2019 Marzo 31 La Conquista y los pueblos originarios el presente de una herida histórica / Entrevista con Enrique Semo. Por José Ángel Leyva
Si en los últimos decenios te dedicaste al estudio de las grandes transformaciones planetarias como el derrumbe de la Unión Soviética y los procesos políticos en México, ¿qué te motivó a revisar un acontecimiento iniciado en marzo de 1519?
-La Conquista, fenómeno extraordinariamente brutal, está en el origen de la nación mexicana y tuvo y tiene consecuencias muy graves en el desarrollo de nuestra sociedad como son el racismo, la violencia crónica de los de arriba contra los de abajo, la destrucción de ciertas culturas y la imposición de otra. Sólo se puede comparar con una plaga de langosta, langosta humana, que a su paso arrasa con todo, que devora con voracidad sin límite. Es como si un ejército contemporáneo invadiera la España del siglo xvi.
España representaba un territorio fragmentado de pueblos con lenguas e identidades diferentes, pero con una cierta afinidad cultural. Se hablaba de hispanya, como el espacio común de la cristiandad ibérica. En cuanto a los Pueblos Originarios del llamado Nuevo Continente, no tenían una conciencia de indígenas, de unidad continental. Cada etnia, ciudad-Estado, poseía su propia noción de pertenencia e identidad y de diferencia con los otros, eran tlaxcaltecas, aztecas, mayas, nahuas, etcétera, pero no indígenas, y durante toda la Conquista actuaron como tales.
-¿Hasta qué punto se trata también de la conquista del otro, del sometimiento de lo desconocido, de la apropiación y aniquilación de una memoria ajena?
-Ese es uno de los grandes temas de mi investigación. Los españoles ya habían conquistado a sangre y fuego las islas Canarias cercanas a España, y desde 1492 se habían establecido en el Caribe y habían aniquilado a toda la población originaria. No quedó un aborigen para contar la historia. Es decir, más de un cuarto de siglo antes de la llegada de Cortés a tierras continentales, los españoles eran colonialistas consumados. Cada religión y cada cultura buscó integrar al otro para desintegrarlo en su propio imaginario. Esa forma de incorporar lo desconocido en lo conocido se dio constantemente en los dos campos. Los mexicas, durante un tiempo breve pero decisivo, asociaron la presencia europea con la promesa del retorno de Quetzalcóatl, pero pronto la desecharon. Los pueblos originarios tuvieron más dificultad para imaginar quiénes eran los españoles, por falta de antecedentes parecidos en su historia. La explicación mítica o religiosa de la nueva realidad estaba presente de los dos lados, naturalmente mucho más entre los indígenas.
-España, como buena parte de Europa, emergía del Medioveo, provenía de sociedades feudales. Afirmas que la Conquista fue un detonante para la aceleración del desarrollo capitalista.
-La conquista de la América septentrional y del Perú cambió al mundo. En Europa estaba sucediendo un gran acontecimiento histórico que no se daba en otros lados del planeta, el surgimiento del capitalismo, un capitalismo temprano. Dicha conquista conllevó una relación colonial diferente. Aunque los conquistadores se identificaban como españoles, detrás de ellos había un ejército de comerciantes, de prestamistas de diversos orígenes europeos que trabajaban activamente en el desarrollo del capitalismo. La conciencia de lo que significaba el Nuevo Continente cambió la mentalidad de los europeos, que se lanzaron de inmediato a navegar por los mares del mundo. Mi teoría es que sin América, el salto que se dio en tres siglos (xvi al xviii) hubiese requerido mucho más de tiempo para su desarrollo. La Conquista no fue pues sólo de España o las Españas, sino de Europa en su conjunto. Representó una destrucción gigantesca y la desaparición de población americana prehispánica en proporciones colosales. La Conquista no se reduce a la caída de Tenochtitlan, es un proceso más largo y sólo se puede comprender si se tiene en cuenta a todos sus actores: mesoamericanos, chichimecas, mayas, y también europeos, españoles y africanos.
