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2025 Abr 21 Las casetas de cobro: pagar y callar. Leonardo Curzio.

Los sistemas administrativos dicen más del gobierno que todos los discursos
Los países, como las personas, tienen mil maneras de verse. Tienden —por aquello de la autocomplacencia— a elegir su mejor cara y deducen que, puesto que el espejito de la vanidad les sugiere ese rostro seductor y sonriente, resolutivo y encantador, que así los ve todo mundo y casi nunca es así. Los gobiernos, tan proclives a la autoexaltación, suelen hablar de sus logros como si en realidad fuésemos el mejor país del mundo y ante la pasividad ciudadana (nadie se queja, salvo algún periodista) creen que hay una aceptación tácita del nivel de desempeño. Pero, más allá de una mirada autorreferencial, los sistemas administrativos, que son la esencia del gobierno, dicen más de ellos que todos los discursos y todas las mañaneras juntas.

En mi opinión, lo que mejor refleja la esencia profunda del gobierno mexicano no es la impunidad (del 93%) ni la cobertura del sistema de salud (la PEA somos 60 millones y 23 millones tienen IMSS). Ambos son sistemas sobrecargados y con pocos recursos. Lo que mejor retrata a la administración son las casetas de cobro de las autopistas. De forma sintética, diríamos que son un espacio casi irreformable, de palmaria ineficiencia y de alta recaudación.

Todo el modelo de gestión está pensado para que el gobierno garantice su cobro. No importa que el automovilista, el camionero o el transportista tengan que hacer largas colas, que haya pocos servicios y limitadas áreas de descanso; lo único que está claro es que los usuarios tendrán que pagar. Han pasado años, gobiernos van y vienen, pero lo único que han sabido hacer es actualizar la tarifa. Algunos han cambiado el color de los letreros, pero el sistema sigue siendo pésimo porque no está enfocado al cliente. La tecnología disponible, que en muchos países ha resuelto las largas colas, particularmente en los periodos de altísima afluencia, en México se usa de manera discontinua y en muchos casos selectiva. Cuando llegas a una caseta, como la de la muy frecuentada autopista México-Toluca (que por cierto tiene casi 40 años y no han logrado hacer de ella una vía eficiente), la llegada a la zona de peaje es lo más parecido a una atracción de feria. No hay nada en ella que permita despertar orgullo de que en México la tecnología se aplica para mejorar la experiencia del usuario.

Debo reconocer que (por lo menos) la propaganda oficial se abstiene de proclamar que tenemos mejores carreteras que en Alemania, porque no solamente no es cierto, sino que en Alemania se pagan con los impuestos. Aquí en México pagamos impuestos y además pagamos peaje de autopistas que tienen 50, 60 o 70 años y que han sido ya ampliamente amortizadas. Pero las vías de comunicación siguen siendo para el gobierno una fuente de financiamiento noble y poco complicada. El mexicano está acostumbrado a pagar, por tanto, no siente que cada viaje a Cuernavaca sea un impuesto injustificado. Tampoco estamos acostumbrados al buen servicio y salvo en los periodos vacacionales donde vemos las terribles colas, recordamos que tenemos una administración pública que está pensando en muchas cosas menos en resolver los problemas de la gente, o ser más eficiente en su procedimiento. Si fuesen gestionadas por ingenieros, hace mucho que alguno de ellos hubiese rugido: ¡no le podemos hacer esto a la gente cuando les cobramos tanto! Los políticos repiten: el pueblo “es mucha pieza”; pero asumen que está hecho para esperar, pagar y callar.

Analista. @leonardocurzio

 

 

 

 

Tomado de: El Universal