las diversas fuerzas sociales, Mosca se encaminó poco a poco hacia un juicio cada vez menos severo del gobierno parlamentario. la evolución del pensamiento de Mosca está estrechamente ligada a las distintas actitudes asumidas frente al régimen parlamentario en las diversas épocas de su vida.

En la Teorica, la crítica feroz al gobierno parlamentario terminaba con la profecía de que semejante forma de gobierno no podía durar "de ningún modo" Pero en la conclusión de la primera parte de los Elementi, donde individualizaba en el estado mixto la antítesis de toda forma de gobierno despótico, aquella profecía aparecía trastocada: ahora, de la caída del gobierno parlamentario se derivaría una irreparable "ruina moral". Era, pues, claro que el gobierno parlamentario había venido identificándose a sus ojos con la única forma posible de gobierno mixto en la sociedad moderna. Y en efecto, poco después se lee: "Resulta innegable que el sistema representativo da a las múltiples fuerzas sociales la manera de participar en el régimen político, controlando y limitando la acción de otras fuerzas sociales, esto es, de la burocracia". Una verdadera palinodia entona Mosca en la segunda parte de los Elementi. donde, a propósito de un explícito reconocimiento de la adecuación del sistema representativo a las "condiciones de la civilización del siglo que lo ha visto nacer y vivir", quiere advenir al lector que desde la época de la Teorica, sus ideas se habían "modificado bastante". Aun admitiendo los inconvenientes del sistema, confesó que "un mayor conocimiento de la historia y una mayor experiencia de la vida" lo habían vuelto más indulgente con un sistema que no podía quedar incontaminado "por las infaltables debilidades morales e. intelectuales de la naturaleza humana". En el momento final, cuando expone una conclusión llena de sombrías previsiones de futuro (no se olvide que esta segunda parte aparece en 1923), habla categóricamente de la "gran superioridad de los regímenes representativos", que ha permitido la constitución de una "forma de Estado muy fuerte", la cual, ha canalizado inmensas energías hacia fines de interés colectivo, sin dañarlo ni suprimirlo, y en cambio imprimiéndole una vitalidad que le permitió obtener grandes resultados en las. ciencias, en las artes y en la producción de la riqueza, Y concluye: "Se puede, pues, afirmar casi con seguridad que, si durante la época que ahora entra en su ocaso, los pueblos de la civilización europea han podido mantener su primacía en el mundo, ello se debe en máxima medida a los beneficiosos efectos de su régimen político".

De esta conclusión teórica extrae las consecuencias políticas dos años después, en el Senado, cuando pronuncia "con una cierta vacilación, que encuentra su justificación en la gravedad del argumento", el discurso de oposición al proyecto de ley sobre las prerrogativas del jefe de gobierno. En este discurso dice solemnemente que, frente a las "exequias de una forma de gobierno", no habría pensado jamás en "tener que ser el único en hacer el elogio fúnebre del régimen parlamentario". Y después, cuando el régimen representativo en Italia fue extinguido en 1926, Mosca, respondiendo a una indagación de la Unión Interparlamentaria en 1928, formuló un elogio abierto de dicho régimen, donde no ocultaba su lamento y su nostalgia por la gran época cuyo desarrollo había sido acompañado y secundado por el florecimiento y luego el hundimiento de los parlamentos. Pero no era un elogio fúnebre, porque lo animaba la fe en una superación de la crisis. El futuro estaba amenazado por graves perturbaciones que llevaban a la restauración de nuevos regímenes despóticos a través de la dictadura burocrática, o la colectivista, o la sindical. Pero la salvación radicaba, no en execrar el sistema que había sido "un título de honor y de gloria para el siglo diecinueve", sino en corregirlo tomando en cuenta la experiencia histórica.

 

11. Si Mosca terminó por aceptar el régimen parlamentario, en cambio continuó refutando enérgica y obstinadamente la democracia, tanto formal como sustancial. Los reconocimientos cada vez más calurosos, como hemos visto, a las ven tajas de las instituciones representativas, no obstaron a una insistida crítica al sufragio universal, acusado de ser el principal responsable del descenso del nivel cultural e intelectual medio de los diputados. El voto era para Mosca no un derecho, mucho menos un derecho natural o innato, sino una función: como tal, debía ser atribuido sólo a quienes tuviesen capacidad para ejercerlo. Se opuso a la reforma electoral de 1912, que extendía el derecho al voto también a los analfabetos que hubiesen cumplido treinta años, por entender que ello habría terminado por estimular, junto con la ignorancia y la incompetencia en el cuerpo electoral el predominio de las corrientes extremistas sobre las más moderadas. Condenó por anticipado la misma extensión en las elecciones administrativas, donde el daño habría sido todavía más grave. Aceptó en 1919 la introducción de la representación proporcional, pero sólo por razones de moralización interna del sistema, Se rindió ante la institución del voto popular sólo cuando no era ya posible dar marcha atrás; pero siempre lo consideró un error fatal, hasta en sus últimos escritos, porque implantaba las premisas para la inestabilidad del régimen, que todos lamentarían. Teóricamente, la culpa se ha adjudicado a Rousseau, que había elevado a la categoría de "verdad indiscutible" el falso mito de la soberanía popular. Había dos modos de condenar a la democracia: proclamar su injusticia o demostrar su falsedad. Mosca utilizó ambos, según las circunstancias. Pero como buen científico político prefirió el segundo, que le permitía dar una prueba de la fecundidad del método científico: la democracia, además de ser un desastre, era también un error.

