2018 Discurso de Modesto Seara Vázquez en la ceremonia de entrega del Doctorado Honoris Causa a Don Enrique González Pedrero.
Modesto Seara Vázquez
Rector de Sistemas de Universidades Estatales de Oaxaca
Muy buenas tardes a todos. Señor homenajeado, viejo amigo; señor gobernador; señor Presidente del Instituto, y muchos amigos que tengo aquí, muchos casi casi desde la prehistoria, que fue cuando primero nos encontramos.
Voy a tratar de no repetir, aunque inevitablemente voy a tener que repetir algunas cosas, pero se supone que en las ceremonias, en donde estas ceremonias huelen un poquito a moho de la historia.
Empieza el que abre la sesión con la laudatio, es decir, alabanzas. Y en estos tiempos en que con frecuencia los títulos se regalan por razones que no tienen nada que ver con los méritos personales, siempre hay que inventar méritos si no los tiene el homenajeado.
Aquí una laudatio sobra, todos conocemos quién es Enrique González Pedrero desde hace mucho tiempo, yo particularmente, es una larga amistad que me une con él, según una sombra en ya más de 50 años, somos un poquito viejos, pero siempre ha habido una amistad y un respeto absoluto en todo este período, junto también con algunos colaboradores que yo veo aquí que tienen mi afecto y sé que tengo el de ellos.
En lugar de una laudatio, yo lo que voy a ofrecer es, usando la misma palabra, pero otra palabra igualmente pedante, testimonium. Yo voy a deponer aquí, hacer una deposición de pruebas y juicios.
Sobre la vida ya se ha dicho bastante. Inició su navegación por el planeta el día 7 de abril de 1930. Creo que la primera piedra se puso allá por el mes de julio, igual que la mía se puso a lá por el mes de diciembre, yo soy de invierno y él es de verano.
Su formación y su vida académica, su vida es una vida muy interesante porque es una vida entre la academia y la vida política. Generalmente no hay mucha compatibilidad entre la vida académica y la política, los académicos solemos ser muy malos políticos. Las bases de la vida académica no son compatibles con los requerimientos de la vida política, luego me extenderé un poquito sobre ello.
Pero ya se han explicado aquí las líneas principales de su vida académica, a mí me tocó ser testigo de una parte de ella y seguirla. No recuerdo exactamente la primera vez que nos encontramos, pero fue en su casa, no era en Miguel Ángel de Quevedo, era antes otra cosa, un departamento en algún lugar, no sé qué evento hubo y en uno de sus problemas universitarios, típicos del medio universitario, ahí hubo una reunión de profesores para expresar nuestra solidaridad al profesor de la Facultad que luego, enseguida sería Director. Y después, ahí se inicia una amistad que no ha tenido tregua en todos estos años.
En 1965 estaba yo de profesor visitante en la Universidad de Utah y recibí correspondencia, una carta en que me invitaba a unirme después a la Facultad de Ciencias Políticas y, efectivamente, yo estaba en el Instituto de Derecho Comparado y aunque daba clase en Ciencias Políticas desde principios del 61, decidí pasarme con armas y bagajes a la Facultad de Ciencias Políticas de tiempo completo, aunque continué durante algún tiempo dando clases en la Facultad de Derecho.
Ahí se hizo la reforma de los planes de estudios en el año de 1966, eso ya desata una colaboración muy intensa, después me encarga, me ordena, era el Director, que yo lo acepté con mucho gusto, que fuéramos preparando la organización de la División de Postgrado para transformar la Escuela en Facultad.
Y, efectivamente, se hizo; se había fijado primero un plazo de dos años, eso fue hacia finales del 66, y en el 67 iniciábamos ya las labores con cuatro doctorados ahí en la Facultad, entonces ya Facultad de Ciencias Políticas.
Fueron años muy complejos, muy difíciles. Coincidió con el inicio de lo que después desemboca en el 68. Todo el 67 fue un año de turbulencia tremenda en la universidad, a veces se olvidan esas cosas.
