DE LA MEMORIA POLÍTICA: BIOGRAFÍA DE ADOLFO RUIZ CORTINES
Integró uno de los gabinetes más estables con los hombres que consideró más idóneos por su profesión y experiencia para el desempeño del cargo. Cuando se le recomendaba a alguien por su “inteligencia”, Ruiz Cortines preguntaba: ¿Inteligente para qué? Si por su “honradez”, cuestionaba: “¿Ya lo pusieron donde hay?” Si por ser un “especialista”, respondía: “Si, es un excelente violinista, pero necesitamos un director de orquesta que algo sepa de los demás instrumentos”.
Negó a sus amigos íntimos y compañeros de dominó, puestos, dinero y prebendas, pues creía que el peor favor que se podía hacer a un amigo era ubicarlo en una posición en la que no tuviera los atributos requeridos, lo podría frustrar de por vida y además, perder la amistad. Desde el principio de su gestión, indicó a su equipo de trabajo: “Señores, hablemos al pueblo con hechos, evitando las declaraciones excesivas, las promesas difíciles de cumplir, la exhibición de nuestras personas”… asimismo, señaló que ningún candidato aceptara dinero privado para su campaña, porque se le cobraría con creces al asumir el cargo. Además, cuenta Enrique Krauze (Los Sexenios) que cuando intuía que alguno de sus amigos lo visitaba para pedir algún favor político, los desarmaba con estas frases: “No te imaginas la necesidad que tenía de un saludo desinteresado. Todos vienen a pedirme algo”.
Al día siguiente de asumir la presidencia, publicó la lista completa y detallada de sus bienes patrimoniales, que eran más bien modestos, y exigió a los funcionarios que presentaran su manifestación de bienes antes y después de desempeñar sus cargos. Días más tarde, promulgaría una Ley de responsabilidades que contenía esta obligación.
Tras varios presidentes jóvenes, menores de cincuenta años, su edad madura de sesenta y dos años, le hizo objeto de severos cuestionamientos y chistes, a los que contestaba: “No me eligieron para semental sino para presidente, y el pueblo será testigo de que en esa tarea sirvo; lo otro no es de su incumbencia”.
Don Adolfo decía: “En las cosas de la patria hay que poner amor patrio, nunca amor propio. Ni caudillo ni hombre único, ni salvador ni verdugo: servidor”. También pregonaba: “Lo que es necesario hay que hacerlo posible. Sin embargo, conviene no olvidar la idea correlativa: Toda exigencia que pretenda ignorar la realidad nacional y clame por ventajas impropias, mientras otros carecen de todo, no sólo es egoísta e inhumana: merece el anatema social”.
Ruiz Cortines asistió a la conmemoración del 130 aniversario del Congreso de Panamá los días 19, 20 y 21 de julio de 1953, en recuerdo de que en 1826 se habían reunido con Simón Bolívar los delegados de México, Mariano Michelena y Miguel Domínguez, junto con los de Colombia, Perú y Centroamérica. En la capital panameña se negó a hospedarse en el lujoso hotel El Panamá y prefirió alojarse en la embajada de México. Don Adolfo pensaba, como Juárez, que no tenía derecho a dilapidar los escasos recursos de un pueblo tan pobre como el mexicano, por eso siempre que pudo viajó en el porfiriano tren olivo para no aumentar sus gastos personales.
No obstante, por su manejo de la política, para muchos, Ruiz Cortines alcanzó la estatura de un estadista. Su amor a México lo expresaba constantemente: “Una gran nación no se ha hecho jamás con sólo abnegaciones. La obra conjunta que requiere la República exige decisión, entereza, impulso creador y pasión por México”. Para inculcar esta pasión entre la población, usó la Hora Nacional para difundir hechos históricos y biografías de patriotas mexicanos dramatizados. Señala Krauze (ya citado): “Cuando terminaba el programa, los niños apagaban el radio soñándose nuevos Cuauhtémoc o Juárez”. Y para no poner nada por encima de esa “pasión por México”, llegó al extremo de pedir a su propio hijo Adolfo Ruiz Carrillo que saliera del país, dado que su manera de vivir no se ajustaba a lo tradicional, porque pensó que estorbaría el ejercicio pleno y sin tacha de su cargo.
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