-España había sido ocupada por los moros durante siete siglos, luego vino la reconquista de sus territorios y la expulsión de judíos y árabes. La historia también ofrecía el relato de los imperios griego y romano. ¿Qué mentalidad de ocupación y de conquista dominaba en los españoles?
-En primer lugar la mentalidad de la reconquista. Tras la caída de Granada, que fue el último bastión musulmán, se habló inmediatamente de nuevas cruzadas para recuperar Jerusalén. El espíritu de expansión cristiana estaba enraizado en la idiosincrasia española que se forjó en la expulsión de judíos, mozárabes y la guerra contra el protestantismo. Además había una razón económica: para poder comerciar con China e India necesitaban oro, pues en los siglos xiv y xV, comparada con estas culturas, Europa estaba bastante atrasada. El hambre de metales preciosos era ilimitada. Por otro lado, había comenzado el movimiento de Reforma en 1517, luego de que Lutero clavara sus noventa y cinco tesis en las puertas de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg, y los reyes de Castilla y Aragón le declararan la guerra al protestantismo en favor del papado, acusado de corrupción. Los españoles se habían convertido en defensores a muerte del catolicismo. La población amerindia era, sin duda, un gran semillero para la conquista de nuevos fieles del cristianismo católico. En la Conquista participaron conquistadores armados y frailes de la Iglesia, cada uno con sus motivos.
-La mayoría de los conquistadores españoles eran hidalgos venidos a menos, labradores y una ralea de expresidiarios y tunantes. En España dominaba una mentalidad guerrera. ¿Cómo se explica la capacidad organizativa, estratégica y predadora de esos grupos no militares?
-Cierto, para los españoles la guerra no era algo ocasional, sino durante la reconquista y la construcción del gran imperio de Carlos v, una presencia constante en la vida y en el imaginario popular. Carlos v había heredado, por razones familiares, media Europa y se proponía erigir algo semejante al Sacro Imperio Romano. Los conquistadores que acompañaban a Hernán Cortés en su empresa no eran militares, pues éstos se hallaban emplazados en otros puntos de Europa que le interesaban a la Corona española, y no tenían disciplina militar, era un grupo disímbolo en sus antecedentes y linajes, en sus oficios; lo único que los unía e identificaba era la ambición del oro y la conversión de los infieles. No estaban financiados por el Estado español, se habían financiado a sí mismos en su empresa. Tenían más de piratas que de un ejército regular. La piratería era algo muy común en la época y creció más con el tráfico de riquezas del imperio Español. Uno se pregunta: ¿de dónde entonces la superioridad militar? Sin duda, Cortés fue el más capaz de todos los conquistadores, fue el único que logró mantener unido a su grupo (que varias veces se amotinó). Era un hombre carismático, de una ambición sin límites, sagaz y muy político. Los aztecas eran también un pueblo guerrero y poseían un ejército bien organizado, pero tenían en su contra a pueblos enteros que sufrían su avasallamiento, los frecuentes saqueos y la obligación de proporcionar víctimas para los sacrificios.
-Hernán Cortés se describe a sí mismo en las Cartas de relación como un héroe, como una figura suprahumana. ¿Qué motivaba al conquistador a someterse a la autoridad de la Corona cuando podía declararse emperador de los nuevos dominios?
-No hay que subestimar lo que era el imperio español en aquel momento. Los conquistadores deseaban regresar a su origen, a lo que ellos llamaban el mundo civilizado, y disfrutar de sus riquezas en casa, y para ello era necesario estar bien con los dueños de esa casa. El poder en España tenía dos cabezas, una era el emperador y la otra la Iglesia. Además estaba el peligro de las otras potencias. Tanto Cortés como Pizarro pensaron durante un breve tiempo en separase de su autoridad, pero rápidamente cambiaron de opinión.