Se trató por todos los medios de mantener un poco el equilibrio, algunos profesores, recuerdo algún artículo publicado por Pablo González Casanova, sobre la aritmética de la revolución, creo que le llamaba, en donde hace un análisis para pedir reflexión por parte de la Comunidad Universitaria.
Se veía que había un embate contra la universidad pública y, particularmente, contra la UNAM. Entonces las facultades que estaban en la avanzada eran las facultades que tenían que tomar una parte más activa en esa defensa. Había algunas que ahora también nos olvidamos del papel que desempeñaban, la Facultad de Arquitectura era una de las más rebeldes por llamarle así, ahí se llegó a establecer, incluso, el autogobierno.
La Facultad de Economía. A mí me tocó dar dos conferencias en las dos, en condiciones muy difíciles. En Ciencias Políticas estábamos sometidos al embate de agentes provocadores que estaban ahí todo el tiempo. A mí me tocó alguna reunión con el Director de la Facultad, voy a reflejar una de las anécdotas porque da una idea de la personalidad de Enrique González Pedrero.
Había ahí un personaje que pasaba por revolucionario y que un día nos amenazó con una huelga si no pagábamos no me acuerdo cuánto. Y el Director me llama, estaba indignado y me dice: Ocurre esto. Le dije yo: bueno, dígale que sí. ¿Cómo le voy a decir que sí? Dígale que sí y grabamos todo lo que él diga y luego yo lo pongo allá afuera.
Ahí estaba muy claro, él se echó las manos a la cabeza y me dijo: Eso no se puede hacer, por dos razones; una, porque primero si usted pone eso afuera lo linchan y, segundo, porque después nadie quiere hablar conmigo y cómo voy a manejar yo esto?, lo cual puso de evidencia la diferencia entre una mente políticamente primitiva como la mía, y otra que se veía que tenía otras ideas más claras de cómo había que manejar las cosas.
La serenidad en ciertas circunstancias para poder conservar el control de la situación, el líder no se puede ni emocionar, aunque lo haga, ni mostrar que lo hace, ni tampoco tomar decisiones imprudentes, tiene que ser un estabilizador y no un desestabilizador.
Esas condiciones del 67 colocaban a la Facultad de Ciencias Políticas en el vórtice de la tempestad que se iba a desatar un año después, porque en realidad empezó en el 67, durante todo el 67 y no teníamos una idea muy clara de lo que estaba pasando.
Pero se hizo, incluso, una comisión en la Dirección General de Acción Social de la Rectoría para darle seguimiento a esa cuestión y se le dio seguimiento durante cierto tiempo.
González Pedrero me pidió que me encargara de una parte de las actividades académicas para que pudiera concentrarse en mantener la tranquilidad de la universidad, que de otra forma era imposible controlar. Constantemente habían manifestaciones de todo tipo, bloqueos, se interferían las clases, no funcionaba la Facultad. Y con un trabajo muy paciente, hablando con toda la gente, con unos y con otros, consiguió mantener el equilibrio de la universidad.
En 1969 yo tenía fatiga de combate y entonces dije que me iba de vacaciones. Hicimos un viaje, coincidimos en España, hicimos un viaje con la recordada Julieta. Fuimos de Madrid hasta Galicia, en Madrid recuerdo que estábamos comiendo en un restaurante y llegó un periodista distinguido de México, Pagés Llergo, que fue el que nos dio la noticia de cómo iba a ser el destape, eso fue en el mes de agosto, o sea, que estaba mejor informado que nosotros y nos dijo quién iba a ser el siguiente Presidente y, efectivamente, lo fue.
Durante el viaje hacia Galicia pasamos por zonas cercanas a donde había nacido el gran poeta León Felipe, lo recordamos cuando pasábamos cerca de Taba.
