1912 El militarismo, sus causas y remedios. Daniel B. Hidalgo.
El militarismo es el conjunto de vicios sociales y políticos que mata a los pueblos más robustos, ahogando en sus manos todas las virtudes que engrandecen a una nación o a una raza; el militarismo vale tanto como criminalidad, delincuencia, violencia, robo, ignorancia y servilismo; es la escuela del crimen según afirma Hamon. Es la intromisión de los individuos de sable y fusil en todas las funciones del Estado; es la influencia salvaje y corruptora del cuartel en el hogar, en la escuela y en las calles. En política, el militarismo, es tiranía, imposición, ruptura de la Constitución y de las Leyes, traición con los principios que proclaman sus mismos representantes y traición con los derechos de la Patria; es guerra civil, fuente de infinitos males según nos lo prueba la Historia de un siglo de vida anárquica, y la experiencia amarga que todos los ecuatorianos palpamos frecuentemente; es la causa inmediata y directa del estancamiento nacional en más de un aspecto.
En economía, el militarismo, es bancarrota para el Estado y miseria para los asociados, es descrédito en el exterior y peculado, agio, explotación y robo de los funcionarios públicos en el interior; es desequilibrio del presupuesto nacional, aumento de gabelas e impuestos, dando por resultado, la muerte de las poquísimas industrias que han nacido en el Ecuador y el aniquilamiento de su comercio incipiente y anémico por falta de numerario y de confianza pública, que son los factores principalísimos de su desarrollo; es aumento de la ociosidad, porque los cuarteles, tales cuales son en la actualidad, no pueden desarrollar sino la ociosidad, la corrupción y el vicio y como esta gente de cuartel da de su abundante contingente la mayoría de los candidatos para toda clase de empleos y cargos públicos, una vez, que los soldados del militarismo están encaramados en los cargos y empleos llevan consigo necesariamente el sello de su espíritu y psicología; finalmente, es la protección del parasitismo elevado a sistema, porque sustrae al trabajo abundantes fuerzas y energías que deben ser utilizadas, porque secan innumerables fuentes de riqueza impidiendo su incremento; porque engendra la injusticia en la distribución del banquete de la vida, prodigando cuantiosos sueldos, muy por encima de su justo precio por el trabajo ejecutado, y en cambio, usurpa, ésta es la palabra, lo que según justicia les corresponde a los que mojan de sudor su frente y encallecen sus manos con el verdadero trabajo. El militarismo es por ésta y por otras muchas razones el enjambre de zánganos que se alimentan con el producto del trabajo de la colmena de abejas que forman el resto de las gentes.
El militarismo es un mal moral, porque como dijimos ya, repitiendo el pensamiento de un gran escritor, es la escuela del crimen. La estadística rudimentaria de nuestro país, como también, las de otros países que se encuentran en un estado más o menos igual al nuestro y, hasta la de pueblos cultos, como las de Alemania, Francia, etc., demostrando están, con hechos elocuentes, que el militarismo ilustrado de la vieja Europa y el militarismo estúpido e ignorante de nuestras minúsculas Repúblicas, son los que más criminales dan para turbar la tranquilidad pública, quedándose la mayor parte de las veces, en la impunidad horrendos crimines que, de haber verdadera justicia, sus autores irían, irremisiblemente, a poblar las oscuras celdillas de un presidio. El militarismo rompe con sus escándalos frecuentes la seguridad pública y da al traste con la justicia; es desigualdad social, porque el soldado, aun aquel medianamente ilustrado, y más aún, el nuestro que es literalmente analfabeto, se cree que pertenece a una clase privilegiada distinta de la de los demás, influyendo decididamente en formar en los oscuros espíritus del soldado esta convicción absurda, su traje de dorados y vivos muy distinto del sencillo usado por los paisanos, y porque se creen que tienen derecho a que se les alimente, opíparamente, con los dineros producidos por el trabajo laborioso de los demás, siendo como son los zánganos de toda sociedad; es un mal, porque del militarismo es la violencia, el escándalo, la brutalidad: porque con sus actos de paisanos como si el lobo se pusiera piel de cordero, han destruido imprentas, han apaleado a periodistas o a ciudadanos pacíficos por ser enemigos del régimen imperante. Ellos, locamente, han querido cerrar los labios de ciudadanos altivos para que no digan al mundo la verdad, ellos los que han querido dar un círculo de hierro, para que dentro de él, en una larga noche se agite el pensamiento que no tiene límites que circunscriban su actividad. Los soldados son los que unidos con el clericalismo han querido avasallar las conciencias.
Pero en lo que se refleja, claramente, el militarismo, con todo de manifestarse siempre y donde quiera que se le considere con signos bien distintos respecto de los cuales es imposible equivocarse, es en las guerras civiles. Nuestros países, a más de ser incipientes son muy pobres, y esto constituye el origen de muchos de nuestros males, de aquí que debemos considerar la base, causa y condiciones que producen un hecho, antes de estudiarlo en sí mismo. Así, pues, el militarismo tiene, a mi ver, como principal causa, sin ser la única, — varias lo generan — la cuestión económica, es decir, la pobreza generalmente extendida en las capas sociales, que a su vez se origina por varias causas.
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