2024 Oct 4 Autocracia, S.A. Karolina Gilas.
Este nuevo autoritarismo es flexible y adaptable. Los autócratas han aprendido a usar las herramientas de la democracia para socavarla desde dentro. Quizá el ejemplo más claro de esta estrategia sea la manipulación de las elecciones.
En un mundo cada vez más interconectado, donde la democracia parecía estar en ascenso tras el fin de la Guerra Fría, hoy estamos ante una realidad desconcertante: el resurgimiento y fortalecimiento de regímenes autocráticos. El nuevo libro de Anne Applebaum arroja luz sobre este fenómeno, revelando cómo los autócratas modernos han evolucionado y se han adaptado a los desafíos del siglo XXI, creando un sistema global interconectado que ella denomina “Autocracia, S.A.” (Autocracy, Inc.).
La tesis central de Applebaum resulta tan fascinante como alarmante. Lejos de ser regímenes aislados, las autocracias contemporáneas operan como una especie de “sindicato” global, apoyándose mutuamente en aspectos económicos, políticos y tecnológicos. Esta red de colaboración trasciende las diferencias ideológicas que en el pasado habrían sido insalvables. Ya no estamos ante el choque de grandes ideologías como el comunismo soviético o el fascismo; en su lugar, nos enfrentamos a un pragmatismo descarnado cuyo único fin es la preservación del poder.
Este nuevo autoritarismo es flexible y adaptable. Los autócratas han aprendido a usar las herramientas de la democracia para socavarla desde dentro. Quizá el ejemplo más claro de esta estrategia sea la manipulación de las elecciones. En lugar de abolirlas por completo, estos regímenes celebran comicios cuidadosamente controlados que proporcionan una fachada de legitimidad democrática. Rusia, bajo el mandato de Vladimir Putin, es un caso paradigmático: se realizan elecciones periódicas, pero el resultado está predeterminado mediante la supresión de votantes, la manipulación de resultados y la intimidación de la oposición.
El control de la información es otro pilar fundamental de estas autocracias modernas. En la era de la información, quien controla la narrativa, controla la realidad. Los autócratas han comprendido esta máxima a la perfección desarrollando sofisticados sistemas de control mediático y campañas de desinformación. En Hungría Viktor Orbán ha desmantelado de manera sistemática los medios independientes, consolidando así su poder y control narrativo. Esta estrategia no sólo silencia la disidencia interna, sino que también confunde a los observadores externos creando una niebla informativa que dificulta la comprensión de la realidad del país.
Por supuesto, el control de la información va más allá de los medios tradicionales. Las redes sociales y las plataformas digitales se han convertido en un nuevo campo de batalla. Los regímenes autocráticos han aprendido a utilizar estas herramientas para manipular la opinión pública, difundir fake news y desacreditar a sus oponentes.
China, bajo el liderazgo de XI Jinping. ha llevado esta estrategia al extremo creando un ecosistema digital hermético que permite al régimen controlar casi por completo el Rujo de información dentro del país.
Además, las autocracias modernas dependen fuertemente de la cooptación de las élites, un elemento clave para consolidar su poder. A diferencia de los regímenes totalitarios del siglo XX, que a menudo buscaban eliminar a las clases privilegiadas, los autócratas contemporáneos han aprendido a cultivar una red de élites leales que se benefician directamente de su gobierno. Este sistema de patronazgo crea una ciase de oligarcas y empresarios cuya prosperidad esta íntimamente ligada a la continuidad del régimen.
En Rusta los oligarcas cercanos a Putin no sólo disfrutan de enormes beneficios económicos, sino que también actúan como guardianes del sistema utilizando su influencia para mantener la estabilidad del régimen
En estas autocracias la corrupción no es un subproducto de la mala gobernanza, sino una estrategia calculada para consolidar el control. Los líderes utilizan la corrupción de manera estratégica para mantener la lealtad de las élites y debilitar a la oposición democrática. En países como Rusia, Hungría o Venezuela los fondos públicos se utilizan para enriquecer a los leales al régimen, mientras que cualquier intento de combatir la corrupción es rápidamente suprimido o deslegitimado. Esta instrumentalización (weaponization) de la corrupción crea un círculo vicioso en el que aquellos que se benefician del sistema corrupto tienen un Interés directo en mantenerlo en funcionamiento.
Uno de los aspectos más preocupantes que señala Applebaum es la colaboración internacional entre autócratas. Pese a sus diferencias ideológicas o culturales, líderes como Putin, Xi Jinping, Erdogan o Maduro han formado una especie de alianza informal basada en intereses comunes. Esta colaboración se manifiesta en apoyo económico mutuo, respaldo diplomático en foros internacionales e intercambio de tácticas para suprimir la disidencia. El resultado es una red global de autocracias que se refuerzan mutuamente, presentando un frente unido contra las presiones democráticas tanto internas como externas.
Frente a este panorama, ¿qué pueden hacer las democracias para contrarrestar el avance de la “Autocracia, S.A.”? La respuesta no es sencilla, pero Applebaum sugiere que el primer paso es reconocer la naturaleza interconectada de estas autocracias modernas. Las democracias deben entender que no se enfrentan a regímenes aislados, sino a un sistema global que se refuerza mutuamente
En primer lugar, para contrarrestar estas redes autocríticas las democracias deben reforzar sus instituciones mediante una mayor rendición de cuentas, independientemente de las presiones internas o internacionales. Esto requiere proteger la independencia de los medios, promover el Estado de derecho y asegurar que la sociedad civil mantenga su capacidad de crítica y resistencia.
En segundo lugar, las democracias deben mejorar su capacidad para contrarrestar las campañas de desinformación y manipulación mediática. Esto implica no sólo desarrollar mejores herramientas para detectar y combatir las fake news, sino también educar a la población en alfabetización media tica y pensamiento crítico.
Por ultimo. 05 necesario que las democracias fortalezcan sus propias redes de colaboración internacional. Así como los autócratas han aprendido a trabajar juntos más allá de las diferencias ideológicas, las naciones democráticas deben encontrar formas de cooperar más efectivamente para promover y proteger los valores democráticos a escala global.
El ascenso de la “Autocracia, S.A.” representa un gran desafío para el orden democrático global. La lucha por la democracia en el siglo XXI no se librará sólo en las calles o en las urnas, sino tamban en el campo de la información, en las redes sociales y en los foros internacionales. Esta lucha por la democracia no se ganará con complacencia; requerirá una vigilancia incesante y un compromiso firme con los principios democráticos.
Sólo entonces podremos evitar que el “crepúsculo de la democracia” que Applebaum teme (y analiza en otro de sus libros) no se convierta en una larga noche autoritaria.
Tomado de: Revista Proceso