En el año 72 ya se dijo, fundó el Instituto de Capacitación Política dentro del PRI, el ICAP, fue el primer director, una buena idea que los políticos tengan una formación sólida y que conozcan el país, que sepan cuántos artículos tiene la Constitución para empezar y algunas otras cosas. ¿Dónde están las distintas partes del país? Todo eso es importante, tienen que ser profesionales que tengan el conocimiento, los problemas que tienen que resolver.
Después en el 74 hubo otra singladura, que fuimos juntos y fue en el Canal 13. En el año 74, si no me recuerdo mal, toma posesión como Director de lo que era el Canal 13 de Televisión, una televisora que se había convertido en pública hacia poco, había empezado como una empresa privada. Era una empresa muy modesta, las oficinas estaban en la Torre Latinoamericana, a cada rato venían los bomberos por si había un incendio, ya nos dijeron que no había, a menos de que lleváramos un paracaídas, forma de salvarse ahí, teníamos que tener mucho cuidado con eso.
Y los estudios estaban en la calle de Mina en condiciones precarias, tan precarias que había que sostener los tejados y los pisos con gatos hidráulicos para que no se cayeran.
Tocó a Enrique González Pedrero la transferencia de la sede, ya se habían empezado las obras, pero tocó la parte más dura que era acabar las obras, redujeron el presupuesto del Canal 13 y a pesar de ello todavía había que acabar las obras, fueron momentos sumamente difíciles.
Y hubo el cambio a las instalaciones del Ajusco, en aquellos años eran instalaciones nuevas, pero se trabajaba con un presupuesto sumamente pequeño y era necesario hacer montones de malabares para poder llegar al final del año, ya no se podían hacer ediciones con las máquinas, había que trabajar toda la noche y había que limpiar algunas cosas, era una de esas características de Enrique González Pedrero, la honestidad, tan rara en nuestros tiempos, ahí estaba en su plenitud.
Corrió a algunos, a un amigo lo corrió porque debía de correrlo, corrió a un personaje de la televisión que luego ha estado dando mensajes de pureza, lo corrió por corrupto también, y lo corrió porque había que correrlo. Y tomó las decisiones que había que tomar en el momento en que hay que tomarlas. Manejó con eficiencia eso.
Llegó el año de 1976, como pasa a veces en la política, pues yo creo que más que por convicciones que por cálculo, él apoyaba un amigo y el amigo perdió, hubo que pagar las consecuencias. Estábamos juntos justo en el momento en que nos comunicaron esa noticia, también compartí con él ese momento.
Y lo mantuvo con toda dignidad. Cuando trataron de acercar a él los vencedores para ofrecerle piedad, dijo que no, mantuvo su dignidad y no les hizo caso a ninguno. La mantuvo hasta que después cuando hubo que aceptar condiciones, aceptaron sus condiciones. De todo eso me acuerdo bien y por eso digo que presento el testimonio.
En el 76 mientras se producía el cambio, el relevo en la Presidencia de la República, Enrique González Pedrero regresaba a la vida académica en Acatlán, iniciaba toda una serie de trabajos que ha continuado a todo lo largo de este tiempo.
Ya se han mencionado las obras, puedo mencionarlas para los que no las conozcan: “Filosofía, política y humanismo”; “La revolución cubana”; “El gran viraje”, “Riqueza de la pobreza”, “La cuerda floja”, “Las voces de la naturaleza”, en colaboración con su esposa, Julieta Campos, “Una democracia de carne y hueso”. Y después la obra magna, la ópera magna “País de un solo hombre”, un estudio monumental de la vida analizando a Santa Anna. Lleva publicados dos volúmenes: Volumen I “La ronda de los contrarios”, Volumen II “La sociedad del fuego cruzado y el Volumen III que me acaban de dar el título: “El brillo de la ausencia”, que pronto tendremos el gusto de leerlo, antes de fin de año según me dicen.