La mayor culpa de la democracia formal era la de haber franqueado el acceso a la democracia sustancial, que no solamente modificaría el sistema, sino que lo trastornaría por completo. Bajo el nombre de "democracia social", Mosca combatió las diversas formas de socialismo, desde el reformista hasta el revolucionario, en especial el sindicalismo, portador de un nuevo feudalismo y, por lo tanto, de la disgregación de la unidad del Estado. Vio en el triunfo del colectivismo el peligro de una nueva tiranía todavía más dura que la concentración del poder económico y político en una clase restringida de gobernantes.

La polémica contra la democracia social se desenvuelve paralelamente a la crítica del materialismo histórico, que cree en una justicia absoluta que no es de este mundo, y presume que la reforma de las instituciones puede modificar radicalmente la naturaleza humana; en otras palabras, que la reforma económica traerá como consecuencia una reforma moral, cuando nada de esto aconteció en el único régimen en el cual esa teoría tuvo un comienzo de aplicación. En .la conocida entrevista concedida a Mario Calderoni para el Regno, en 1904, Mosca declaró que era antidemocrático pero no antiliberal; más bien, que era contrario a la democracia pura, precisamente por ser un liberal. De ese modo, sabemos que Mosca entendía por liberalismo aquella concepción del Estado según la cual el mejor antídoto contra, el despotismo es la multiplicidad de las fuerzas que se contraponen, y que la mejor forma institucional es el régimen representativo. En cambio, Mosca veía en la democracia al régimen que, a través de la participación de las masas en el poder político, terminaría por hacer triunfar una fuerza política única y apresurarlo que fue llamado en el período entre las dos guerras, la era de las. tiranías. Frente a los nuevos problemas que imponía la transformación de la sociedad industrial a los rectores lúcidos de comienzos del nuevo siglo, Mosca adopta la postura del que vuelve los ojos hacia atrás con la esperanza de encontrar, en el largo camino recorrido, una buena razón para detenerse.

 

12. Gaetano Mosca fue un conservador tenaz, intransigente e incorregible. Perteneció a la categoría de aquellos que se retrajeron horrorizados frente al "gran miedo" de la revolución social, que traería nuevas clases al poder, y prestó toda su fe al mantenimiento indefinido del sistema que hizo próspero y feliz al "glorioso" siglo XIX. Pero no quedó totalmente enceguecido por el terror de aceptar la restauración mediante la violencia. Al igual que Croce, con el que tuvo muchos rasgos comunes, fue a la vez un conservador y un liberal: creía que la libertad había alcanzado su momento de esplendor en la sociedad europea que había tenido su epílogo trágico con el estallido de la primera Guerra Mundial; y que desde entonces había comenzado un periodo de decadencia de la vida civil, para el cual no había otro remedio que un humilde y paciente retorno a los orígenes. Evitó las previsiones catastróficas sobre la decadencia de la civilización, a las que sucumbieron en los años veinte los profetas de la crisis, sólo porque se sentía/tan arraigado en el mundo de ayer, que no podía creer que no se prolongara, pasada la tempestad, en el mundo de mañana.

Por haber repetido a menudo, especialmente en las introducciones a sus diversos libros, que había buscado dominar la pasión política para escrutar las cosas en su nuda y cruda realidad, sus obras están impregnadas de una fuerte concepción personal de la historia y en general del destino humano. La teoría de la clase política no es en sí misma una teoría conservadora: que las minorías guían y-las mayorías son guiadas, maniobradas, manipuladas (aun en los más perfectos sistemas democráticos) es un hecho: y los hechos no son ni conservadores ni progresistas. Pero sí es una expresión de mentalidad conservadora el modo como Mosca toma posición frente a los problemas de la formación, la composición y la organización de las clases políticas, vale decir frente a los problemas en los cuales se hace relevante la diferencia entre mentalidad democrática y mentalidad aristocrática: su ideal no fue por cierto una aristocracia hereditaria, pero no creyó en las ventajas de su completa abolición; no rechazó el recambio de la clase en el poder, pero lo quiso lento, gradual y acaso controlado desde lo alto. Aceptó el método electoral, pero exigió que estuviese limitado a una clase restringida. Por lo demás, es cierto que la teoría de la clase política no es por sí misma una ideología, por ·el hecho de que parece concordar tanto con una ideología democrática como con una ideología revolucionaria, y acaso con ésta en medida mayor; pero es necesario no olvidar que se sirvieron de ella escritores conservadores y que fue utilizada en su nacimiento con intentos declaradamente antidemocráticos (empezando por el propio Mosca).

