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2022 Dic 31 La inevitable responsabilidad de la UNAM. Julio Faesler.

Como cientos de miles egresados de la UNAM, no estoy dispuesto a perder la respetabilidad de esa institución, tesoro nacional.

Plagiar un texto para simular la investigación que requiere una tesis académica demuestra, además de desprecio a la seriedad institucional, la perversa intención de usar el ardid en un camino de engaños de un ejercicio profesional.

Ocultado el hecho que permitió a una estudiante escalar la carrera judicial hasta la cima y ostentarse como ministra de la Suprema Corte es otra muestra de la criminal pasividad que adolecen muchos de los que integran las instituciones en México.

Es claro el perfil de la decisión que obliga a la autoridad de la UNAM, institución capital de nuestra cultura, que hunde sus raíces en el siglo XVI y es señero símbolo de la fusión hispanoamericana que heredamos. En confirmar la inconfundible coincidencia de textos de las cuestionadas tesis y su inevitable consecuencia administrativa está la dignidad de todo el concepto universitario. La razón de ser de la institución está en juego.

Hacer lo contrario validaría el mal obtenido título de licenciada en derecho y que la UNAM fuera acusada de burguesa, adversa al pueblo sabio, como ha sucedido con otras instituciones despreciadas por López Obrador. Se abriría cauce al gobierno de insistir en el extraño y truncado programa reforma educativa que pretende imponer.

Una vez más, la UNAM debe dar ejemplo de claridad y honestidad académica. Su historia incluye la lucha que dio por la autonomía en 1929 y en 1933 por libertad de cátedra, es su respaldo.

No es el momento de una cautelosa opinión. La posición firme es la que exige la coyuntura. El país está en peligro por el plan de transformación, cruda obsesión de López Obrador, que carece de diseño y coherencia. Sus frutos están a la vista: aumento de la violencia y una corrupción general de incontenible avidez de los que rodean Palacio Nacional. Una desmedida ambición supera a las generaciones políticas anteriores.

Coincidente con lo anterior, se han vaciado o destruido entidades que, con todo y sus defectos, servían a los objetivos que justificaron su creación. Una mansa aceptación general que, pasiva, sufre el ensayo de transformación sin método que drena nuestro potencial.

Las cosas seguirán igual que el año que termina. El gatopardismo continuará con los engaños que el oficialismo receta. La ciudadanía parece acomodada a que las cosas así son y a cada uno le toca en suerte nadar como pueda en una cisterna hedionda hasta las elecciones del 24. Muchos dudan de un cambio. La oposición se ve débil. Las mayorías reblandecidas por dádivas oficiales que mitigan inquietudes. Al gran empresariado le sobran defensas para proteger sus intereses. El pequeño se atiene a su guadalupana suerte. Los políticos de profesión cambian de lealtades siempre negociables y aprueban presupuestos para mantener los privilegios de su líder.

La falta de garantías y la inexistencia de un Estado de derecho es un pretexto favorito. Pero lo fundamental está en la corrupción de la psique nacional enraizada desde mucho antes del sacrificio esperanzador de 1910 y que hace que el modo normal de vida sea aprovechar toda oportunidad para enriquecerse.

Contra la fragilidad de una esperanza para 2023 hay, sin embargo, una buena cantidad de organizaciones sociales que trabajan calladas y entregadas a remediar las dolencias cotidianas de los abandonados del gobierno. Sin anuncios ni propaganda atienden desinteresadamente los huecos en los programas oficiales fallidos en áreas de salud, educación y seguridad. Patéticamente limitados de recursos son los baluartes que defienden los valores nacionales desatendidos.

El escenario nacional de desorden oficial hace importante que la UNAM dé la importante señal de no perdonar el plagio, que AMLO calificó como “incidente de juventud” de Yasmín Esquivel, es indispensable para conservar el respeto que necesitamos para que el país recupere sus estructuras hoy dañadas. Pero, si se deja pasar este momento para afirmar la solidez de las instituciones universitarias, se habrá contribuido a hundir más a México en el marasmo actual que la 4T proyecta como el “humanismo mexicano”.

Hoy, más que nunca, la crisis actual de confiabilidad requiere que el faro de la Universidad Nacional Autónoma de México anuncie su decisión inequívoca para arrojar luz sobre el camino que debemos reemprender en honestidad y democracia.

 

Tomado de: Excelsior