En otras épocas, al comienzo, también colaboró en algunas revistas. Aparte del “Trimestre Económico”, colaboró en la revista Política, una revista que hoy muchos han olvidado y creen que todo empezó ahora. Esa fue una revista que se puede estar o no de acuerdo con todo lo que se escribía ahí, pero una revista que implicaba una actitud valiente en momentos en que no todos tenían el mismo valor. Fue en los 60, cuando colaboró en esa revista.
Llega el Movimiento de Liberación Nacional, inspirado en gran parte por el general Cárdenas.
Como senador de la República estuvo desde el año 70 hasta el 76. Ya dije que fue Director fundador del ICAP, y tuvo otros puestos. En el Canal 13 tomó posesión en la Torre Latina, me acuerdo el evento. Después fue Director de la Comisión del Libro de Texto Gratuito, también tuve el honor y el gusto de colaborar con él ahí.
Después en el gobierno de Tabasco, lo acompañé algunas veces en la campaña por el Estado, lo nombraron Director General del IEPES en 1987, Director del Fondo de Cultura Económica y luego como Embajador en España.
Lo visité en España varias veces, estaba fatigado, ya no quería más visitas, decía: “aquí ya no aguanto, me convertí en guía de turistas”, todos los que pasaban por aquí querían su carro y que los atendiera. Por eso yo creo que se aburrió un día y dijo: “adiós, me regreso, no es mi vocación ser guía de turistas”, nunca se lo pregunté, pero me imagino que así sería.
Finalmente, después fue diputado federal de 1997 al 2000, y se dedica a la vida académica. ¿Cómo se relacionan? Porque es un ejemplo muy interesante para analizar y ver cómo se relacionan las condiciones de académico y político. Generalmente, como dije antes, los académicos son malos políticos. El rigor científico no se combina bien con las conveniencias de la táctica política.
También hay algunos políticos que creen que pueden convertirse en académicos y convierten su clase en anécdota, omiten, son inconsecuentes, generalmente hacen un recuento de sus frustraciones y una crítica a todo lo que no les gusta o no les conviene.
¿En dónde colocaría yo a Enrique González Pedrero?, yo le daría un gran lugar en la academia, el que merece y que ganó con su trabajo, con su educación, con su honestidad, con su visión y lo sacaría de la política.
Sus disquisiciones eruditas sobre Maquiavelo y demás clásicos de la ciencia política no me convencieron nunca de que expresaran la verdadera personalidad de Enrique González Pedrero, contra lo que pudieran conservar, pudieran pensar algunos, incluyendo el propio Enrique González Pedrero, la aparente frialdad y cálculo desapasionado cubre una personalidad más emocional y más ligada a los principios.
Enrique González Pedrero engaña, uno lo ve como frío, calculador y reservado, una vez dijeron eso de mí y es mentira, y en este caso es más mentira todavía. Ese es un grave defecto para un político que según me decía un viejo amigo, el líder socialista español Indalecio Prieto: “Todo político debe de estar dispuesto desde que se levanta por la mañana a tragar sapos y serpientes”.
Enrique González Pedrero nunca lo hizo y por eso marcó siempre su propio camino, por eso sólo puedo estar en parte de acuerdo con la afirmación de alguien, al referirse a Enrique González Pedrero. Le aprendí que en política, corazón caliente y cabeza fría, eso es lo que dicen. López Obrador dixit.
Es Enrique González Pedrero un líder carismático y apasionado que le gusta acercarse a las masas y dejar que las masas se acerquen a él, buscando tocar el manto del profeta, tampoco. Podría citar los nombres de un montón de demagogos que se ajustarían a la definición de líderes tal como los entiende la mayoría, dispuestos a decirles al pueblo lo que quiere escuchar para alcanzar el poder político y después quizás dispuestos a olvidar las promesas o, peor aún, decidirse a tratar de aplicar las políticas que le pidió el pueblo. Eso es todavía peor, porque no se puede gobernar por encuestas de manera coyuntural, descendiendo al populismo más abyecto.