Todos los conquistadores le escribían cartas al Rey, y cada carta era un testimonio de sus hazañas como si hubiesen sido escritas por don Quijote. Eran cartas de merecimiento y, por tanto, exageraciones. En el caso de Cortés, muchas de las acciones que él narra son hechos comprobables, pero siempre vistos a través de una lente de aumento.
-La espada y la cruz son símbolos de la conquista y de la colonización. La cruz, lo acabas de referir, era un imperativo para ganar adeptos, y la espada un artefacto letal. ¿Qué significado tiene la espada en esa guerra?
-Una importancia fundamental. Los amerindios empleaban el macuahuitl, una macana a la que incrustaban puntas de obsidiana. Era un objeto contundente, para matar había que asestar dos o tres mazazos, mientras que la espada era de acero y mataba con la punta, con los filos, servía para parar los golpes, para desviar, para aumentar los alcances del brazo con estocadas. El manejo de la espada era objeto de un arte, la esgrima.
-Mencionas la práctica del propio Cortés y sus lugartenientes, sus encomenderos, de marcar con hierro candente, como bestias, incluso en la cara, a sus esclavos amerindios. ¿Cómo se concebía en un primer momento el aprovechamiento de la fuerza de trabajo?
-El esclavo indígena era una mercancía muy demandada en el Caribe y las minas en época de desastre demográfico. Hay evidencias abundantes de esa práctica entre los conquistadores. Usaban fierros especiales para marcar a los esclavos como ganado. Los marcaban principalmente en la cara para indicar su dueño, que podía ser el Rey (el quinto real) o un encomendero. Podía ser de Cortés y, si lo vendía, de cualquier otro. Muchos tenían varias marcas y quedaban desfigurados.
-La institución católica estaba en entredicho por su evidente corrupción, como las indulgencias concedidas a cambio de dinero y de favores. ¿Cómo pudo imponer una moral en los nuevos territorios, cómo se legitimaba?
-Aunque los cruzados luchaban por la fe y por la recuperación de Tierra Santa, no era garantía de que cumplirían las leyes básicas de la religión: no matar, no mentir, no robar. El catolicismo tiene esa maravillosa concesión que libera de toda culpa al infractor, que es la confesión. Tiene pues la oportunidad de rezar como un santo y conducirse en la guerra como un salvaje, sobre todo si las atrocidades se cometen en el nombre de Dios y de la religión. Los españoles se persignaban y hacían una misa antes de cada batalla, tras las acciones destructivas volvían a realizar otras misas y a encomendarse al Todopoderoso y a invocar virtudes como la piedad, la esperanza, la caridad. En cambio, entre los amerindios la guerra era parte de su concepción religiosa, capturar enemigos, sacrificarlos, era considerado como acto meritorio. Pero los frailes y los misioneros son otra cosa, se identificaron con el indígena, aprendieron su idioma, estudiaron su religión, lo defendían de los excesos del conquistador, pero a la vez eran despiadados con los que persistían en su idolatría.
-¿Qué diferencias hay entre la Conquista de México y la conquista de los pueblos de Sudamérica y de Norteamérica? Si la de México fue atroz, la de estos dos extremos fueron de exterminio total, como la del Caribe.
-Hay muchas diferencias que provienen de Europa y de los distintos momentos que se viven ahí. Por ejemplo, los ingleses que vinieron en el siglo xvii eran miembros de religiones perseguidas, pero eran además hombres ya del capitalismo. Venían a América para trabajar y hacerse ricos por medio del trabajo y el comercio. Pero los españoles de la Conquista venían a señorear. No estaba en su mentalidad el trabajo. No concebían que un hidalgo, aunque fuese pobre, trabajase en el campo o en la construcción, o en las minas. Ellos venían a esclavizar, a someter al otro a su servicio, a elevar su posición y su linaje. El inglés venía a poseer una propiedad, a trabajar tierras, a comerciar y en lo posible a hacerse rico, y además a liberarse de la opresión religiosa. Como dice Max Weber, el capitalismo no es sólo un modo de producción, es una mentalidad diferente a la mentalidad medieval. Pero la explotación esclavista existió con los africanos y en el siglo xix, lo yanquis aniquilaron físicamente a los pueblos originarios del norte. Ni siquiera los explotaron, porque era una manera de liberar territorios para los colonos europeos. Esta diferencia en la estrategia colonialista produjo diferentes sociedades.
