La renuncia de Huerta. Mario Ramírez Rancaño
Es probable que después del fracaso del general José Refugio Velasco para contener a Francisco Villa y a sus huestes en Torreón, y la invasión americana a Veracruz en abril de 1914, que Huerta considerara que todo estaba perdido, y que era necesario tomar sus precauciones. El ejército federal estaba totalmente desmoralizado, incluso una parte en desbandada, y como hormiguitas, parte del personal político abarrotaba las terminales ferroviarias en la ciudad de México para dirigirse a Veracruz, y Puerto México, y luego a Europa, a los Estados Unidos y Cuba. Día con día se registraba una suerte de diáspora. Lo importante era evitar caer en manos de las avanzadas constitucionalistas. Ante semejante panorama, qué le quedaba a Huerta. La respuesta es nada o casi nada. La revolución constitucionalista avanzaba triunfante del norte al centro de la República, y con Veracruz invadido por tropas de los Estados Unidos, la tragedia no tenía parangón. Huerta tenía dos opciones: ponerse al frente del ejército federal y encarar al ejército constitucionalista, o bien, francamente tirar el arpa y huir del país.
Para arruinar el cuadro, desde meses antes, hubo incidentes que fueron minando su carácter y temperamento hasta doblegarlo. Al iniciarse la segunda semana de noviembre de 1913, circuló en Washington la noticia de que una persona desconocida había intentado asesinarlo. De inmediato la noticia fue desmentida y para demostrar que estaba sano y salvo, Huerta apareció en público.1 Ciertos o falsos, tales rumores persistieron. A finales de mayo de 1914, ahora sí, Victoriano Huerta estuvo a punto de ser asesinado. Al transitar en automóvil rumbo a su casa ubicada en la calle de Popotla, en Tacuba, tres individuos lo esperaban parapetados en una zanja ubicada al lado de una calzada, con sus respectivos rifles cargados. Al visualizar su automóvil, le dispararon. Por fortuna, ninguno de los tiros hizo blanco y el automóvil continuó su marcha como si nada hubiera sucedido. Detrás del vehículo del general Huerta, iba el del general Ignacio A. Bravo, comandante militar de la ciudad de México, quien detuvo su automóvil, y acompañado por un ayudante, descendió a la zanja. Como los asaltantes habían agotado todos sus proyectiles, no pudieron defenderse y se entregaron sin hacer resistencia. Naturalmente que hubo un severo correctivo. Minutos más tarde, un piquete de militares disparó sobre los tres desdichados que atentaron contra la vida de Huerta (García Naranjo, s.f.: 308-309). La noticia no apareció en la prensa ni tampoco hubo reacción oficial alguna. Pero hubo más. Un cable fechado el 4 de mayo de 1914, difundido en Londres, aseguraba que el mismo día que las tropas americanas ocuparon Veracruz, Huerta había dimitido alegando que su situación se había tornado insostenible. Puesta a consideración del Consejo de ministros, la renuncia fue rechazada por no considerarla oportuna ni necesaria. Huerta aceptó permanecer en el puesto a condición de que, llegado el momento, Inglaterra le diera un salvoconducto, y lo admitiera en uno de sus buques para salir del país. El mismo cable informó que era falso que Huerta se hallara agotado y deprimido moral y físicamente, y que hubieran estallado manifestaciones multitudinarias en la ciudad de México en su contra. Como sucedió en otras ocasiones, se dijo que el presidente recorrió la ciudad, sin escolta de por medio, y luego almorzó en uno de los restaurantes más lujosos. Al ser visualizado, la muchedumbre lo aclamó con entusiasmo.2 Pero los rumores alarmantes continuaron. Un cable procedente de París, difundido en la península ibérica, afirmó que había sido descubierto otro complot en la ciudad de México destinado a asesinarlo al igual que a Aureliano Blanquet, a bombazos. Con esta fórmula letal, nadie escapaba con vida. Las autoridades se enteraron a tiempo, y detuvieron a once personas, entre ellas un diputado.3 Tampoco este atentado, si es que fue cierto, se difundió en México
Notas:
1 “La situación en México”, en La Correspondencia de España, Madrid, 9 de noviembre de 1913, p. 3.
2 “Figuras de la guerra. Pancho Villa”, en ABC, Madrid, 5 de mayo de 1914, p. 15.
3 “La situación de México”, en ABC, Madrid, 15 de julio de 1914, p. 16.
En: Victoriano Huerta y sus correligionarios en España 1914-1920. Mario Ramírez Rancaño.