La construcción del futuro exige sacrificios a corto plazo que pocos están dispuestos a asumir, si les preguntan lo que quieren, de modo inmediato.
La desgracia con estos planteamientos es que el liderazgo político como camino para adquirir el poder político exige mentir y fingir, y por ello las probabilidades de llevar al poder a líderes honestos son muy escasas y los pueblos acaban eligiendo a idiotas o farsantes. Miren alrededor, fuera de aquí, aquí todos somos inteligentes, guapos y todo.
El verdadero dirigente debe proponer sus propias soluciones a los problemas sociales y asumir la responsabilidad de defenderlas, pero sin llegar a imponerlas. Entre la demagogia y la dictadura debe estar la consistencia ideológica en el más estricto respeto a la voluntad popular para aplicar, sin engaños, el proyecto político que llevó al poder al gobierno de que se trate. La democracia representativa permite precisamente eso, tomar decisiones a mediano y largo plazo, sin concesiones a la demagogia cortoplacista.
¿Dónde clasificaría a Enrique González Pedrero en su actuación? En una también larga vida política en el país, en su vida pública, lo colocaría en una categoría en la que escasean los protagonistas.
Enrique González Pedrero además de un académico sólido y honesto es un hombre de Estado, esto es lo que falta, hombres de Estado, que ha sabido, cuando tuvo la ocasión, gobernar con mesura, con honestidad y con eficacia.
Su paso por la gubernatura de Tabasco fue un ejemplo de todo ello. Pudo haber sido mucho más si tuviera las tragaderas que otros tienen. En el homenaje que hace unos años se le rindió en la UNAM le hice un reproche, que le falló la aplicación de algunas ideas de Maquiavelo y que por haber mantenido sus principios rechazó una propuesta de nombramiento, que en mi opinión y la de mucha otra gente, podía haber abierto el camino de él hacia la Presidencia de la República. Fue una lástima.
Pero dijo que no, no me toca a mí dar los detalles de lo anterior, pero sí debo precisar que aunque mantengo las conclusiones de mi análisis, reconozco que no soy yo el más adecuado para formular reproches pues en circunstancias algo parecidas un colega universitario europeo, hace cerca de 40 años, me formuló la misma crítica a mí, y le respondí que cuando abandonamos algún principio por conveniencia política acabamos abandonándolo todo.
Enrique González Pedrero lo explicó por su lado cuando escribió que sin autoridad moral no hay autoridad alguna como se acaba de mencionar aquí también. Y que creo en la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace y siempre he estado convencido de que importa más lo que se es, que lo se aparenta ser. La realidad más que la apariencia.
Lo que no excluye, diría yo, el necesario realismo político al enfrentarse a los problemas de cada día. También lo explica Enrique González Pedrero: La política no se hace con serafines y por experiencia, también me consta que la condición humana suele dotarnos a todos en mayor o en menor dosis con pocas virtudes o muchos defectos; son extractos de una carta que dirigió a Proceso en noviembre del año 95.
Eso es verdad para todos nosotros, pero la diferencia entre unos y otros estriba en el nivel tanto de las virtudes como de los defectos que cada quien pueda atribuirse, nadie es perfecto.
A estas alturas del largo camino de la vida, con la serenidad que da el sentimiento de haber cumplido con los demás y consigo mismo, ya en el remanso de una vida académica activa, Enrique González Pedrero puede mirar hacia atrás y sentir que ha alcanzado muchos objetivos, pero yo quiero unirme a todos los aquí presentes y a tantos otros que sabemos sienten lo mismo que nosotros para decirle a nuestro amigo que tiene todo el derecho de mirar con satisfacción al pasado, pero que no olvide la obligación de seguir mirando al futuro en el que tiene todavía mucho que ofrecer. Muchas gracias.
Tomado de: Ceremonia de Entrega del Doctorado Honoris Causa a Don Enrique González Pedrero. Instituto Nacional de Administración Pública, A.C. Serie PRAXIS 176.