Ya desde el siglo xvi, los mapas europeos consideran la América española, incluyendo la Nueva España, Perú y una buena parte del continente. Pero en la realidad quedaban grandes extensiones que los españoles nunca pudieron conquistar y que estuvieron pobladas durante mucho tiempo por pueblos originarios libres. No eran pues dominios españoles, sino indígenas.
-“El que tiene el control del pasado tiene el control del futuro”, reza la cita de George Orwell en uno de tus epígrafes. ¿Funcionó así con los españoles del siglo xvi?
-Todos los hombres viven simultáneamente tres momentos. El pasado, que constituye su formación por el lado de padres y abuelos, el pueblo y el territorio donde se ha nacido y ha crecido, la experiencia de los ancestros, que puede vivirse de manera inconsciente. El presente, que es la acción, y el futuro que es imaginario totalmente. Todos esos momentos, aunque distintos entre sí, dependen uno del otro y son indisolubles. La historia es un campo de batalla sembrado de muertos y de héroes ficticios. Hoy en día Cortés y Cuauhtémoc siguen combatiendo en la cabeza de cada persona que se pregunta de dónde viene, quiénes son sus padres, quiénes los hicieron. El que maneja las respuestas a esas interrogantes posee más de un tercio de cada individuo.
-¿Qué ofrece de nuevo tu investigación que la diferencie de otras obras sobre el tema?
-Podemos citar tres o cuatro cosas, entre ellas el hecho de que la conquista de la América Septentrional, lo que se llamó la Nueva España, fue un asunto de importancia universal, impulsó el capitalismo temprano y produjo un desastre demográfico. Segundo, los 120 mil guerreros que participaron en la toma de Tenochtitlan no fueron en su mayoría europeos, sino amerindios. Los españoles representaban un porcentaje ínfimo, pero decisivo. Puede decirse que la Conquista fue también una guerra entre dominadores aztecas y pueblos sometidos en su imperio, y fue de una enorme ferocidad.
La historia no se puede cortar como si fueran rebanadas de pan, es un proceso continuo. No se puede reducir la Conquista de México a la caída del imperio azteca, pues debe considerarse todo el territorio que fue más tarde México; dicha conquista enfrentó varias formas de resistencia más o menos duraderas y exitosas, sobre todo en el norte y el sur, sureste. Así fue la de los mayas en Yucatán y Chiapas y las diversas etnias de los llamados genéricamente chichimecas. La conversión de los indígenas pretendió borrar el pasado religioso de los pueblos originarios y, consecuentemente, apropiarse de su conciencia, de su memoria, de sus valores, de su relación con la tierra, de su dignidad; una conquista de las mentes. En 1994 los indígenas de Chiapas se rebelaron contra el Estado mexicano. Ese episodio significa que la Conquista no es totalmente parte del pasado, hay representantes de lo pueblos originarios que aún no aceptan la realidad impuesta, que se resisten a perder su identidad y su memoria.
Quizás el asesinato de las culturas amerindias sea tan doloroso como el asesinato físico. Un asesinato perpetrado por sujetos que en lo individual pueden ser considerados santos, pero que impusieron un sistema de pensamiento brutalmente intolerante hacia otras maneras de concebir la realidad. Una lamentable consecuencia central de la Conquista fue la aniquilación de culturas, la destrucción de memorias.
TOMADO DE LA JORNADA SEMANAL