He aquí algunos rasgos característicos del conservador Mosca: antes que nada, un no encubierto, sino abiertamente profesado pesimismo antropológico, que le hacía ver en el hombre una mezcla de bien y de mal con un predominio del mal sobre el bien, y lo llevaba a juzgar con mal reprimida irritación las teorías iluministas (una vez más el gran antagonista, ¡Rousseau!), que creían, en la bondad natural del hombre; una concepción estática de la historia, que ponía el acento más sobre lo permanente que sobre lo mutable, y que lo hacía ser incrédulo frente a los proclamados cambios (uno de sus dichos preferidos era "desde que el mundo es mundo..."), desconfiado hacia los reformadores, hobbesianamente hostil a las "crisis violentas" (otra de sus expresiones características) que harían a la sociedad presa de la anarquía; un sentido augusto de la validez de las tradiciones, de las prescripciones históricas, de las costumbres entendidas pascalianamente como una segunda naturaleza, donde el pasado es bueno por el solo hecho de ser pasado, por lo tanto consolidado, certificado, inmodificable, y de ese modo cierto, en contraposición con el futuro incierto y tempestuoso; en fin, un sentido profundo de la complejidad de la historia, de ese nudo acaso inextricable de pasiones y movimientos humanos que es la lucha política, que hace no sólo condenable sino peligrosa y criminal a toda teoría que, proponiendo explicaciones unitarias y unilaterales, y en definitiva demasiado simplistas, favorece el espíritu de rebeldía veleidosa, el utopismo superficial, provoca desastres irreparables, destruye sin colocar luego las bases para construir.

 

13. Conservadurismo y realismo político se dan la mano con frecuencia: no debe sorprender, pues, que Mosca haya sido a la vez conservador y realista. Si bien en este lugar interesa el segundo y no el primero, esto es, el científico y no el político, no es descaminado recordar que los estudios políticos siempre han extraído su alimento más de la observación, a veces despiadada, de los conservadores, los cuales tienen ojos sólo para el pasado, que no de las construcciones de los reformadores, que teniendo la mirada fija en el porvenir, no advierten a menudo dónde ponen los pies. Los reformadores se atribuyen la tarea de denunciar los males de la historia presente y pasada, pero el gran tribunal que será después la historia futura, se encarga a menudo de demostrar su error: la historia ha sido más frecuentemente un cementerio de ilusiones que una cosecha de buenos propósitos. Mosca lo sabía bien, y pensó y actuó en consecuencia. Nos interesa más el Mosca realista que el Mosca conservador, porque su pasión dominante, como hemos visto en las primeras líneas de esta introducción, fue el estudio científico de la política. Cuando se haga un balance del activo y del pasivo se reconocerá que Mosca le dedicó a este estudio una contribución que constituye todavía hoy un patrimonio no del todo extinguido: no es una exageración decir que el desarrollo de la ciencia política contemporánea comenzó con la teoría de la clase política. Utilizada por Michels para sus investigaciones sobre los partidos políticos, búsquedas que gozan de renovada fortuna, dicha teoría se sumó a los estudios sobre el poder de Harold D. Lasswell y a la denuncia de las élites en el poder de Wright Milis, a través de la traducción norteamericana de los Elementi, completada por Arthur Livingston (1939). Con esto no se quiere decir que la teoría de la clase política pueda ser todavía hoy aceptada tal como Mosca la formuló: fue un embrión, no un cuerpo totalmente formado, con esqueleto, músculos, sangre. Pero aun en esa forma rudimentaria, representó una ruptura. con el pasado, ayudó a que los estudios políticos realizaran la transición desde el doctrinarismo abstracto al análisis de las fuerzas reales, y expresó un núcleo de verdad, que no ha cesado de dar nuevos frutos. Ante el renovado interés por la ciencia política en Italia —interés tardío y sin embargo combatido por los idola theatri duros de morir—, la obra de Mosca merece ser nuevamente divulgada y releída.

 

Turín, junio de 1966

NORBERTO BOBBIO

 

 

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