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De la MEMORIA… 1890 El interés de Estados Unidos de América en el poderío marítimo. Presente y futuro. Alfred T. Mahan.

De acuerdo con el pensamiento de Washington, "las naciones no tienen amigos, sólo intereses". […] Sin embargo, a finales del siglo XIX, el oficial de la marina Alfred T. Mahan, interpretó con gran claridad que los tiempos habían cambiado para las relaciones internas y externas de Estados Unidos, previendo una gran oportunidad para que la Unión saliera de su aislamiento y participara en la expansión imperialista que se estaba dando en el mundo, liderada por Europa.
Los dos presupuestos fundamentales de Mahan fueron: primero, había que poner fin al aislacionismo, y segundo, el futuro dependía de la fortaleza que adquiriera Estados Unidos para lograr nuevos mercados, lo cual sólo podría lograrse por medio del poder marítimo. Estos dos presupuestos realmente podían fundirse en uno solo: Estados Unidos debía participar activamente en el reparto colonial del mundo.

Para Mahan, era necesario volver los ojos al exterior en busca del bienestar del país. Aunque reconocía que, pese al aislacionismo y al proteccionismo económico, Estados Unidos había logrado altas tasas de exportaciones, los mercados activos y los factibles de ser alcanzados se verían afectados por la expansión acelerada de las potencias coloniales europeas y de Japón. Por ello, deberían reivindicarse los “derechos” norteamericanos sobre las “áreas de interés estratégico”, en donde estaban confundidos mercados y defensa. Es importante puntualizar que, bajo tal concepto, el derecho surge de la voluntad política para acceder a la posesión, y esa voluntad adquiere su afirmación en la fuerza que pueda sostenerla; por tanto, la fuerza crea el derecho.

Desde 1875 se estaba produciendo un conflicto creciente entre las potencias europeas por el dominio de territorios para la expansión colonial, los cuales eran vistos como áreas de crecimiento nacional. Ese proceso, que Hobsbawm denomina imperialismo nacionalista, se desarrolló como la continuación del surgimiento o consolidación de los nuevos estados nacionales que se crearon en el último trimestre del siglo XIX en el continente con el fin de organizar los mercados internos para fortalecer el capitalismo industrial en cada país. Los procesos más espectaculares fueros la creación de Alemania, en 1871, y la creación de Italia, entre 1861 y 1870. A partir de pequeños principados y ciudades-Estado se “edificaron" políticamente territorios estatales unificados que rápidamente se convirtieron en potencias industriales y, como paso siguiente, en países imperialista; ello para crear sentido de pertenencia por medio de la guerra y, en especial, para delimitar nuevos territorios exclusivos de mercado.

La expansión imperial es excluyente de otros imperialismos y otras culturas. Su xenofobia toma la forma de un imperialismo romántico, que supuestamente tiene sus orígenes en un pueblo de héroes guerreros, de los cuales sus contemporáneos heredaron sus valores y cualidades, tal como los guerreros nibelungos germánicos, los samurai japoneses o los cow-boy norteamericanos. Por tanto, la expansión y la guerra son simples manifestaciones de una naturaleza heroica. El romanticismo de derecha, exaltando al héroe, sirve de soporte al imperialismo para cubrir el genocidio de la guerra colonial con las apariencias de ser el despliegue innato de las energías conquistadoras de un pueblo guerrero. Los héroes no agreden, simplemente ejercen su naturaleza.

La obra de Mahan abunda en referencias para exaltar la “energía viril” del pueblo norteamericano, demostrada en la Conquista del Oeste y en la Guerra de Secesión. El máximo exponente de esa “energía viril” sería el soldado: “El conflicto es una condición de toda vida material o espiritual; y es a la experiencia del soldado a donde recurre la vida espiritual en busca de sus más vividas metáforas y de sus más doradas aspiraciones”

 

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