2021 Ene 31 No sólo de pan… De heroísmos. Yuriria Iturriaga.
Hace unos días conocí un sentimiento insospechado: el que sacude el pecho de soldados desconocidos cuando parten a una batalla pensando: mi vida sirve a unos cuantos que me quieren, pero la vida de mi líder es fundamental para millones de personas y de generaciones futuras”.
Por fortuna, hoy este sentimiento ya no es trágico y, en cambio, me permite dimensionar el ideal que me mueve y sostiene en esta coyuntura de la 4T, donde, si bien ha comenzado el ciclo de posibilidad de una revolución contra el hambre, nuestro Presidente todavía no sabe cómo hacerla, asesorado como está por actores formados en el espíritu de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, y sostenidos por la aplastante mayoría de agroespecialistas en monocultivos y furiosamente opuestos a los modestos policultivos. Cuando que estos últimos son imprescindibles para el futuro de la humanidad, tal como están demostrando en varias partes del mundo desarrollado, y lo han demostrado pueblos resilientes contra el empobrecimiento y la marginación a los que han estado sometidos.
Lo hemos escrito aquí repetidamente, pero todavía no habíamos dicho que simultáneamente al proceso de ir acabando con el hambre y la malnutrición en nuestro campo mexicano, por el sólo hecho de recuperar las milpas habría un proceso virtuoso de redignificación de esta labor discriminada durante medio milenio y, ¡atención!, este proceso permitirá a la clase campesina erigirse como un nuevo poder de la democracia. Un poder que la 4T necesita para afianzarse en la historia.
Porque, si se van eliminando las prácticas del monocultivo mecanizado y sostenido con base en químicos, cuyos productos son sólo mercancías con toda la carga de este concepto (indiferente el producto, precio sometido a leyes de oferta, demanda, acaparamiento y especulación en mercados internacionales donde el margen de ganancia engorda a los capitales) y los productores son sólo asalariados cuya plusvalía engorda al capital y cuyos salarios compran los comestibles no alimenticios del mismo capital y, en cambio, se apoya y alienta el regreso de los productores a la práctica de los policultivos, no sólo éstos y sus familias obtendrán una alimentación suficiente, sana y de calidad, como garantiza el artículo 4 constitucional, sino que aplicar su sabiduría ancestral les irá dando una seguridad en su propio valor y un lugar en la sociedad que perdieron desde la llegada de los españoles. Sin contar con que la producción de los policultivos arroja más masa alimentaria que la necesaria para la autosuficiencia familiar y comunitaria, y cuyos excedentes alimentaron antes el mercado interno, lo que, en la actualidad, iría transformando la alimentación de la población urbana, su concepción de la naturaleza, de la economía, de la belleza del cuerpo y del pueblo que les da de comer...
Sólo la mala fe, ignorancia o intereses económicos pueden negar que durante milenios la práctica del policultivo demostró ser en Asia, América y Oceanía la única tecnología-científica que permite simultáneamente usar los recursos de la naturaleza y preservarla. Pero este es el tiempo histórico de apoyar una revolución agrícola y social en los términos expuestos. Y es el tiempo de acompañarla con análisis teóricos y filosóficos del concepto de “mercancía” (herramienta conceptual básica del capitalismo que, sin embargo, sigue dominando nuestras prácticas presentes y proyecciones a futuro). La 4T se merece este trabajo colectivo sin necesidad de heroísmos.
Tomado de: La Jornada: https://www.jornada.com.mx/2021/01/31/opinion/a04o1cul
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