By using this website, you agree to the use of cookies as described in our Privacy Policy.

2024 Ago 28 Tristeza. Armando Fuentes Aguirre.

Estoy triste. No se me tome a mal esta declaración. Parece cosa impropia, de un editorialista, dar a conocer públicamente, esos que en otros ámbitos más líricos, se llamarían “los sentimientos de su corazón”.

Pero mis cuatro lectores son tan cercanos a mí, y tan bondadosos, que no dudo en compartir con ellos mis desolaciones y mis alegrías. Estoy triste porque veo que se derrumba la casa en que nací y donde he vivido y espero morir: México. La está destruyendo un hombre con delirios de grandeza rodeado de una corte de vasallos que en el fondo saben que las medidas que el caudillo dicta atentan contra la Nación, pero no se oponen a ellas por interés personal, y aun las aplauden servilmente. Desoyen, o escuchan con desdén, las voces razonables que se oponen a esas aberraciones, causantes de la ruina del país. Por eso miro con tristeza el aplastamiento de la Constitución, la defenestración de las instituciones autónomas, el trono en que se sienta el prepotente dictador sobre los escombros de la República. No hay hipérbole ni melodrama en lo que digo. Hay realidad. Lo admiten en secreto incluso los más untuosos aduladores del cacique. No ignoran que México va rumbo al abismo, y que en el próximo sexenio el autócrata seguirá mandando sobre la mandataria, atada por los dispositivos que urdió ese hombre, López Obrador, para seguir ejercitando su poder: la revocación de mandato y la amenaza de las fuerzas armadas, que no pertenecen ya a la patria, sino al hombre de la 4T, quien se adueñó de ellas otorgándoles corruptoras dádivas y concesiones fuera de la ley. De ahí mi tristeza, más propia de mi edad que la rabia o que la indignación. Muchas cosas le ha robado AMLO a este país: la democracia, la legalidad, el orden, la seguridad, la protección a la salud de sus habitantes, el derecho de los niños y jóvenes a una buena educación. A mí me ha robado la esperanza en un México mejor para mis hijos y mis nietos. Me ha arrebatado también una vejez tranquila, pues los días que me quedan serán ensombrecidos por ese maximato que ya nada ni nadie puede disfrazar. Estamos viendo el fin de la nación. Su ruina se consumará en septiembre, cuando la corte del monarca apruebe en el Senado la desquiciada iniciativa para hacer de la judicatura un zoco populista al servicio del Ejecutivo y de los delincuentes. Uno de sus pedestres cortesanos dijo que la reforma judicial es un regalo que le dan a López. Lo que en verdad le están entregando es el país. ¿No tengo entonces motivo para la tristeza?...

[…]

 

Tomado de: cuartopoder