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2018 Noviembre 29 Taibo. Gil Gamés.

Gil siempre ha dicho que los mexicanos somos maestros en paradojas. La más notable feria del libro de habla hispana ocurre en México, en Guadalajara, Jalisco. Este acontecimiento cultural de primer nivel en el mundo transcurre en un país cuyo consumo editorial asciende a un libro y medio anual, si acaso, por persona, en las zonas urbanas de nuestro territorio. La feria de Guadalajara es una burbuja cultural. Lo malo es que se revienta al contacto con el aire.

Con sus lentes oscuros para no ser reconocido, Gamés observa a todos los escritores que asisten a la feria y acopian en sus actos una módica sospecha de triunfo.

En la fugacidad de la presentación de un libro todos triunfan. Nadie cesa de triunfar. El problema es que se trata de pequeñas victorias en la inmensidad de la letra, el papel y la tinta.

Hay lugares de la feria donde ocurren tremendas luchas de egotismo. Gilga presenció una batalla en la cual los egos rodaban por el suelo y se tiraban bofetadas. Uno de los egos, el más fuerte, estrangulaba con sus grandes manazas al ego menos atlético. Aquello era dantesco. Así fue como uno de los egos murió a manos de un gran ego. Los padres del ego muerto lloraban por su eguito destruido por un egote muy fuerte.

 

Refinamiento

 

Presentaban en la feria vaya usted a saber a quién, da igual. Paco Ignacio Taibo respondía preguntas al público y al referirse a su nombramiento en el Fondo de Cultura Económica y a la necesidad de modificar una ley absurda que dice que solo los nacidos en México pueden ocupar ese cargo, Taibo explicó que si la ley no se modificaba a la brevedad, él sería el encargado del despacho mientras los legisladores cambiaban la ley. De pronto dijo en vivo y a todo color: “se las dejamos ir doblada, camaradas”.

Por mucho menos, pero mucho menos, le habrían caído a palos a cualquier escritor del mundo: el triunfo como una penetración anal forzosa, la victoria como el gran acto machista de violar a alguien: se la dejé ir, me lo cogí, y desde luego a la fuerza. Este escritor será el nuevo director del Fondo de Cultura Económica, esa institución que guarda el mayor acervo de la cultura editorial mexicana. Muy bonito.

A otro escritor le quitarían el cargo en el acto, pero no a éste, en las filas de Morena se puede ser majadero, homófobo, sexista y nadie chista. Gil lo dice rápido, Taibo es un cretino ufano, se enorgullece de sus majaderías. “Perdón no lo puedo evitar, Paloma, sé que me paso de lépero. Pero si algo conquistamos este último julio es el derecho a llamar las cosas por su nombre: los ladrones, ladrones; los traidores, traidores; los enmascarados, enmascarados; lo culeros, culeros. Por lo menos, lenguaje y claridad”.

Lenguaje y claridad: “Se las metimos doblada”. Oh, sí. De verdad y sin mentira, si se tratara de un gobierno priista, las declaraciones de Taibo habrían ocasionado manifestaciones, cartas, desplegados y desde luego su renuncia a ocupar el cargo.

Gilga quiere imaginar una escena: Paco, que te traen un libro de literatura gay. Y la respuesta: “no chinguen, putos, dejen de mamar”. Ah, los problemas con el lenguaje. Oiga, Paco, ¿usted es muy machote?

Gamés recuerda de momento que en el Fondo de Cultura Económica apareció la traducción de El proceso de la civilización, de Norbert Elias, ¿cómo se da la convivencia humana? Leyó Taibo a Elias, ¿o el ensayo le parece una “mamada al chile verde"?

Durante el día, en el fronda tuitera se escribieron decenas, centenas de respuestas a las injurias de Taibo. Un amigo le envío a Gilga la mejor: “Los directores del FCE en sus palabras: Daniel Cosío Villegas: ‘la libertad es el fin más apremiante en nuestras vidas’; Arnaldo Orfila: ‘Sólo ante los libros que se contradicen, el lector crece en libertad’; Taibo: ‘Se las metimos doblada, camaradas’”. Así las cosas.

Mañana Gil publicará subrayados de un libro: José Alvarado, una antología integral realizada por Margarito Cuéllar y publicada por Cal y Arena. Alvarado fue un periodista y un escritor de altísimo nivel estilístico, dueño de una prosa cotidiana, refinada y elegante.

Todo es muy raro, caracho, como diría Alvarado: ¿qué es la demagogia sino la ebriedad del énfasis?

 

Gil s’en va

 

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